lunes, 21 de noviembre de 2016
La era Trump

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atilioPor Atilio N. MOLTENI
(Embajador argentino)

I. Estados Unidos sigue siendo la única superpotencia, pero cambió el carácter de su predominio, que fue unilateral durante aproximadamente veinticinco años desde la desaparición de la URSS, pero llegó a su fin a consecuencia de sus acciones militares en Medio Oriente y la crisis financiera y la Gran Recesión del 2007-2008. Estas ideas tienen un marco mayor en lo que se denominó la «American Century», titulo creado por el periodista Henry Luce para una portada de la revista «Life» en 1941, que se convirtió en realidad cuando Estados Unidos fue uno de los vencedores en la Segunda Guerra Mundial y fue el principal arquitecto de las instituciones del orden mundial liberal de la postguerra.
Hoy tiene lugar un nuevo ciclo en la comunidad internacional conforme con el cual la gravitación de Washington no es hegemónica y tiene mayores condicionamientos. Es el país que reúne características únicas, pero enfrenta la competencia de nuevos actores y fuerzas regionales, consecuencia de la evolución hacia un mundo multipolar, donde tiene lugar una redistribución del poder global de una manera compleja. En síntesis, Estados Unidos sigue siendo la potencia dominante, pero otros Estados se le aproximan. En forma destacada hoy enfrenta la rivalidad de grandes potencias como la República Popular China y de la Federación Rusa, que tienen capacidades militares significativas, políticas firmes e intereses geopolíticos propios que comprenden ambiciones territoriales. Internamente se apoyan en una combinación de autoritarismo, poder económico y un nacionalismo étnico, proceso que algunos analistas han definido como un “capitalismo autocrático”.
En enero de 2009 cuando comenzó la primera presidencia de Obama, su agenda internacional incluía como temas destacados: el restablecimiento de la imagen de Estados Unidos en el exterior, especialmente en el mundo musulmán, concluir las guerras en Iraq y Afganistán, dar un nuevo marco a las negociaciones con la Federación Rusa, sobre todo en el campo de la desnuclearización, obtener la cooperación de China en las cuestiones globales y regionales, lograr la paz en Medio Oriente y buscar una solución al Plan Nuclear Iraní.
Sin embargo, numerosos políticos y analistas, en su mayoría de tendencia republicana pero también demócrata, sugieren que durante su presidencia, que concluye el 20 de enero de 2017, Estados Unidos se retiró del mundo al tener en cuenta, precisamente, las consecuencias de la sobrextensión y la conveniencia de contenerse, especialmente en Medio Oriente, para concentrase en la reconstrucción nacional, que fue exitosa en lo económico y financiero, pues desde la crisis de 2008 se transformó en una isla de estabilidad debido a su crecimiento económico, su moneda se consolidó como reserva mundial y su sistema bancario demostró solidez, aunque la distribución interna de la riqueza no fue adecuada y la diversidad se transformó en una debilidad, sin dar fortaleza política al Partido demócrata.

Las elecciones presidenciales del 8 de noviembre de 2016, en la cuales fue electo como cuadragésimo quinto presidente de los Estados Unidos Donald J. Trump, al lograr los apoyos necesarios en el colegio electoral, sumado al control republicano del Senado y de la Cámara de Representantes ponen en duda el legado del presidente saliente que, sin embargo, deja el Gobierno con un alto índice de popularidad.
Algunos de sus críticos estiman que Obama, por su carácter pragmático, no desarrolló una visión estratégica coherente para actuar internacionalmente y lo critican por haberse alejado de los países amigos y aliados tradicionales (como Israel, Arabia Saudita y Egipto) y no inspirar temor en sus adversarios, que motorizaron políticas más agresivas (Federación Rusa, China, Irán y Corea del Norte). Esta situación sería consecuencia de su convencimiento que Estados Unidos, no debía continuar con las mismas características su papel de garante del orden global de seguridad que desempeña desde la II Guerra Mundial.

A criterio de Obama la defensa del orden liberal frente al terror yihadista, frenar el aventurismo ruso o las pretensiones chinas, depende en parte que otros Estados –como los europeos y árabes- acepten compartir esta carga con los Estados Unidos. Además, este liderazgo compartido también permitiría controlar los impulsos excesivos de Washington, pues cuando sus intereses directos no están en juego, una de las razones positivas para llevar adelante acciones multilaterales sería consecuencia de que el multilateralismo funcionaría como un medio para controlar su arrogancia. Sin embargo, pese al cuestionamiento del presidente a la utilización de la fuerza, en los casos en que existió una amenaza a la seguridad nacional demostró su voluntad de actuar unilateralmente, por medio de la utilización de drones y otras acciones encubiertas en contra de terroristas, como Bin Laden, y en Libia, Paquistán Somalia y Yemen. Tampoco se manifestó adverso a la toma de riesgos, cuando llevo adelante el acuerdo nuclear con Irán, a pesar de considerarlo un Estado que es responsable de la promoción del terrorismo.

El rebalanceo de sus políticas hacia la región de Asia-Pacífico, no solo en términos de seguridad sino también en sus relaciones económicas y políticas, fue una respuesta adecuada debido al crecimiento geopolítico chino, pero sus críticos también sostienen que no tuvo en cuenta la gravedad de la situación en Medio Oriente, donde redujo su presencia militar y ejerció una diplomacia restringida y prudente, basada en la búsqueda del restablecimiento del equilibrio de poder por medio de la acción directa de sus aliados locales, a los cuales suministró armamentos, tecnología y asesoramiento militar, exhortándolos a tomar una mayor responsabilidad en su propia seguridad.
II. Su sucesor, el presidente electo Donald J. Trump, bajo el lema «Hacer a América grande de nuevo», compitió cuestionando al sistema político del establisment, y construyó un mensaje de cambio compuesto por ideas populistas, racistas y de un nuevo nacionalismo, unidas a múltiples expresiones altamente cuestionables para la tradición democrática norteamericana (lo que no quiere decir que vaya a gobernar de esa manera).
Al mismo tiempo, demostró ser un candidato carismático dotado de un instinto político superior a los demás representantes del Partido Republicano que compitieron con él en las primarias –como Cruz, Bush, Christie, Kasich y Rubio, entre otros- (ahora muchos de los parlamentarios, que van a ser mayoría en el Senado y en la Cámara de Representantes, le deben sus puestos a su victoria electoral para la Presidencia). Su éxito en hacer renacer la coalición conservadora, se debió a su capacidad para escuchar la reacción de los desposeídos y resentidos, que en su momento muchos fueron demócratas.Desde 1994 se fueron distanciando de este Partido, por el programa de Gingrich y los errores políticos del expresidente Bill Clinton.

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Este proceso se agudizó en 2010 por los éxitos del «Tea Party». Ellos se sintieron afectados por las consecuencias personales de un mundo globalizado, pues a diferencia de las élites de los mercados financieros y corporativos, la mayoría de la clase trabajadora y de la clase media blanca de ingresos bajos o medios, sin títulos universitarios (especialmente en las comunidades rurales y ciudades pequeñas del medio oeste y el «Rust Belt», por ejemplo, en Wisconsin, Ohio, Michigan, Iowa y Pensilvania, con 70 votos electorales) enfrentan una gran incertidumbre al ver disminuidos sus ingresos o sus oportunidades tradicionales de trabajo por las nuevas tecnologías, por los inmigrantes ilegales no sindicalizados que aceptan salarios bajos y por la transformación económica que favorece a obreros de otros países, mientras añoran una época del esplendor norteamericano que quedó atrás. Ellos esperan que Trump sea un agente de cambio, les resuelva sus problemas económicos, aumente el crecimiento y cree empleos, a través de un programa socialmente conservador y en favor del orden, el derecho y de un nuevo nacionalismo, porque piensan que los intereses globales compiten con los de su país.
Por su parte, Hillary Clinton a pesar de su competencia e inteligencia, demostrada a lo largo de su larga carrera, fue una candidata demócrata débil que no fue capaz de motivar suficientemente a los votantes de la coalición que apoyó a Obama en las elecciones del 2008 y 2012 por su magnetismo personal (las minorías y los afroamericanos, entre ellos). Aunque obtuvo más votos populares que Trump, (61.8 millones) sobre todo en las grandes áreas urbanas, él la superó en el 80% de los «counties» territoriales y en los suburbios, logrando mayor número de electores para el colegio electoral (con solo 60.8 millones de votos). Una observación de peso es que el Partido demócrata al tender hacia el multilateralismo cultural lesionó sus posibilidades con los votantes blancos que se sentían discriminados, mientras Clinton cometió entre otros errores, no presentar un programa económico efectivo, haber adoptado la agenda socialista de Berny Sanders que espantó a muchos votantes, planificó mal su campaña en varios Estados que resultaron ser fundamentales, mientras la influencia negativa del uso de su «server» privado fue desbastadora.
El presidente electo Trump no es un republicano sino un populista pragmático sin ideología, que en lo económico va a favorecer a los negocios, al crecimiento interno y a un gran plan de infraestructura, y posiblemente llevará adelante una política fiscal expansiva y una política comercial proteccionista. Ahora deberá definir las políticas con respecto a estos temas y otras cuestiones centrales del contexto internacional, que durante la campaña electoral -que tuvo una agresividad sin precedentes- tuvieron en general poca significación. En su discurso del 27 de abril de 2016, en el «Center for the National Interest», Trump sostuvo que la política exterior en el período posterior a la Guerra Fría había sido inefectiva y poco confiable. Su objetivo sería concentrarse en la reconstrucción de la economía y de las fuerzas armadas, limitar los avances del islamismo radical y diseñar una nueva política exterior racional, que algunos interpretaron como una nueva versión del realismo.
Trump va a tener que designar su gabinete ministerial (proceso complejo, que en este caso demuestra mayores problemas que los naturales a toda transición) y llenar unos 4.100 cargos de la Administración federal, respecto de la cual prometió llevar a cabo una revolución política (to «drain the swamp» dijo, refiriéndose a las tierras bajas inundables que existían en Washington D.C. donde se construyó el Capitolio), pero para ello tiene que disponer de suficientemente gente capaz para llevar adelante las difíciles tareas del Gobierno. Las personas que elija como sus secretarios de estado, de defensa y principales asesores de seguridad, pueden demostrar si es realmente un presidente antisistema, o si su accionar va a estar de acuerdo con las líneas generales de la política exterior tradicional en el Partido republicano, al cual no está muy obligado ideológicamente. Además por las características que tuvo el reciente proceso eleccionario tiene la capacidad de actuar con gran flexibilidad, e incluso en ocasiones podrá apoyarse en los demócratas, en temas como los gastos que demande la ampliación de la infraestructura, créditos impositivos para la juventud, y el desmantelamiento de los acuerdos comerciales.

Barack Obama en la Casa Rosada junto a Mauricio Macri

Barack Obama en la Casa Rosada junto a Mauricio Macri

Por otra parte, las acciones que implemente Trump pueden tener grandes consecuencias y en ocasiones dejar atrás el legado de Obama, que si bien tuvo características propias estuvo ajustado a la promoción de la denominada «pax americana» y un orden internacional liberal, demostrando ser un dirigente político de la mayor integridad y dignidad. Sin embargo, un buen indicio ha sido la reunión que ambos mantuvieron en el Salón Oval de la Casa Blanca, a favor de una transición ordenada, que demostró la posibilidad de algunos entendimientos positivos entre ambos líderes para el futuro inmediato.
III. Hay que tener en cuenta que los poderes de un presidente norteamericano en el orden interno, están acotados por la división propia de su sistema de Gobierno, pero la situación en su accionar externo y de defensa tiene otras características y sus facultades son más amplias, con la limitación que debe enfrentar los intereses y las políticas de otros Estados. Si dejamos de lado, por el momento, algunas de las expresiones de Trump como candidato (que han sido extremas con relación al comercio internacional, el cambio climático y la inmigración), y la dificultad de establecer cual es realmente el pensamiento del presidente electo, se pueden delinear algunas cuestiones que se refieren a su política exterior y de defensa que pueden ser prioritarias para la nueva Administración, con la advertencia que como lo caracterizó el editorialista del Financial Times Gary Siverman, en su edición del 12 de noviembre de 2016: «es un alma impaciente en una creación constante»:
1) Una primera pregunta se refiere a la relación con sus aliados centrales en Europa y Asia, desde Alemania y Gran Bretaña hasta Japón y Corea del Sur, que han escuchado con preocupación sus palabras amables al presidente ruso Vladimir Putin, sus expresiones sobre el eventual retiro de las tropas norteamericanas de Japón y Corea de Sur, el aliento a estos dos países a desarrollar armas nucleares, y la pretensión de que se hagan cargo del costo de la disuasión norteamericana. Estas sumas no serían el 2% de su PNB como índice de su inversión en defensa nacional (burden-sharing issue), que es un tema tradicional que en su momento solicitó reiteradamente Obama, sino el costo de la presencia militar norteamericana en las regiones respectivas.
Por otra parte, una falta de compromiso de Estados Unidos con la OTAN y con su artículo 5 que establece una obligación de defensa mutua por el cual un ataque contra un miembro es un ataque contra todos, puede facilitar la estrategia revisionista de Putin. Otro problema sería que el presidente electo llegue a un gran acuerdo con la Federación Rusa que lleve a Washington a no insistir en las sanciones por Ucrania ante el no cumplimiento de los Acuerdos de Minsk. Esto puede dar lugar a graves tensiones, pues el liderazgo de Berlín no sería suficiente, como antes, para lograr que los europeos continúen con su aplicación. También puede avanzar un desarrollo propio de las estructuras de defensa europeas y a una autonomía estratégica, liderada por Alemania, Reino Unido y Francia, que es el campo en el cual los europeos han progresado menos.
Otro tema significativo es si las ideas aislacionistas y nacionalistas de Trump afectan la identidad de objetivos atlantistas, que han fundamentado hasta ahora sus alianzas europeas. Esto agrava la situación existente en Europa, pues allí también tiene lugar un avance de las ideas populistas y ultra nacionalistas (las proporciones más altas de sus adeptos se encuentran en Rumania, Polonia y Hungría –con el Partido Fidesz del primer ministro Viktor Orban), cuyos objetivos centrales son contrarios a la inmigración y a los refugiados, a los derechos humanos, a las instituciones de la UE y a las políticas de integración y a la globalización.

Esto demuestra que la división entre izquierdas y derechas está siendo superada por un enfrentamiento entre valores distintos, y una desilusión con la UE, de la cual el Brexit es solo el comienzo. A su vez, los demócratas anti liberales de del Frente Nacional de Marine Le Pen en Francia y la Alternativa para Alemania (AfD), están bien posicionados para las elecciones de 2017, mientras el próximo 4 de diciembre Italia votará un referéndum sobre las reformas constitucionales deseadas por el Gobierno de Matteo Renzi, que lo ha planteado también como una decisión sobre su futuro político.
2) Otro tema importante es lo que va a suceder con el Acuerdo Nuclear del P5+1con Irán (JCPOA), cuyo objetivo no fue eliminar sino establecer una limitación significativa de la capacidad iraní de su ciclo nuclear a cambio de levantar gran parte de las sanciones existentes, que quedó sujeta a un monitoreo internacional constante, desde el día de su implementación, que tuvo lugar el 16 de enero de 2016. Fue endosado por la resolución 2231 del Consejo de Seguridad (2015). El Partido republicano estuvo en contra de este acuerdo y, por su parte, Trump estimó que era el entendimiento más cuestionable de todos los tiempos, pues a su criterio le va a dar a Irán la capacidad nuclear y la transformará en una gran potencia. Posiblemente va a pretender cancelar este acuerdo multilateral, o renegociarlo, para lo cual tendrían que ponerse de acuerdo todas las partes en el mismo, con una serie de consecuencias significativas. El ministro de relaciones exteriores de Irán, Mohamed Javad Zarif, el 11 de noviembre de 2016 reafirmó el compromiso con el Acuerdo, pero destacó que le quedaban abiertas otras opciones si las otras partes no lo cumplían.
3) ¿Cual va a ser su relación con aliados en Medio Oriente como Israel y Arabia Saudita? Durante la Administración Obama, han existido momentos de tensión con ambos Gobiernos, a pesar de la ampliación de la ayuda militar al primero, y la transferencia de armamentos requerida por el segundo que se están utilizando en la guerra civil en Yemen. Trump envió un mensaje al Gobierno israelí a poco de ser elegido, donde destacó que Israel es una verdadera democracia y un defensor de los derechos humanos, y que su Gobierno esperaba desempeñar un papel significativo ayudando a las partes a alcanzar una paz justa y verdadera, en negociaciones que deben ser directas entre las partes. A su vez, la elección de Trump tiene lugar en un momento en que las relaciones de Washington con Ankara están en un mal momento, debido a diversos factores: diferencias en cuanto a las políticas a desarrollar en Siria, los problemas derivados del fallido golpe militar y la extradición de Fetullah Gulen y el creciente autoritarismo del presidente Recep Tayyip Erdogan, motorizado por un nacionalismo islámico que lo ha hecho distanciar de la EU y enfrentar con las minorías kurdas.

Putin y Xi Jinpin estrechan manos y lazos entre las potencias China y Rusa

Putin y Xi Jinpin

4) Un gran interrogante es ¿Cuál va a ser su política con la Federación Rusa? Motorizada por su nacionalismo étnico, su inseguridad y la personalidad de su presidente Putin, Moscú pretende que el mundo responda a un esquema dirigido por las tres potencias más significativas, entre las cuales ocupe una situación de igualdad.
A juicio de Obama, la posición de la Federación Rusa en el mundo ha decrecido y la invasión a Crimea y el apoyo a Al-Assad no lo han convertido de inmediato en un factor decisivo, pues estimó que la naturaleza del poder en las relaciones internaciones consiste en obtener lo que se busca sin ejercer la violencia, si bien admitió que Ucrania implica intereses rusos vitales, que no existen en el caso de Washington, y que en el enfrentamiento entre Moscú y Occidente, va a tratar de mantener una dominación progresiva sobre su antiguo satélite. Por otro lado, consideró que la Federación Rusa continúa siendo una amenaza para Estados Unidos, pero no la principal, al tener problemas demográficos y económicos estructurales que para ser superados requieren visión y el transcurso de una generación, pero reconoció que Putin tiene la tentación de proyectar su fuerza militar para demostrar fortaleza. Como concepto general tuvo en cuenta que la Federación Rusa es solo una potencia regional (lo que está en contra de la concepción de Putin que considera que por su historia tiene una situación privilegiada), su economía está en problemas debido a su dependencia de las exportaciones de energía que enfrentan precios sustancialmente menores, mientras sus fuerzas armadas (que han ido mejorando) no son equivalentes a las de Estados Unidos y sus aliados.
En las semanas anteriores a las elecciones de Estados Unidos las relaciones con Moscú se vieron influenciadas por la situación en Siria, pues Alepo se transformó en el escenario central de la lucha, ciudad desde hace cuatro años dividida entre las partes en conflicto, sitiada y casi totalmente destruida. En febrero de 2016, Moscú y Washington habían dado a conocer un comunicado conjunto sobre los términos de una «cesación de hostilidades» o tregua, pero ella no se sostuvo. Después de muchos esfuerzos, el 8 de septiembre siguiente, llegaron a un nuevo acuerdo sobre cese del fuego, por el cual se comprometían a no llevar a cabo acciones aéreas ni terrestres, (visto con un gran escepticismo por el Pentágono, porque no comprendía a todas las fuerzas en el terreno). Días después este entendimiento colapsó cuando aviones norteamericanos atacaron a tropas sirias (presumiblemente por error), mientras un convoy de ayuda humanitaria fue destruido en un ataque aéreo ruso-sirio en las cercanías de Alepo (que estos Gobiernos negaron) y el veto ruso a un proyecto de resolución del Consejo de Seguridad prohibiendo ataques aéreos a la ciudad.

Estas acciones motivaron que el secretario de Estado Kerry, declarara su interés que el Gobierno sirio y el de la Federación Rusa, fueran investigados por crímenes de guerra por el ataque a áreas civiles en esa ciudad, sin dejar de lado la posibilidad de nuevos esfuerzos diplomáticos para concluir la guerra civil. Moscú sostuvo que la responsabilidad de esta situación recae en Estados Unidos que no se demostró capaz de separar a Al-Nusra de los grupos moderados, y sugirió una negociación restringida con participación de los países con intereses en conflicto, mencionando a Arabia Saudita, Catar, Irán y Turquía.
La respuesta rusa fue cancelar un acuerdo bilateral sobre la reducción de plutonio apto para armas nucleares suscripto por ambos países en el año 2000, salvo que Estados Unidos hiciera concesiones significativas a Moscú, (lo cual constituye un precedente peligroso, pues en el pasado ambas partes habían seguido la práctica no escrita de no vincular los temas de la cooperación nuclear de sus problemas políticos de otra índole), dotar a su contingente en Siria de armamentos antiaéreos muy sofisticados S-400, enviar al enclave ruso de Kaliningrado de misiles Iskander -M- capaces de portar armas nucleares, lo cual resiente la defensa de la OTAN de los países Bálticos. El contingente ruso en Siria se reforzó con un porta aviones (Almirante Kuznetsov, dotado con 40 aparatos) y buques de apoyo, que entraron en operaciones el 15 de noviembre de 2016. También Moscú anunció su interés de reabrir sus bases militares en Cuba y Vietnam y el envío de 5.000 paracaidistas para ejercicios conjuntos en Egipto.
Todas estas acciones fueron consideradas muy provocativas y se unieron a la declaración norteamericana de que se utilizaron ataques cibernéticos con relación al Comité Nacional Demócrata, miembros de la campaña de Hillary Clinton, y otras acciones cibernéticas. A esto se sumaron declaraciones de Putin que, para algunos, demostraron la intención de afectar las posibilidades electorales de Hillary Clinton y mejorar las de Donald J. Trump, que abogó por relaciones más amistosas con Moscú. En su conjunto estas iniciativas fueron interpretadas con preocupación: se las vinculó con la posibilidad de que Putin se estuviera preparando para esperar la asunción del nuevo presidente norteamericano desde una posición de fuerza, con prácticas que han existido desde los comienzos de la Guerra Fría para dañar el proceso político desde adentro y, sobre todo, sembrar dudas sobre las prácticas eleccionarias norteamericanas.
En ese momento, esta situación dio lugar a que se reiteraran, tanto en la prensa estadounidense como entre los políticos y los analistas, críticas a la inacción de Obama e ideas a favor de intervenir por acciones de fuerza en Siria, muchas de ellas ya conocidas: zonas de interdicción de vuelos (lo cual es un concepto problemático, y ahora obsoleto debido a la capacidad de las defensas antiaéreas sirias y rusas), ataques aéreos contra las fuerzas gubernamentales, o armar con mayores elementos de combate a la oposición moderada alzada contra al régimen, incluso a los kurdos sirios. Estas acciones tendrían por objeto la protección de los civiles, cambiar el balance de poder para facilitar la diplomacia, e incluso producir la caída del régimen sirio. Todas estas iniciativas implicarían una intervención mayor de los Estados Unidos en Siria, y la posibilidad de un enfrentamiento directo con las fuerzas rusas.
Pero estas acciones estarían lejos del pensamiento del presidente electo que, por su parte, no solo no parece participar del concepto bipartidario de la contención a Moscú que ha sido tradicional en Washington, pues considera que Putin es un líder fuerte con el cual solo él es capaz de negociar, en un momento en que las relaciones bilaterales están en franco deterioro. Posiblemente, podría llegar a considerar volver a la distensión que estableció Nixon en los años 70 en un momento de gran debilidad del Kremlin, pero el problema es que ahora la situación es diferente, pues Putin es considerado como un dirigente peligroso en el cual no se puede confiar.
Otro interrogante vinculado al anterior, se refiere al carácter de las medidas que puede a adoptar Washington ante el conflicto civil en Siria y la acción emprendida contra EI y otros movimientos jihadistas. Según Trump podrían incluir la reconstrucción de la relación militar con Moscú para destruir a EI, pero en la práctica los ataques rusos en su mayor parte han estado dirigidos contra los demás opositores al Gobierno sirio, muchos de ellos apoyados por la CIA desde 2012 (como el Ejército Libre de Siria).

A pesar de las tensiones mutuas la Administración Obama intentó reiteradamente ponerse de acuerdo con Putin para un arreglo diplomático, pero el resultado fue nulo. Trump puede encontrase en la misma situación negativa, debido a la multiplicidad de actores estatales (como Arabia Saudita, Turquía y Catar) y no estatales que intervienen en esa guerra civil y el interés de Moscú de consolidar al régimen dictatorial de Bashar Al-Assad y su negativa a negociar, mientras continúa atacando a la población civil que es rehén de la situación existente. También tienen relevancia los pasos que Washington va a seguir en Iraq, ante la persistencia allí de las diferencias étnicas y la preponderancia alcanzada por Irán en Bagdad. Además, hay otros temas muy relevantes como el levantamiento de las sanciones a la Federación Rusa por la anexión de Crimea y por sus acciones en perjuicio de Ucrania. Otra cuestión fundamental, se refiere a la continuidad de las acciones norteamericanas para mejorar las defensas de los países de la OTAN, próximos a la Federación Rusa. La opción más preocupante, sería que el nuevo Gobierno norteamericano acepte las demandas geopolíticas de Putin de una «buffer zone», entre su territorio y los países de la esta Organización y la UE.
Por su parte, el presidente Obama en una conferencia conjunta con Angela Merkel, (Berlín, 16 de noviembre de 2016), pidió a su sucesor que adopte una actitud constructiva cuando los intereses de ambas partes coincidan, pero que también sepa resistir a Moscú cada vez que éste de la espalda a los valores occidentales y al Derecho Internacional, es decir que no adopte un enfoque práctico propio de la «realpolitik».
5) Con relación a la República Popular China hay que hacer un poco de historia. La relación estratégica de Estados Unidos con el gigante asiático, que constituyó la base de sus relaciones recíprocas desde el año 1972, fue consecuencia de las fricciones de esta última con la URSS, pero luego continuó al finalizar la “Guerra Fría”. La Administración de Obama tuvo a lo largo del tiempo distintos enfoques con relación a China, que fueron consecuencia de su emergencia como un poder económico global y su integración al orden internacional (desde 2009 se comprometió a respetar sus intereses centrales).

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Al comenzar su segundo período presidencial y respondiendo al mayor poder de China, (después de los Estados Unidos es el segundo país en cuanto al tamaño de su economía, y también en gastos militares, con un crecimiento anual de su presupuesto específico del 9.8%, desde 2006 al 2015) otorgó mayor importancia al Asia-Pacífico en su política exterior, premisa que luego fue sustituida por un concepto más amplio, que se refiere a un nuevo equilibrio o rebalanceo estratégico norteamericano de sus acciones internacionales. Por otro lado, una relación que fue predominantemente cooperativa y de diálogo, demuestra ahora mayores signos de rivalidad y de búsqueda de equilibrio en la región, que es la que más crece y que, en los próximos cinco años, va a dar lugar al 50% del crecimiento total mundial. En cuanto a la gobernanza mundial, China ha pasado de ser un país receptor de normas a un creador de normas y busca tener una voz más potente para influenciar la evolución del sistema internacional que esté de conformidad con su crecimiento.
Es lógico preguntarse cuál va ser el carácter de la relaciones del presidente electo Trump con la Republica Popular China: cooperación o competición en temas de seguridad y económicos conexos, que incluyen como actuar ante la pretensión china de reclamar la casi totalidad del Mar del Sur de la China, y el gravísimo problema que plantea el programa nuclear y misilístico de Corea de Norte, respecto del cual las posiciones de Beijing y Washington no son coincidentes.
Desde junio de 2015, Trump acusó a Beijing de hacer dumping con sus exportaciones, robar la propiedad intelectual y devaluar su moneda, el yuan. Ha dicho que va a modificar la relación comercial bilateral (internamente y a través de la OMC) e imponer tarifas de importación punitivas a las mercaderías procedentes de la República Popular China si no modifica sus prácticas, lo cual podría tener reacciones inmediatas de Beijing. También dejaría de lado el Trans Pacific Partnership (TTP) que considera es un beneficio para los chinos, aunque es un elemento central del pivot de Obama hacia el Asia. De todas maneras difícilmente sea aprobado por el Congreso antes del 20 de enero de 2017. Sin embargo, el presidente electo en su primera conversación con Xi Jinping pareció dejar de lado las críticas de la campaña electoral y su posición no sería tan extrema, pues afirmó que ambas potencias tendrían «una de las relaciones más fuertes», conversarían a menudo y se reunirían a la brevedad.

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6) El restablecimiento de la soberanía estadounidense ha sido importante en el discurso de Trump. Una de sus primeras promesas de campaña fue construir un muro a lo largo de la frontera con México, y obligar a este país a pagar por él. Para lo cual tendría que conseguir la aprobación del Congreso para esas obras y superar numerosos inconvenientes técnicos y del medio ambiente. En adición a ello se comprometió a deportar a todos los inmigrantes ilegales responsables de crímenes, en un universo que comprende más de once millones de personas. El 13 de noviembre de 2016, en su primera entrevista televisiva después de su triunfo, cambió alguna de las características que tendría esta división física y recortó la cifra a dos o tres millones de personas con antecedentes delictivos. Trump ha dicho también que va a renegociar el NAFTA, con México y Canadá (que son los mayores mercados para las exportaciones estadounidenses), pero cualquier pedido de concesiones a sus socios va a involucrar pedidos de las otras partes. Eventualmente, Estados Unidos tiene un plazo de seis meses para retirarse del Tratado.
7) Una de las decisiones de política exterior de Obama ha sido la apertura limitada hacia Cuba, por la cual se concretaron una serie de acuerdos de diferentes tipos, con distintas consecuencias políticas y culturales para ambas partes, pero todavía no se llegó a concretar un levantamiento del embargo existente, que es una demanda que sostienen números países latinoamericanos como Argentina. En la medida que todas las decisiones se adoptaron por medidas ejecutivas del presidente, para Trump sería fácil derogarlas. A lo largo de la contienda electoral la posición del ahora candidato electo se fue endureciendo. El resultado fue políticamente importante para él en la votación en el Estado de la Florida. Su objetivo sería lograr que en Cuba existan libertades religiosas y políticas reales para la población.
8) La participación norteamericana en el Acuerdo de París sobre Cambio Climático que compromete a más de 190 Estados, está en peligro, teniendo en cuenta la opinión del presidente electo de que se trata de un invento de científicos chinos y una farsa. Trump no desarrolló propuestas específicas, pero se supone que desmantelaría la Agencia de Protección Ambiental, (e iniciativas como la «Clean Power Plan» y decisiones que limitan las emisiones de dióxido de carbono en la generación de electricidad). Con ello se dejaría de lado uno de los temas en los cuales el presidente Obama, buscó que su país se transformara en uno de los líderes de las políticas ambientales internacionales, que consisten en el proceso actual de metas determinadas individualmente y estrategias nacionales. Esta posibilidad aumentaría los peligros del cambio climático para toda la humanidad por las emisiones de gas que causan un efecto invernadero, pues sin la participación estadounidense, que es el país más contaminante después de la República Popular China, los objetivos de dicho Acuerdo no se van a lograr.
Otras medidas relacionadas con este tema se refieren a incentivar la producción de carbón, levantar las moratorias para la producción de petróleo en áreas federales, eliminar las restricciones que limitan las nuevas tecnologías en la producción de petróleo, tratar de llevar adelante el controvertido «Keystone Pipeline» procedente de Canadá (bloqueado por Obama el año pasado), entre otras.
Como conclusión, puede decirse que Donald J. Trump, quien es el presidente electo de la única superpotencia, va a tener que enfrentar una situación de una complejidad que no existía desde el fin de la Guerra Fría, por lo que debería rediseñar la política exterior norteamericana para demostrar iniciativa estratégica frente a una creciente inestabilidad global. Para ello, lo razonable sería mantener el sistema de alianzas y de poder desarrollado por su país desde hace setenta años. Lamentablemente, los temas arriba enumerados demuestran que este cometido puede estar inspirado por un populismo, un nuevo nacionalismo y un repliegue dentro de sus fronteras, que son conceptos que pueden hacer más vulnerable a los Estados Unidos y a la comunidad internacional en su conjunto.