martes, 16 de diciembre de 2014
La «ley pulpin» o cómo no otorgarles derechos laborales a los jóvenes


Hugo-Coya-150x150Por Hugo Coya paraSudAméricaHoy (SAH)

Si el Perú fuera un país donde imperase la igualdad de oportunidades, lo lógico sería que la pobreza o la riqueza sean el resultado apenas de un esfuerzo personal. El trabajo y la educación permitirían que aquellos que luchasen y estudiasen más, ganaran proporcionalmente a su empeño.

Eso sería lo correcto, lo justo, lo ideal. No obstante, en el Perú, las cosas son muy diferentes.

Tenemos numerosos profesionales universitarios que se desempeñan como taxistas, vendedores ambulantes o que perciben remuneraciones que apenas les permiten escapar del hambre. En la otra orilla, están ciertos políticos, muchos de los cuales alcanzaron la cúspide de la escala salarial, simplemente porque convirtieron su labor en un auténtico negocio.

Si esto ya es aberrante, el Congreso del Perú acaba de sumar una nueva tropelía. Aprobó una serie de normas para «dinamizar»  la economía, eliminando los beneficios laborales a las personas entre 18 y 24 años.pulpín

Las normas, bautizadas por algunos como la “ley pulpin” – una aparente alusión a un zumo envasado que hay que exprimir mucho para sacarle la última gota – convierte, en la práctica, a los trabajadores jóvenes en ciudadanos de segunda categoría. Esto quiere decir que ellos trabajarán igual o más que los adultos, pero ganarán menos y sin contar con los beneficios o protección que poseen los mayores.

El presidente Ollanta Humala salió a defender el nuevo régimen laboral aprobado, tras la ola de críticas desatada por las normas que partieron originalmente del flamante ministro de Economía y Finanzas, Alonso Segura, para tratar de contrarrestar la ralentización de la economía peruana y que se estima crecerá menos del 3 por ciento este año.

“Primero que este es un mecanismo voluntario, porque en las calles vemos como los chicos hacen colas para trabajar en centros comerciales, con su sobre de manila en la mano, donde llevan sus legajos y [si son aceptados], tienen que pagar lo que se llama derecho de piso y son sobreexplotados y eso no es posible”, justificó el mandatario.

Lo cierto es que desde hace varias décadas numerosas empresas ejecutan subrepticiamente este sistema bajo la forma de “practicas” pre profesionales, hecho que convierte a muchos estudiantes universitarios de los últimos años en virtuales esclavos modernos. Obligados a cumplir largas y extenuantes jornadas, reciben el salario mínimo en el mejor de los casos o apenas un certificado, al final de su trabajo, que les permitirá presentar en su universidad para conseguir el ansiado título profesional.

Incluso, algunas publicaciones revelaron, recientemente, que entre los exclusivos restaurantes cinco tenedores de Lima se mantiene a estudiantes de gastronomía o aspirantes a chef soportando largas jornadas sin recibir ninguna o una escasa recompensa monetaria, bajo la excusa de que están aprendiendo o engalanando sus hojas de vida.

¿Cómo enseñarles a los jóvenes peruanos que, si se esfuerzan, podrán conquistar un empleo digno? Tras la aprobación de estas normas, habría que enseñarles también que solo lo podrán hacer, con suerte, cuando abandonen la juventud.