lunes, 31 de agosto de 2015
En la frontera de Venezuela y Colombia: «D» de demolición


CLARARIVEROSPor Clara RIVEROS, para SudAméricaHoy

Nicolás Maduro decretó en días pasados el cierre parcial de la frontera con Colombia luego de que tres militares venezolanos resultaran heridos en una “operación anticontrabando”, en San Antonio del Táchira. El gobierno de Venezuela atribuyó el hecho a paramilitares y contrabandistas colombianos. La reacción colombiana fue tardía y subestimó los alcances de la del presidente venezolano quien pasó a declarar el estado de excepción a mantener el cierre -por 60 días que pueden extenderse- de una parte de la frontera con Colombia. La medida le permitió suspender garantías constitucionales en media docena de municipios de la frontera, generando el éxodo de colombianos. Maduro denunció la presencia paramilitar en su país, se declaró víctima del modelo “capitalista paramilitar de la derecha colombiana” y reiteró que, el expresidente Álvaro Uribe planea acabar con su gobierno. 

No se trata de negar la porosidad de la frontera ni de desconocer los efectos de derrame del conflicto colombiano. Cruzar la frontera permite observar que el contrabando se da a lado y lado y que el pago de sobornos a los militares venezolanos por parte de contrabandistas es una práctica cotidiana que ocurre a plena luz del día. No solo hay paramilitares en Venezuela, los grupos de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana que conforman el Cártel de los Soles otorgan protección y comparten negocios con guerrilleros, narcotraficantes y, probablemente, con paramilitares. El narcotráfico ha posibilitado alianzas estratégicas entre actores ilegales, sean guerrillas, narcos, paramilitares o bacrim –bandas criminales-.

Diosdado Cabello, presidente de la Asamblea Nacional, respaldó a Maduro y señaló que si lo estima necesario, la medida puede ser aplicada en los 2.200 kilómetros de la frontera con Colombia. “Los diputados y diputadas venezolanos levantaremos las dos manos. Cuente con nosotros en esta Asamblea Nacional, y le proponemos formalmente que esa actividad de cierre de frontera y estado de excepción vaya sumando territorios para ser liberado por el bienestar de nuestro pueblo”. Para Cabello los problemas en la frontera son responsabilidad del gobierno colombiano, pero el presidente Santos piensa diferente. “Si el problema es el contrabando, si el problema son las bandas delincuenciales, como aduce Venezuela, nada más ineficaz y contraproducente que cerrar los sitios legales de acceso fronterizo”. Santos considera que el contrabando es un tema de “corresponsabilidad”, porque ocurre a los dos lados de la frontera.

Madre e hija con su vivienda marcada con la  D, en  San Antonio, estado de Tachira. Foto. Carlos Garcia Rawlins

Madre e hija con su vivienda marcada con la D, en San Antonio, estado de Tachira. Foto. Carlos Garcia Rawlins

El presidente colombiano sigue apostando a la vía diplomática, actuando con prudencia y moderación, lo que le ha valido fuertes críticas de la oposición y también de analistas dentro y fuera de Colombia que consideran en esa, una actitud pusilánime del mandatario. La canciller María Ángela Holguín y el ministro del Interior, Juan Fernando Cristo, se desplazaron a Cúcuta donde fueron abucheados por los colombianos deportados que se preguntan ¿Cómo el gobierno colombiano no tomó las medidas pertinentes en el momento justo y permitió llegar al estado actual? El expresidente Uribe también se desplazó a esa región, pero él y su discurso incendiario corrieron con mejor suerte y fueron bien recibidos por la gente.

La tensión entre Colombia y la Venezuela chavista ha sido latente, pero desde 2010 cuando se recompusieron las relaciones no había tanta como ahora. “Es intolerable el maltrato a nuestros compatriotas (…) Allanar viviendas, sacar a la fuerza a los habitantes, separar a las familias y marcar las casas (…) recuerdan episodios amargos de la humanidad”, afirmó Juan Manuel Santos.

El presidente señaló que la Cancillería logró un acuerdo para que los colombianos puedan recuperar sus pertenencias. Lo cierto es que cientos de colombianos lo perdieron todo, hasta sus familias. Huyeron y hoy tratan de proteger su integridad. Aunque los hechos no son algo nuevo si tienden a agravarse. Muchos de los afectados denunciaron los excesos y la brutalidad de las autoridades venezolanas. Los deportados pedían que les “dejen llevar las cositas” y contaron a los medios colombianos como los militares venezolanos saquean lo que encuentran a su paso. “Se están llevando las cosas de valor. Las motos, las neveras, los computadores. Lo que uno compró con tanto esfuerzo se lo roban. No sé si me tumbaron la casita, pero sí sé que ya perdí todo”. Las imágenes son desgarradoras.

Migración Colombia reportó que, en la última semana, más de 1.113 colombianos salieron de Venezuela y de éstos, casi 300 son menores. Tras la llegada de Nicolás Maduro a la presidencia (2013) se han deportado a más de 7.000 colombianos. El presidente aseguró hace algunos meses que los colombianos siguen yendo a Venezuela en busca de trabajo y educación, según él, de los 30 millones de habitantes, 5,6 millones son de origen colombiano. Esas cifras no son confiables y el mandatario omite que en los últimos 10 años las condiciones en ese país han obligado a más de un millón y medio de venezolanos a abandonar el territorio. Los países que reciben más venezolanos son Estados Unidos, España y Colombia.

A la izquierda colombiana le influye más su simpatía con el régimen bolivariano que la solidaridad y defensa de sus connacionales. No hubo condena alguna por el proceder inaceptable contra ese pueblo al que dicen representar. La posición crítica les alcanzó apenas para cuestionar el oportunismo de Uribe y la ausencia del Estado colombiano, desconocieron el accionar de las autoridades venezolanas porque en todo caso Colombia es el segundo país del mundo con mayor desplazamiento interno (5,7 millones), solo superado por Siria. Otros sectores, en cambio, pidieron llamar a consultas al embajador de Caracas, lamentan la tibieza del Gobierno colombiano y exigen denuncias ante instancias internacionales, se preguntan: ¿Dónde están la ONU, la OEA y las organizaciones humanitarias? ¿Dónde está Unasur?

Durante años se ha explotado el concepto de la “Patria Grande”, un discurso sobreactuado para hacer referencia a la integración regional, se pensaba que ésta debería buscar el beneficio de los ciudadanos, pero se trata principalmente, de una pose que permite a los mandatarios abrazarse y dar lecciones en las cumbres donde se aplauden la lucha contra el imperialismo, la emancipación, la unión de los pueblos de “nuestra América” y así, un largo etcétera. Desde que la diplomacia presidencial sustituyó las vías tradicionales y profesionales, la política exterior y las relaciones bilaterales se manejan acorde al estado de ánimo del mandatario, nótense los efectos nefastos.

Una niña colombiana deportada desde Venezuela busca zapatos para una bebé de nueve meses en el albergue El Morichal, en Cucutá

Una niña colombiana deportada desde Venezuela busca zapatos para una bebé de nueve meses en el albergue El Morichal, en Cucutá

Nada es tan contradictorio para la integración efectiva como exacerbar el nacionalismo, fomentar la xenofobia, ahondar en teorías conspirativas y en la construcción de enemigos externos. Esa es una práctica que divide y distrae, especialmente ante una severa crisis interna, en época electoral y ante el colapso político, económico e institucional de un modelo fallido que busca desesperadamente antagonistas y culpables. A los populistas latinoamericanos que prometieron la unión de los pueblos, la realidad les explotó en la cara. América Latina está dividida y hoy son los pueblos, justamente, los que sufren el ataque inmisericorde del poder popular, populista y autoritario que arrasa viviendas, separa familias y lo destruye todo, llevando la brutalidad a un nivel sorprendente.

Las autoridades venezolanas marcaron con R (revisada) y con D (demolición) las casas de los colombianos asentados en ese territorio durante décadas, reconocidos incluso por el fallecido presidente Hugo Chávez, según afirmaron muchos de los deportados. La Patria Grande se cae a pedazos. La mendacidad de la integración puede observarse, una vez más, en el papel desempeñado por Unasur con su secretario, Ernesto Samper, quien funge como operario de la sucursal en Quito del gobierno venezolano. D de demolición, de decadencia, de declive y de destrucción. La falacia de la Patria grande.

*A los venezolanos que dejan su país hay que sumar los cubanos que desertaron de las misiones en Venezuela y se trasladaron a Colombia desde donde buscan la manera de llegar a Estados Unidos. Autoridades colombianas han contabilizado al menos 720 médicos de diferentes especialidades en territorio colombiano.

** En 2014 hubo 156.918 nuevos casos de desplazamiento en Colombia (ACNUR).