jueves, 28 de noviembre de 2013
Perú: ¿Un futuro que repite el pasado?, por Hugo COYA

Hugo-CoyaPor Hugo COYA, para SudAméricaHoy (SAH)

El Congreso se encuentra enfrascado, actualmente, en tratar de diseñar el futuro del sistema político peruano y para ello viene realizando una tortuosa tarea: Revisar su pasado ya sea para repetirlo o, simplemente, para vilipendiarlo.

La Comisión de Constitución del Congreso acaba de aprobar por mayoría el retorno al sistema bicameral como existía hasta 1992, cuando el régimen de Alberto Fujimori lo eliminó tras la aprobación de la actual Carta Magna.

Quienes apoyan la reapertura del Senado aseguran que esto podría darle nuevos rumbos a la alicaída democracia peruana, impulsando una Cámara Alta más reflexiva o, al menos, que disminuya los desaguisados legislativos que se cometen regularmente.

Sus detractores — usando las encuestas y el posible incremento en el presupuesto nacional — afirman que la mayoría de la población no quiere contar con mas parlamentarios y recuerdan aquella época anterior al ascenso de Fujimori, donde la única salida a la grave crisis política y económica parecían ser las fronteras o los aeropuertos más cercanos.

Sin duda, el Congreso peruano es la institución política con menos respaldo y credibilidad del país. Una encuesta de la prestigiosa empresa Ipsos Apoyo indicó este mes que el Congreso tiene apenas el 11 por ciento de aprobación entre la ciudadanía, reflejando los escándalos de corrupción en los cuales varios de sus 180 parlamentarios se han visto involucrados.

Para los analistas políticos, este hecho refleja la ausencia de partidos políticos con una sólida organización e ideología, hecho que permite la formación de agrupaciones apenas con fines electorales y el ingreso al Congreso de candidatos cuyas cualidades éticas y morales sean inversamente proporcionales a la cantidad de dinero que colocan en sus campañas.

Prueba de ello son los numerosos casos revelados por la prensa de personas que han convertido la política en la forma más rápida de engrosar sus cuentas bancarias, de convertirse en una agencia de empleos o en un refugio para evitar rendir cuentas a la Justicia.

En un hecho paradójico y casi incongruente, mientras la economía peruana  crece efervescentemente en los últimos años, el apoyo a la democracia continúa disminuyendo a pasos agigantados. Según el Latinobarómetro, los peruanos ocupan los últimos lugares en el apoyo a la democracia de esta zona del mundo, aunque el país es considerado el más centrista de toda la región.

Parece distante aquella época en que la democracia encendía el entusiasmo de los peruanos que ahora pintan canas en los años de 1980, luego de una dictadura militar de 12 años que dio paso a un gobierno constitucional y a un Congreso bicameral que contaba con los mejores políticos del país. Algunos debates parlamentarios eran transmitidos por la radio y la televisión y se convertían en clases maestras para los estudiantes de Derecho o Ciencias Políticas.

Hoy, la realidad es tan diferente como sinuosa y nada garantiza el retorno de ese pasado brillante debido a que se necesitan dos tercios de los votos de los actuales parlamentarios en dos legislaturas ordinarias sucesivas para reformar la Constitución, algo que los impulsores del retorno a la bicameralidad no poseen. La posibilidad de un referéndum – la otra alternativa por la Constitución — parece una quimera a la luz de los sondeos.

Para los analistas, lo que está claro es que, a menos que haya cambios sustanciales, la credibilidad y prestigio del actual sistema político peruano proseguirán al filo de la navaja.