sábado, 29 de agosto de 2020
«La nueva facción», por Luli DELGADO

Por Luli DELGADO, para SudAméricaHoy

Antes, cuando era antes, ver a alguien por la calle con una máscara, o estaba fuera de la ley, o nos sugería una persona con baja inmunidad.

Resulta que ahora es más bien raro, e inclusive cuestionable, encontrarnos a quien transite sin este tipo de protección.

Al comienzo de la pandemia, resultaba difícil encontrar máscaras en el mercado. Yo, a las primeras a las que tuve acceso, fueron compradas en una ferretería y estaban destinadas a los pintores de brocha gorda.

Sin embargo, a las pocas semanas ya estaban a la venta inclusive en las agencias de correo.

Paralelo a la recomendación cada vez más presente de que debíamos usar máscaras como parte de los protocolos de prevención contra el COVID 19, los mercados orientales se alborotaron y comenzaron a ofrecer todo tipo de sucedáneos, como protectores de plástico para la cara sujetos por una suerte de diadema, pero las máscaras parecería que desde el comienzo llevaban y siguen llevando la delantera.

Tal vez fueron las costureras las que iniciaron la modalidad de máscaras de tela, lavables y reusables, pero en cualquier caso han resultado de gran aceptación.

En estos días, Luciano Huck, presentador de un programa de variedades que Brasil entero acompaña los sábados por la tarde, supo de una niña de nueve años que ofrecía máscaras a cambio de comida en los semáforos de Rio de Janeiro.

La productora del programa logró localizarla y así supimos que era hija de una empleada doméstica y vendedora de helados de Copacabana, quien al verse imposibilitada de ejercer ninguno de estos oficios, resolvió hacer máscaras para sustentarse junto a sus cuatro hijos. El vídeo se viralizó en las redes.

Las máscaras han pasado a formar parte de nuestra fisonomía, y al llevarla puesta, el mensaje de los ojos gana aun más protagonismo que el que ha tenido tradicionalmente. Ya no es tan importante cómo sea la nariz o la boca de su portador. Ahora son nuestra nueva facción.

Por su parte, los mecanismo de reconocimiento facial de los móviles se niegan a reconocernos, por lo que resulta crucial no olvidarse de la contraseña de respaldo al acceso. La OMS recomienda su uso a partir de los doce años, y ahora están a disposición máscaras de todo tipo de estampados y motivos infantiles, masculinos y femeninos, o de figuras de animales, deformaciones de las facciones que escondemos, hashtags con todo tipo de mensajes. Van Gogh, Frieda Kahlo o Dalí, amén de sus obras más famosas ya están a disposición en los sites de comercio. En fin, las máscaras se han convertido en poco tiempo en una suerte de nuestra nueva identidad.

Pasados los días de la exclusividad de las máscaras quirúrgicas, no tendría nada de raro que por las pasarelas de la moda comenzaran a desfilar los últimos gritos para la nueva estación.