lunes, 8 de abril de 2019
«Tiempo de banderas», por Alex FERGUSSON

Por Alex FERGUSSON, para SudaméricaHoy

Como ya sabemos, luego de un mes de la falla eléctrica de comienzos de marzo (la más grande y prolongada en la historia venezolana), aun no hay electricidad estable en el 60 %  o más del territorio nacional. A ello se suma la agudización de la carencia de agua potable, la cual ha llegado a límites exasperantes (recordemos que el racionamiento de agua y electricidad tiene ya varios años ejecutándose en todo el país)

También ha continuado el deterioro del servicio de telecomunicaciones y la internet, el cual se ha vuelto impredecible.

Por su parte, los servicios de atención hospitalaria, que ya estaban mal, colapsaron y aún no se reponen. La combinación de un sistema de salud pública inoperante y de la escasez de agua potable ha traído como consecuencia el incremento de enfermedades infecciosas gastro-intestinales las cuales, según dicen los expertos, podrían convertirse en epidemias en el corto plazo, sumándose a las ya existentes de difteria, tuberculosis, malaria y hepatitis.

La escasez de medicinas y alimentos ha superado el 80 %, así como de repuestos para vehículos automotores y para electrodomésticos; tampoco hay dinero en efectivo circulando y las transacciones electrónicas por puntos de venta o teléfonos móviles también presentan fallas importantes.

En lo económico, la inflación es cercada al 53 % semanal y el precio de los productos se duplica cada 5 días. El salario mínimo de 18 mil bolívares decretado a finales de agosto del 2018 se esfumó y hoy representa solo 5 US dólares al mes. En 8 meses desde “la gran reconversión monetaria” el precio de lo que se consigue se ha multiplicado por 10.

A esto se agrega el tema de la inseguridad. Los grupos paramilitares oficiales y los denominados “círculos bolivarianos” deambulan con actitud amenazante por las calles de las principales ciudades y tienen instrucciones de atacar a los ciudadanos que se reúna para protestar por cualquiera de las tantas calamidades que lo justifican. Unos 900 ciudadanos han sido detenidos hasta la fecha, por participar en las protesta. Esto incluye a gente del pueblo, periodistas y dirigentes opositores. Solo en Maracaibo (Estado de Zulia), la ciudad más castigada por la falta de agua y electricidad,  las protestas del 6 de abril dejaron 200 detenidos y unos 30 heridos a manos de la Guardia Nacional Bolivariana. La delincuencia común por su parte sigue haciendo de las suyas, impunemente, en todo el país.

Ante este panorama, el gobierno insiste en “más de lo mismo”: Amenazas y represión, culpando a otros de sus propios errores, pero ni una palabra acerca de qué y cómo hará para solventar la crisis que creó con su política populista y clientelar. Al mismo tiempo juega a atizar el fuego, tentando a la alianza internacional para que intervenga militarmente y poniendo a prueba los límites. Así seguirán hasta que “el destino los alcance”.

Mientras tanto la oposición parece haber superado la prueba de la disidencia  y se muestra hoy más fortalecida y con un liderazgo consolidado, luego de un período en que la desesperanza mostraba su rostro.

La unidad popular, la organización y la combatividad de la gente, más allá de los líderes, en medio de la crisis política, social y económica más grande de nuestra historia, ha rendido sus frutos.

No obstante, se asoma un tema para el debate.

¿El 1, 2, 3 de la Hoja de Ruta (1. Fin de la usurpación; 2. Gobierno de Transición; 3. Elecciones libres), podría convertirse en 3, 2, 1 ?

La presión internacional parece estar favoreciendo esa inversión de la Hoja de Ruta. Y es que los tiempos de nuestra urgencia de cambio y los de la diplomacia no son los mismos. Por otro lado los que exigen la aplicación del Artículo 187:11 de la Constitución, todavía no han podido responder la pregunta acerca de: ¿Si se solicita la intervención militar, quién pondrá la fuerza armada?

La actual dirigencia opositora ha dicho, con toda claridad (y creo que correctamente) que la intervención militar externa tendría su oportunidad, si no se produce un quiebre dentro de la Fuerza Armada Bolivariana, como consecuencia de la crisis misma, de la perseverancia en la movilización organizada de la gente y de la profundización de las sanciones políticas y económicas internacionales, las cuales apuntan al agotamiento del régimen.

Así pues, a los opositores no les queda más que continuar unidos, organizados y movilizados para demostrar su fuerza. Eso es lo más temible para un gobierno que perdió su capital social y que ya no confía en su fuerza armada (por eso apela a grupos paramilitares y a civiles armados para reprimir).

También debe atesorar a sus aliados pues el respaldo de casi 60 países es, ahora más que nunca, invalorable, tomando en cuenta que el régimen parece cada vez más aislado, con una legitimidad cuestionada por los países más influyentes del planeta, acorralado económicamente, reactivo, huyendo hacia adelante y sin capacidad de respuesta más allá de la violencia.

Parece, entonces, que están llegando “tiempos de banderas”