jueves, 20 de febrero de 2014
Nicolás Maduro y la banalidad del mal

Mario CarricartPor Mario Oscar CARRICART, para SudAméricaHoy

Desde la llegada de Nicolas Maduro al poder en Venezuela continuando con la Revolución Bolivariana instaurada por el extinto Hugo Chavez Frías, la intolerancia, el autoritarismo, las crisis económicas, las violaciones a los derechos humanos y la supresión de libertades y garantías constitucionales se han transformado para los venezolanos en una realidad con la cual deben convivir o combatir. No obstante, sostener que Nicolás Maduro en un dictador socialista autoritario es por lo menos ser en exceso benevolentes con su figura.

Hannah Arendt cuando tuvo que referirse al terrible criminal nazi Adolf Eichmann capturado por Israel y juzgado en este país, acuñó la famosa frase “la banalidad del mal” para hacer referencia a este nefasto personaje que llevó a la muerte a millones de judíos. Eichmann no realizó sus actos movido por un profundo antisemitismo sino producto de su propia mediocridad y su lealtad irreflexiva a un sistema intrínsecamente malvado y totalitario. Sostenía Arendt que “tal alejamiento de la realidad e irreflexión en uno puedan generar más desgracias que todos los impulsos malvados intrínsecos del ser humano juntos”.

Nicolas Maduro es hoy para Venezuela y para América Latina la representación absoluta del daño, que  la maldad  es capaz de desplegar en sus semejantes por  la irreflexible mediocridad de un ser humano.

No discierne entre el bien y el mal, lo correcto y lo incorrecto, lo democrático y lo antidemocrático. Sólo es leal a lo que él cree era la voluntad de su mentor y la revolución bolivariana que él implementó. Y es apoyado en esta manera de ver la realidad que va a sostener lo que le enseñaron que era correcto a cualquier precio. Pero como aquel personaje del poema de Jorge Luis Borges, “El Golem” donde la criatura creada por el rabino Judá León a pesar de este  haberle enseñado el universo apenas logró que barriera bien o mal la sinagoga, apenas ha logrado Maduro, esconder bajo la alfombra las miserias de la revolución que Chavez implanto en Venezuela.

A la vista del mundo ha sumido al país en una profunda crisis económica, política y social. Cuando acabe su mandato, por las urnas o por la fuerza, dejará un país no solo con graves problemas económicos y financieros sino también con una profunda crisis política y social, con civiles armados que se autodenominan custodios de la revolución socialista, con heridas profundas y resentimientos que llevará años cicatrizar y con una sociedad dividida que ha olvidado el significado del término convivencia democrática.

Como sostiene aquel principio de Newton, si un cuerpo actúa sobre otro con una fuerza (acción), éste reacciona contra aquel con otra fuerza de igual valor y dirección, pero de sentido contrario (reacción), han surgido en Venezuela la fuerza de los estudiantes para oponerse a los atropellos e inequidades del gobierno de Maduro.

Ante las detenciones ilegales, la represión, las persecuciones de opositores, las desapariciones forzosas y las torturas que se comienzan a denunciar, surge con bríos la fuerza de los estudiantes, la fuerza de la razón y del amor por un país que se opone a la irracionalidad de la mediocridad irreflexiva de la lealtad a una revolución y a su líder extinto. El apego a la libertad, a la democracia y al Estado de Derecho se levantan como banderas para decirle al aprendiz de brujo que hoy gobierna Venezuela, Basta Ya!!

En la república que soñó Simón Bolivar aún arde con fuerza la llama de la liberta, la justicia y la verdad y es responsabilidad de América Latina toda avivar este fuego.