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Discurso de Gabriel Boric
El sueño americano se ha convertido, de momento, en la pesadilla del mundo. Donald Trump es el presidente electo de Estados Unidos y su partido, el republicano, tiene mayoría absoluta en ambas Cámaras.
“El maldito muro lo pagará él”, dijo en cuanto se enteró de la noticia el ex presidente mexicano, Vicente Fox. La ministra de Asuntos Exteriores de Argentina, Susana Malcorra, envió un escueto comunicado de felicitaciones. Mauricio Macri, “un buen muchacho” para Trump cuando éste, años atrás, barajó la idea de construir una “Trump Tower” en la zona, debe estar tan sorprendido como el resto del planeta pero, quizás, sea el único jefe de Estado latinoamericano que conoce en un ambiente distendido al hombre que, en un par de meses largos, en cuando se celebre su investidura, será el más poderoso del mundo.
Trump pronunció un discurso de cordero para alejar su imagen, ganada a dentelladas, de lobo insaciable y sin escrúpulos. Mientras las bolsas del planeta se derrumbaban prometía gobernar “para todos los americanos” incluidos los que no le votaron y hasta le arrojó flores a Hillary Clinton por una campaña en la que reconoció que, la señora que prometió meter en la cárcel si ganaba, había «trabajado duro». Incluso, agradeció sus esfuerzos y la llamada de madrugada en la que reconoció su derrota.
El nuevo Trump habló por primera vez como si fuera un estadista -¿Podrá serlo?- y defendió la unidad de los estadounidenses, un país que no ha podido escapar a la ola de entusiasmo que despiertan estos nuevos líderes, a derecha e izquierda del planeta, que zarandean el sistema y prometen reventarlo en nombre del bien común.
A lo largo de la jornada se sucederán las felicitaciones del resto de los presidentes, incluidos los de la otra América, la que durante décadas pensó en EE, UU como la tierra prometida. Habrá que ver qué palabras elegirán el nicaragüense Daniel Ortega, Nicolás Maduro, Rafael Correa o Evo Morales, por citar algunos de los que, como Trump, tienen en Putin a un aliado pero consideran el norte como el imperio endemoniado. Ironías del destino Peña Nieto podrá volver a estrechar la mano de quien amenazó en campaña con ser el verdugo de México. Fue el único que lo hizo y Trump, dicen, sabe reconocer las deudas. Otra cosa es que, como los impuestos, las pagué.
El mapa de Estados Unidos, teñido de rojo, el color de los republicanos no deja espacio para la duda. Los americanos, incluidos los latinos de Florida, se inclinaron mayoritariamente por Trump. Nunca sabremos si las encuestas eran todas un fiasco pero cuesta trabajo no creer que el FBI le hizo al presidente electo el favor más grande de su vida. La cuestión es si se lo hice también al país y al resto del mundo. El tiempo lo dirá.