domingo, 17 de noviembre de 2019
México, más calidad que cantidad en Mar del Plata

Por Ernesto PÉREZ, para SudAméricaHoy

 Con un reducido grupo de tres películas, muy
distintas entre sí, con un corto documental, un largo experimental y una verdadera obra maestra, el cine mexicano ha obtenido una más que loable
presencia en el 34o. Festival Internacional de Cine de Mar del Plata
.
    “Ya no estoy aquí” es el segundo largometraje de ficción de Fernando
Frías de la Parra, tras una carrera de cortos, documentales y series
televisivas, y cuenta la historia de Ulises, un adolescente de 17 años, gran
bailarín de una variante de la cumbia colombiana, crecida y desarrollada en Monterrey, en la frontera con Estados Unidos.


    Ulises capitanea una banda de jóvenes de ambos sexos que trata de
sobrevivir entre narcos, policías y políticos hasta que por un fortuito
percance se ve obligado a emigrar clandestinamente en Estados Unidos y a
ganarse la vida en una helada Nueva York, donde solo una muchacha china de 16 años le brindará ayuda y apoyo.
  Ganador del concurso oficial y del premio del público en el último
festival de Morelia
, el film es notable no solo por su factura técnica sino
también por la veracidad de las situaciones vistas con mirada comprensiva por el joven director que cuenta con un intérprete de primer orden, el debutante Juan Daniel García Treviño, verdadera revelación del film.
  Hablada en el incomprensible (para el resto del mundo) dialecto de
Monterrey y en inglés, “Ya no estoy aquí” sigue las andanzas de Ulises
por los distintos sitios que su vida le depara
, demostrando un carácter y una fortaleza que lo harán superar todos los obstáculos, aunque Frías de la
Parra no haya incluido este final feliz en su película.
  “Príncipe de paz” es el debut en el largometraje del artista visual
Clemente Castor
que se inspiró en un adolescente que vió jugar al fútbol en un parque de su barrio en el este del Distrito Federal, dándole el título de príncipe de la paz con el que es conocido Jesús entre los islamistas. El film alterna largos planos de exquisita elegancia con sucias imágenes de video analógico en una narración que de ficción pasa a ser un evento artístico.


  Finalmente, “Mi piel, luminosa” de Nicolás Pereda y Gabino Rodríguez,
nace casi de casualidad por un encargo del gobierno mexicano de documentar un programa de mejoras de escuelas primarias y que se transforma en el retrato de un niño, segregado en cuarentena en su escuela al descubrirse que había perdido la pigmentación de la piel.
  En apretados 39 minutos, el dúo directorial trasciende el documental para
transformarse en un relato imaginado, la historia de un niño que en su
aislamiento se inventa una fábula de la que es protagonista.