lunes, 4 de noviembre de 2013
La nueva oportunidad de Humala, por Hugo Coya

Hugo-Coya-150x150Por Hugo COYA, para SudAmericaHoy (SAH)

Para quien viniese al Perú por primera vez y no conociera nada de su realidad, podría pensar que el  escándalo es el elemento que articula actualmente el debate político debido a las deficiencias de muchos de sus líderes de opinión, quienes convirtieron la ofensa y la agresión en sus principales argumentos.

El debate encabezado por los políticos hidrófobos -aquellos que huyen de sus responsabilidades por sus errores pasados como si del agua se tratara – gana cada día más espacio en los medios de comunicación del país y camina a dominar todo el panorama, tornándolo apenas en un campo de lucha vociferante, retrogrado y fútil. No hay propuestas, apenas gritos destemplados y frases grandilocuentes sin profundidad.

Es falso considerar que todo está mal en el país y que tanto el gobierno como la oposición son demoniacos, dependiendo del lugar en el espectro donde nos ubiquemos.

El gobierno de Ollanta Humala comete y ha cometido graves errores, pero es necesario también reconocer que mantiene la estabilidad económica, adoptando, además, programas sociales que ayudan a mitigar la perversidad de un sistema que ha desarrollado al país, pero que todavía mantiene atrás a millones de personas.

Que carece de experiencia, que no sabe comunicar adecuadamente, que no logra atraer a los mejores profesionales a su entorno, que hay ministros y funcionarios que deberían irse a su casa hace tiempo, que es lento y que irrita la exagerada presencia en las decisiones gubernamentales de su esposa, entre otros. Sin embargo, eso no transforma a Humala en el monstruo desalmado y corrupto que sus detractores les gustaría que fuera.

Tampoco la oposición es aquel enemigo de quien hay que desconfiar permanentemente o desacreditar a cualquier costo. El rol de la oposición en una democracia es, precisamente, señalar aquello que se está haciendo mal en el gobierno para sea reparado o simplemente investigado, especialmente si de una denuncia de corrupción se trata.

Menospreciar los cuestionamientos por el simple hecho que provienen de la oposición no ayuda al gobierno sino que lo convierte en una isla y demuestra una miopía política alejada de la realidad que vive el país, poniendo serias dudas acerca de si se posee la altura de estadista que la nación demanda.

Los epítetos -sean del lado que sean- siempre son reduccionistas y no aportan al debate. Los maniqueísmos no conocen de matices ni complejidades, aunque permiten a sus inventores la notoriedad y la resonancia que buscan.

Los insultos personales y las descalificaciones no sirven para nada, aunque son una basura muy rentable para quienes los producen.

La presencia del nuevo presidente del Consejo de Ministros César Villanueva podría ser aquella nueva oportunidad que el gobierno requiere para recuperar la sintonía que poseía con la población al inicio de su gestión, pero para ello se necesita mucho más que un solo cambio en el gabinete ministerial.

La tarea es amplia, aunque podría comenzar por poner los cimientos en temas tan cruciales como el dialogo con todos los sectores políticos, el impulso de una auténtica reforma del evidentemente desgastado sistema político y electoral así como medidas urgentes para mejorar la seguridad ciudadana.     

De esta manera, los ultras de ambos lados no seguirán dominando el debate, evitando que continúen obteniendo réditos y ayudando a que los viejos cuervos de la política ganen, pero que el país pierda de forma irremediable.

 

Jura de Villanueva