viernes, 21 de marzo de 2014
Tiempos revueltos para Ollanta Humala
Ollanta Humala y Nadine

El presidente del Perú, Ollanta Humala, se ajusta la corbata junto a su esposa, Nadine Heredia

Hugo-Coya-150x150Por Hugo COYA, para SudAméricaHoy (SAH)

@HCOYA

Pocas veces se puede aplicar tan palmariamente a la política peruana, como actualmente, la vieja frase de los viajeros del siglo pasado, quienes aseguraban que aquí, en esta parte del mundo, “uno se puede morir de todo, menos de aburrimiento”.

Cada cierto tiempo, los políticos peruanos parecen convencidos de que la turbulencia es inherente a la democracia y, para evitar que la rutina consuma a este milenario país, desatan una crisis tras otra, a fin de huir de sus propios fantasmas, atraer simpatías, esconder algún acto de corrupción pasado o presente, distraer a la opinión pública o, simplemente, satisfacer sus propios apetitos electorales.

Esta vez, la omnipresencia en las decisiones gubernamentales de Nadine Heredia -la esposa del presidente Ollanta Humala- fue el detonante para la oposición o apenas un pretexto para el Gobierno.

Lo cierto es que el Gobierno tuvo una gran cuota de responsabilidad en esta crisis debido a que la Primera Dama parece decidida a no mantener el papel decorativo que tradicionalmente se le asigna y opinar públicamente sobre los asuntos de Estado ante un mandatario y sus altos funcionarios poco locuaces, inexpertos en el manejo de sus relaciones con los medios de comunicación y extremadamente parcos.

El flamante gabinete ministerial, encabezado por René Cornejo, no recibió en su primera presentación ante el Congreso de la República el obligatorio voto de confianza, tal como la manda la Constitución peruana. La turbulencia se disipó apenas tres días después, cuando el gobierno consiguió los votos necesarios y obtuvo el visto bueno.

Esto ocurrió después de que el gobierno pudiera convencer a un sector parlamentario identificado usualmente con los grandes empresarios y el escritor Mario Vargas Llosa, lanzara duras críticas contra el ex presidente Alan García, a quien acusó de estar detrás de la conjura “personalista y que no tiene otro objetivo sino de garantizarle su reelección”.

Sin embargo, la singular situación ha generado un hecho sin precedentes: la oposición se unificó por primera vez desde que Humala asumió su mandato en el 2011 y, con ello, logró darle al Gobierno un buen susto.

Hace casi cinco décadas que no ocurría un hecho similar en el país y algunos analistas consideran que los tiempos que se avecinan serán para el Gobierno, tras esta experiencia, más convulsos y traumáticos.

Los más pesimistas auguran que el flamante gabinete ministerial tendrá una vida corta por el escaso carisma de Cornejo, la virtual inexistencia de interlocutores políticos en el gobierno, la vecindad de las próximas elecciones y una economía nacional con menor crecimiento por el enfriamiento de China.

Como si esto fuera poco, cuando las elecciones se acercan, los políticos tradicionales trazan una redundante estrategia para seducir a los electores, partiendo de la premisa de que el gobierno se desgastará, haga lo que haga. Los comicios regionales y municipales se realizarán en octubre y se aproxima la hora de recordarles a los votantes que ellos existen, fiscalizan, marcan distancia y cuestionan al poder.

Mientras camina hacia la segunda mitad de su gobierno de cinco años a partir de julio, Humala debe ahora revisar el camino recorrido y enmendar el rumbo para evitar una nueva turbulencia que podría conducirlo, la próxima vez, a un agujero negro, donde ya no pueda salir tan corta ni fácilmente.