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Discurso de Gabriel Boric
Las relaciones de México con nuestro vecino país del norte, de suyo complicadas, quizás las más del orbe, lo serán aún más cuando la «oferta de campaña» se vuelva acto de gobierno, según decreta en tono imperativo (imposición) el hoy presidente electo de los EE.UU. el empresario Trump.
El muy complicado sistema electoral norteamericano, que de acuerdo a su Constitución ofrece numerosas y variadas oportunidades para emitir su opinión al votante, (se origina en los estados de la unión con marcadas diferencias entre ellos), establece: «El verdadero peso de la responsabilidad y poder del elector recae sobre el derecho de sufragio y su ejercicio juicioso y regular, establece como factor decisivo en todo este proceso-designación de candidatos, elección, gobernación-es el voto individual del ciudadano» .
En esta elección en particular no se cumplió con el espíritu del Constituyente norteamericano, pues la ventaja de más de un millón de votos en favor de Clinton no fue considerada, y perdió en el Colegio Electoral; ironía o contradicción de un sistema establecido para hacer del voto popular la expresión de soberanía del pueblo.
Las promesas de campaña de Trump, hoy muy posibles actos de gobierno ya han generado daños a la economía no solo de ambos países, las finanzas mundiales han resentido estas acciones.
En nuestro caso han impacto severamente el valor del peso, el PIB ha visto varios recortes en las previsiones de crecimiento y el aumento en las tasas de interés, incluidos los CETES, encarecerán todavía más el crédito.
La anunciada revisión del TLC (se supone acción inmediata, después del 20 de enero de 2017) será la primera «amenaza cumplida» en la que hasta el momento ha ignorado a Canadá, razón por la cual este país ha hecho un inventario de los beneficios del tratado y se prepara para una renegociación y defensa del mismo.
El propio ex-presidente republicano George W Bush ha defendido la importancia del TLC: «trabajadores de los tres países, trabajando juntos, venden mejores productos al mundo».
Todo apunta que después del día 20 de enero próximo, se dará el primer contacto personal entre el presidente Peña Nieto y el presidente Trump, en el que el tema central será el Tratado de Libre Comercio.
Más allá de este tratado comercial, existen acuerdos bilaterales, particularmente en los temas de justicia, migratorios, energéticos, fiscales, financieros, etc. la divisa común ha sido, en estos tratados y acuerdos «la desconfianza».
Ambos países han trabajado durante décadas para estrechar lazos y disminuir la brecha de separación y restañar, que no sanar, heridas históricas, compartiendo una frontera común de más de tres mil kms. tarea nada fácil en la que a México le ha tocado ser la parte más vulnerable.
La pérdida de más de la mitad del territorio nacional y el trato desigual, siguen siendo recordatorios de que nuestro país acude a las mesas de negociación con suspicacia y buena fe restringida, con la percepción de que las decisiones son unilaterales.
El nacimiento de la nación norteamericana como estado independiente, libre y soberano (aventaja a México con 45 años, 4 de julio de 1776) ha tenido un profundo impacto en la consolidación de nuestro país como estado soberano, su Constitución fue una influencia marcada en nuestra Ley Fundamental; la soberanía de México ha vivido amenazada o supuestamente protegida por el vecino del norte, en suma disminuida; los dolorosos eventos históricos vividos y los tiempos políticos no han abonado en nada para la distensión.
Porfirio Díaz, siendo pro estadounidense (se le atribuye la frase «pobre México tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos») no estuvo exento de incertidumbres y temores, incluso cuando pidió al vecino apoyo para expulsar a las fuerzas francesas, lo hizo con reservas y ya como presidente incrementó la presencia y la inversión europea para nivelar la balanza.
La Revolución mexicana fue otro acontecimiento histórico en el que la intervención del embajador de Estados Unidos Henry L Wilson, provoca la caída del gobierno de Madero en 1914, y el ejército norteamericano ocupa Veracruz.
La cronología disímbola de los mandatos presidenciales, ha tenido como resultado que las antipatías o en su caso empatías de los mandatarios en turno se disuelvan en personas y mandatos sin continuidad y que la historia reciente de cuenta de discrepancias en todos y cada uno de los regímenes presidenciales, ningún presidente mexicano ha estado exento de librar estas batallas y siempre en cada una de ellas la sensatez y el talento político impregnado de un nacionalismo bien fundado ha sido la mejor respuesta.
En 1972 el presidente Echeverria ante el Congreso norteamericano dijo: «Resulta Inexplicable, de todas formas, que la audacia e imaginación de Estados Unidos para resolver complejos problemas con sus enemigos no sea empleada para solucionar sencillos problemas con sus amigos.»
Uno de los casos ríspidos más recientes, se dio con la mismísima Secretaria de Estado Hillary Clinton, cuando el presidente Calderón le pidió retirar al embajador de su país por sus comentarios en contra de su estrategia para combatir el narcotráfico, en el encuentro la Secretaria Clinton le dijo al presidente mexicano: «No solo somos vecinos y socios. ¡Somos una familia!».
La firmeza de Calderón, política y diplomáticamente correcta o no, llegó hasta el presidente Obama quien finalmente retiro al embajador Pascual.
Al presidente de México le restan dos años de mandato coincidente con Trump, en momentos difíciles para el primero y el inicio del segundo; que como todos los presidentes norteamericanos aspiran a gobernar no cuatro, pero si ocho años, en este escenario Trump gobernaría del 20 de enero 2017 al 20 de enero de 2025, lapso en el que tendría 2 años de trato con Peña Nieto, 6 con otro presidente mexicano del 1 de diciembre de 2018 al 30 de noviembre de 2024 y un año más con un tercero.
México lleva casi dos siglos, resolviendo los retos que tan complicada relación le impone su vecindad con EE.UU., la experiencia como nación unida, es basta y suficiente, su grandeza e identidad nacional, su vocación natural como país negociador y conciliador son fortalezas que nos servirán para emprender este nuevo reto con el próximo gobierno norteamericano.