viernes, 26 de noviembre de 2021
«Lacalle Pou, el reformista», por Pablo URIBE

Por Pablo URIBE RUAN, para SudaméricaHoy

Desde niño supo que, para ser ´grande` -de estatura-, tenía que inocularse 365 inyecciones intramusculares en cada uno de sus brazos, como Messi. Y un día, convertido ya en abogado, debutó: dio un discurso en Cerro Colorado y entró a la cancha, a la política en grande, hasta convertirse en presidente.

Luis Lacalle Pou (48 años), el mandatario más joven de la historia de Uruguay en llegar al Palacio de Suárez y Reyes, hoy es el líder más popular de Sudamérica. Un 68% de los uruguayos, según Ipso, aprueba su gestión, que comenzó sólo seis días después de que empezara la crisis sanitaria por la Covid-19. Lo que demuestra que, contrario a la tesis que defienden los mandatarios regionales, se puede ser popular en medio la pandemia.

Lacalle ha sabido mezclar una especie de pragmatismo sanitario que pondera restricciones con libertades civiles y económicas con la inocultable intención de reformar las bases económicas y políticas. Vive, si se busca un símil, un momento parecido al de la alcaldesa de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, y está lejos a nivel regional de, por ejemplo, Iván Duque, que es más joven y de derecha, pero impopular y poco reformista.

Liberal en lo económico, católico, pero no dogmático, gobierna un país que tuvo cuatro presidentes del Frente Amplio (izquierda). Todos, por encima de los 70 años -en los últimos 15- cuyos partidos políticos suelen llamarlo “rico” y “de buen barrio” y, por tanto, de derecha y neoliberal. Pero Lacalle se muestra conciliador. “Nadie podía esperar que si llegábamos al gobierno íbamos a cambiar la mitad por la otra”, dijo a La Nación de Argentina, cuando se le preguntó sobre el anterior gobierno.

Esa aparente actitud conciliadora choca con su principal plan de gobierno, la Ley de Urgente Consideración (LUC), un basto conjunto de 501 artículos que incluye más potestades para la fuerza pública, endurecimiento de penas, una nueva regla fiscal y la disminución del Estado. Una “reforma de fondo”, así la ha llamado el Presidente, que sirve para enfrentar los altos índices de inseguridad, el excesivo gasto público y un crecimiento mediocre, lejos de las economías más dinámicas de la región (Chile y Panamá).

Aprobada a mitad de año, 135 artículos de la LUC serán votados en un referendo convocado por la oposición (fecha por definir). El Frente Amplio, coalición opositora de la que hace parte el expresidente José Mujica, ha dicho que el basto articulado (la ley ómnibus, así lo llama) cambia las normas que regulan el sistema de educación publica, reforma el sistema de jubilaciones e incluye más poder para la Fuerza Pública en detrimento de los derechos de los manifestantes. En un interesante editorial El País de Montevideo escribe, ponderando los pros y contras de la reforma, que “es una ley que ordena y organiza funcionamientos del Estado, a veces con medidas quizás opinables pero que ni privatiza, ni impone una represión salvaje, ni echa gente a la calle, ni conculca derechos, ni es presuntamente “neoliberal”.

Lo que queda de 2021 y el comienzo del próximo año el debate en Uruguay estará monopolizado por el referendo a la LUC. Reforma que cambiaría parte importante de la estructura política, económica y social, siempre y cuando se apruebe en su totalidad. Sin embargo, las aspiraciones de Lacalle no sólo pasan por la LUC. Con el objetivo de dinamizar la inversión y el comercio, el Presidente quiere firmar acuerdos de libre comercio con China y Estados Unidos. No sólo es una propuesta: el plan ya está andando.

Apertura y firmeza

“Uruguay está en proceso de abrirse al mundo. Si logramos hacer un acuerdo de libre comercio con China y otro con Estados Unidos, sería el sueño del pibe”, ha dicho el presidente. Su equipo de gobierno recibió la noticia de que Consejo de Importadores de Carne de Estados Unidos (MICA, por su sigla en inglés) hace lobby desde Washington para que se firme un Tratado de Libre Comercio (TLC) entre Estados Unidos y Uruguay, al mismo tiempo que ya ha empezado los estudios de factibilidad para hacer lo mismo con China en 2022.

En el frente de las inversiones, Lacalle también ha logrado que más 90.000 empresarios argentinos se muden u obtengan la residencia fiscal por la flexibilidad fiscal que les provee Uruguay, a diferencia de Argentina donde enfrentan altas tasas impositivas y la segunda inflación más alta de la región.

Al tiempo en que se abre más a los mercados y atrae a los inversionistas, Uruguay se viene convirtiendo en un referente de la integración regional y lidera una cruzada contra los régimenes autoritarios en América Latina. “Si hay algo que es cierto es que, en mi país, por suerte, la oposición puede juntar firmas, tiene resortes democráticos para quejarse. Esa es la gran diferencia con el régimen cubano”, le dijo en septiembre al presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel, durante la cumbre de la CELAC en México, donde fustigó su presencia, así como la de Nicolás Maduro en el evento, al mismo tiempo en que recitó partes de “Patria y Vida”, la canción que convoca a los cubanos que hoy marchan contra la dictadura castrista.

Esta posición firme contra las dictaduras regionales le estaría dando un nuevo aire al maltrecho Grupo de Lima y otras organizaciones multilaterales convocadas por presidentes de derecha que bogan por una transición democrática en estos países.

La ambiciosa agenda reformista de Lacalle, a tan sólo un año y medio de haber asumido como presidente, toma vuelo. En su país tiene el apoyo de las mayorías y en América Latina empieza a ser visto como modelo o amenaza. Entre tantas reformas, promesas y posiciones, puede tropezar. Pero, de momento, viene con el suficiente impulso para sacar un modelo de país diferente, alejado de la connotada referencia nostálgica de “el paisito”.