domingo, 4 de octubre de 2020
«El fósforo global», por Luli DELGADO

Por Luli DELGADO, para SudAméricaHoy

Como si tuviéramos poco con una pandemia a cuestas, en paralelo se vienen registrando incendios forestales tanto en los lugares que por esta época corren riesgo, como en otros inusitados como el Ártico, por ejemplo.

El alza de temperaturas y las sequías provocadas por nosotros, los villanos de siempre, han costado la vida de miles de personas y millones de animales, han puesto en jaque los ecosistemas y han poluído el ambiente, batiendo un grotesco récord con respecto a épocas anteriores. Es de sentarse a llorar.

De acuerdo con los científicos, en el Ártico y en la Siberia, las tasas de calentamiento han llegado al doble del promedio mundial. ¿Quién iba a decir que la nieve ardía?

En Estados Unidos, una bruma naranja cubre las ciudades más importantes de California y Oregón. En Brasil, la selva tropical de la Amazonia se consume gracias en parte a la deforestación, es decir, dos agresiones monstruosas al llamado pulmón de la Tierra. Lo mismo en Bolivia y Argentina, donde se han registrado incendios fuera de control. Australia, por su parte, reporta tres mil millones de animales muertos y miles de hogares destruidos. Indonesia, Grecia, Portugal también se suman a los casos de incendios.

Estos incendios además de su poder de destrucción, liberan una gran cantidad de materiales tóxicos, lo cual crea condiciones más calientes y secas que por una parte impiden las condiciones de vida de ciertas regiones, y por otra, fomentan causas para más incendios.

La única salida que se le ve a estos ciclos de fuego es reducir los gases que agravan el efecto estufa, o sea, quemar menos petróleo y carbón, y aquí surge entonces la pregunta de quién será que le va a poner el cascabel al gato.

Tan contentos que nos pusimos cuando durante los meses de la cuarentena nos llegaron noticias de cielos más limpios, aguas más cristalinas y un mundo mucho menos contaminado. Fue alegría de tísico, como dirían en mi tierra.