jueves, 12 de junio de 2014
Un mes dedicado a la cocina

comer de gol
Ignacio-Medina_ESTIMA20110531_0016_10Por Ignacio MEDINA, @igmedna

Llegan días de fútbol, de manera que será un mes dedicado a la cocina. Con la blanquirroja de vacaciones, el país celebrará el mundial cómodamente sentado a la mesa. No puede ser de otra forma: Perú vive enganchada a sus dos deportes nacionales, el fútbol y la cocina, aunque ya nadie sabe bien cual es el orden. Algunos aventuran que hay más niños peruanos soñando con ser chefs de los que se imaginan vestidos con los colores de un equipo de fútbol. Para mí que las mamás fantasean con la visión de sus hijos ocupando el lugar de Gastón Acurio. Los chicos siguen en lo suyo, imaginándose en el lugar de Pizarro en las tapas de los diarios.

La gran fiesta del futbol también es la fiesta de la cocina. Tal vez haya sido así desde que los romanos incorporando las masas al juego: pan y circo para la historia. Es lo que corresponde. Con los partidos programados en horarios que reservan la franja de máxima audiencia para las televisiones europeas -entre las 11 de la mañana y las cuatro de la tarde para nosotros -, está claro que celebraremos el mundial sentados a la mesa, volverán los televisores durante un mes al comedor de muchos restaurantes y elevaremos a los altares la ceremonia de la barbacoa. La combinación ideal: brasas, humo, cerveza y fútbol.

"La Saeta Rubia" alza su copa de champán

«La Saeta Rubia» alza su copa de champán

Soy del tiempo en el que los futbolistas iban más al comedor que al gimnasio. Comían sin control, cuidaban poco su físico, fumaban como cosacos, salían con vedetes y chupaban. Bueno, en esto de las vedetes y el trago se parecen más a los jugadores actuales. Pude ver al último Di Stefano arrastrar la barriguita en sus temporadas finales con el Español, o el contundente físico (disculpen el eufemismo) de Puskas en el Bernabeu. No creo que hubiera muchas diferencias con sus colegas americanos. Mi amigo Jerónimo Pimentel, una auténtica enciclopedia ilustrada -también en fútbol; hay vida más allá de la literatura-, dirige mis pasos hacia la figura de Toto Terry y sus hazañas culinarias en el Superba –cuenta Juan Luis Orrego que se pasaba por allí para tomarse un cerro de tallarines y algo más antes de los partidos- o sus socotrocos de pisco en tabernas surquillanas como El Tobara o El César –dice Eloy Jaúregui que ese era su terreno natural, compartido con los varones más fieros de la comarca-, sus “desayunos” en Don Julio –un caporal de pisco acholado y una cajetilla de cigarros negros- o el cebiche “Toto” servido en una bodega del mercado de Surquillo: pescado, limón, sal y una buena copa de pisco.

Beckham comeOtros fueron más prácticos. Me cuentan de Barbadillo, un delantero que marcó la pauta en los ochenta, cuando emigró al fútbol italiano, propietario hoy de pizzerías en Italia, donde entrena en las divisiones inferiores del Udinese. Es una salida cada día más frecuente. Las grandes referencias son David Beckham, propietario del Union Street Café, en sociedad con el televisivo Gordon Ramsey, Clarence Seedorf, titular del Finger’s, en Milán, o el mexicano Rafael Marquez, que abrió La Coronela durante su estancia en el Barça. En el lado del vino está Michael Laudrup, importador y distribuidor en Dinamarca. Para algunos, la cocina fue y es una buena inversión. Tal vea sea lo que impulsó la sociedad de Claudio Pizarro con Rafael Osterling en el Café del Mar.

Si dejamos a un lado la hora del trago, los futbolistas actuales viven su relación con la cocina a caballo entre el gimnasio y la consulta del nutricionista. Para nosotros, el fútbol es mucho más que eso: el pretexto que estos días abre la puerta de la gran fiesta de la cocina. (Somos. El Comercio)