miércoles, 23 de abril de 2014
Las lenguas que se niegan a morir, por Hugo Coya


Hugo-Coya-150x150Por Hugo COYA, para SudAméricaHoy (SAH)

Había nacido y vivido en un recóndito paraje de Turquía, cerca de la ahora convulsionada Irak. Sabía que la muerte le llegaría próximamente y que, al perecer, ningún familiar le llevaría flores a su tumba ni le rezaría en su idioma. Así que se preparó para la partida y mandó a hacer su lápida con la inscripción: “Esta es la tumba de Tevfik Esenc. Fue la última persona que habló una lengua llamada ubik”. Al poco tiempo… murió.

La vida de este agricultor del Cáucaso había pasado inadvertida para la mayoría de los pobladores del planeta y, por tanto, su muerte, en 1992, no debía ser diferente. Sin embargo, su deceso, quizá sin saberlo, se transformó en un hecho de resonancia mundial. Esenc era el último ser humano que hablaba ubik, la lengua con más consonantes en el mundo: 81.

Esta muerte puso de relieve algo que hasta ese momento era patrimonio casi exclusivo de los círculos académicos: las lenguas, al igual que los animales y plantas, se encuentran también en extinción o, mejor dicho, la diversidad biológica, cultural y lingüística del mundo está en peligro. Aun cuando se discute con vigor acerca del carácter y la importancia de la amenaza a la riqueza biológica de la Tierra, no hay duda respecto de lo que sucede a la diversidad cultural y lingüística de la humanidad.

¿Ley de la selva?

Los pueblos indígenas son los agentes de la mayor parte de la diversidad cultural del mundo. Sus modalidades distintas de existencia varían considerablemente de un lugar a otro. De las seis mil culturas que existen en el mundo, de cuatro mil a cinco mil son indígenas.

Muchas de las regiones de la más intensa diversidad biológica de la Tierra son habitadas por pueblos indígenas. Los “17 biológicos”, es decir, los 17 países que albergan más de dos terceras partes de los recursos biológicos de la Tierra, son también los territorios tradicionales de muchos de los pueblos indígenas del mundo.

La comunidad hispanohablante celebra esta semana un aniversario más del Día del Idioma. En América Latina, la pluralidad de lenguas enfrenta algunos problemas, entre ellos la extinción de su variedad por efecto de la globalización. Para nosotros, el Día del Idioma es el de los idiomas y supone la defensa de una memoria cultural también nuestra.

niños indígenas niña indígenaAl morir una lengua, se pierde una fuente invaluable para conocer la historia de los pueblos, su cultura y desplazamientos. Además, el mundo disminuye su diversidad.

Cuando examinamos la distribución global de los pueblos indígenas, observamos que existe una marcada correlación entre las regiones de intensa diversidad biológica y las de acentuada diversidad cultural. Esta relación es particularmente marcada en las zonas selváticas, entre ellas, las que existen a lo largo del Amazonas y en América Central, África, Asia sudoriental, Filipinas, Nueva Guinea e Indonesia. De los nueve países en los que se habla el 60 por ciento de las lenguas, seis albergan también cantidades excepcionales de especies vegetales y animales que sólo se encuentran en esos lugares.

Estas cifras y estadísticas pueden parecer distantes si no fuera porque aquí, en el Perú, enfrentamos una realidad semejante. Ejemplo palpable es lo que ocurre con los nacidos en Tupe, en la provincia de Yauyos. Ubicado a escasos 240 kilómetros de Lima, éstos hablan el aqaru –un derivado del aimara–, pero la mayoría vive en Lima. Esto hace prever que el jaqaru pertenecerá próximamente al mundo de las lenguas muertas.

Desde el siglo XIX, Antonio Raimondi, Sebastián Barranca y Julio C. Tello habían estudiado el parentesco lingüístico entre el jaqaru y el aimara altiplánico, pero sólo con los trabajos de Marta J. Hardman en las décadas de 1950 y 1960 se confirmó plenamente que la lengua que hablan unos 500 mil peruanos había echado también raíces en los alrededores de Lima. Hasta ese momento,  se pensaba que sólo el quechua había conseguido dicha proeza.

Aunque no se conoce con exactitud cuántas lenguas existían en el Perú a la llegada de los españoles, la Unesco señala que el país ha contado con 106 diferentes, debidamente identificadas, de las cuales 14 se extinguieron.

El jaqaru resulta ser actualmente una de las lenguas que está amenazada con desaparecer, pero no es la única. En el país, de acuerdo con lo que ha identificado la Unesco, el Instituto Lingüístico de Verano, la Pontificia Universidad Católica del Perú y otras instituciones, existen al menos otras 23 habladas por no más de mil personas: amahuaca (300 personas), amarakaeri (500, en Madre de Dios), arabela (100, en el río Arabela, tributario del Napo), cahuarano (5, en el río Nanay), capanahua (entre 350 y 400, en los ríos Tapiche-Buncuya), caquinte (entre 200 y 300, en los ríos Poyeni, Mayapo y Picha), chamicuro (5, en el río Pampa Hermosa, tributario del Huallaga), cholón (1 o 2, en el Valle del Huallaga), cocama-cocamilla (200, en el río Ucayali), culina (en los ríos Purus y Santa Rosa), ese’ejja (250 a 400 en el río Tambopata), huachipaeri (entre 130 y 215, en los ríos Madre de Dios y Keros), huitoto (5, en la frontera con Colombia), iñapari (4, cerca de Puerto Maldonado), iquito (150, en el río Nanay), ocaina (entre 150 y 250, en la frontera con Colombia), omagua (entre 10 y 100), orejón (entre 190 y 300, en el río Putumayo), isconahua (entre 28 y 50, en el río Callaria), mashco piro (entre 20 y 100, en el Parque Nacional del Manu), muniche (3, en el río Paranapura), nanti (entre 300 y mil) y el yora (entre 350 y 400, en el Manu).

En noviembre de 2000, el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), en colaboración con la ONG internacional Terralingua, publicó un informe titulado Indigenous and Traditional Peoples of the World and Ecoregion Conservation: An Integrated Approach to Conserving the World’s Biological and Cultural Diversity. El documento destaca que 4.635 grupos lingüísticos, o sea, el 67 por ciento del total, viven en 225 regiones de la mayor importancia biológica. Además, precisa que las lenguas habladas por los pueblos indígenas y tradicionales desaparecen con rapidez.

Como decía John Searle, no podemos concebir la cultura sin lo biológico. “La cultura es la forma que cobra la biología”. La conciencia y la intencionalidad, las dos características de los seres humanos, son los términos de conexión entre la biología y la cultura. “La capacidad biológica para hacer que algo simbolice –o signifique, o exprese– otra cosa distinta es la capacidad básica que subyace no sólo al lenguaje, sino a todas las demás formas de la realidad”.indigena

Se reconoce que la diversidad biológica no se puede conservar sin la cultural, y que la seguridad a largo plazo de los alimentos y las medicinas depende del mantenimiento de esta relación compleja. Resulta también cada vez más evidente que la diversidad cultural es tan importante para la evolución de la civilización como la biodiversidad para la evolución biológica. La promoción de culturas homogéneas plantea una grave amenaza a la supervivencia humana en ambos frentes.

En la conferencia de Elaboración de fármacos, diversidad biológica y crecimiento económico, organizada por el Instituto Nacional del Cáncer de Estados Unidos, en 1991, se llegó a la conclusión de que el conocimiento tradicional se halla muy amenazado y que es tan valioso como la diversidad biológica. “Ambos recursos merecen el respeto y han de ser conservados”.

Como si esto fuera poco, el Worldwatch Institute –organización privada que estudia las tendencias mundiales– explica que una de las razones es que la mitad de todos los idiomas son hablados por menos de dos mil 500 personas cada uno y que una lengua necesita de al menos 100 mil individuos para pasar de una generación a otra.

Las guerras, el genocidio, los desastres naturales, la difusión de idiomas dominantes, así como las prohibiciones oficiales, han contribuido a la desaparición de numerosas lenguas. Los lingüistas afirman que la extinción de una lengua no sólo afecta a la comunidad, sino también al mundo entero. Al morir una lengua, se pierde una fuente invaluable para conocer la historia de los pueblos, su cultura y desplazamientos. Además, el mundo disminuye su diversidad.

Desde su diversificación, al menos 30 mil idiomas nacieron y se extinguieron, en la mayoría de los casos, sin dejar rastros. A esta gran cantidad de muertes corresponde una duración media de vida relativamente breve. Son muy pocos los idiomas que superan los dos mil años como el chino, griego, hebreo, latín, persa, sánscrito y tamil.

Las conquistas coloniales europeas aportaron decisivamente a la desaparición de lenguas indígenas. Otro factor ha sido el nacimiento de los Estados para la consolidación de las lenguas nacionales y la marginación de las demás. La globalización expresada en la difusión de la información por medios electrónicos, la internacionalización de los mercados financieros y la expansión de Internet, han contribuido actualmente a incrementar las amenazas sobre las lenguas habladas por grupos minoritarios.

La muerte de las lenguas no es nueva, pero ese proceso se ha acelerado. “Ahora lo notable es la rapidez con que sucede”, señala la directora de la Comisión de Lenguas en Extinción de la Sociedad Lingüística de Estados Unidos, Megan Crowhurst.

Se cree que entre 3.400 y 6.120 lenguas podrían desaparecer antes de 2100, lo cual supera el conocido cálculo de que una lengua se extingue cada dos semanas.

Si las comunidades afectadas, los gobiernos, las ONG y organismos multilaterales no toman medidas más dinámicas para evitar que la globalización se transforme en “uniformización”, entonces estaremos renunciando a la realidad, al dejar que lo existente se transforme en imaginario y que nuestros nietos conozcan lo que fue el mundo sólo por medio de los libros de historia.