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Discurso de Gabriel Boric
Por Carmen DE CARLOS, para SudAméricaHoy
Los vecinos de Venezuela parecen tener una venda en los ojos, los oídos con tapones de cera y los labios sellados cuando se trata de poner un límite a los atropellos del Gobierno de Caracas. La detención, por las bravas, del alcalde Antonio Ledezma es el último acto ordenado por Nicolás Maduro que no encuentra respuesta inmediata en presidentes latinoamericanos que presumen de abrazar la bandera de los derechos humanos.
Nicolás Maduro, un hombre con las manos, por su responsabilidad política, manchadas de sangre hace y deshace a su antojo en una Venezuela en colapso económico, político, social y moral frente a algo muy parecido a la indiferencia de sus colegas.
El pseudoprogresismo de Michelle Bachelet, Dilma Rousseff, el todavía presidente en ejercicio, José Mujica, Cristina Fernández, Rafael Correa y Evo Morales, por mencionar a los más significativos, se disuelve cuando quien está en tela de juicio es uno, al menos en teoría, de los suyos.
Maduro parece tener bula, carta blanca para actuar por encima de la ley –hasta la que heredo de Hugo Chávez- contra sus ciudadanos. Sus vecinos, por desgracia, se lo permiten y al hacerlo se hacen cómplices.
Habría que preguntarle a Juan Manuel Santos, tan crítico cuando fue ministro de Alvaro Uribe, por qué ahora le faltan reflejos para señalar y condenar sin tapujos lo que pasa en Venezuela. Ollanta Humala tiene problemas internos que le están complicando su último tramo de Gobierno pero eso no es excusa para no denunciar, alto y claro, lo que pasa en ese país tan rico en petróleo y pobre en todo lo demás.
Antonio Ledezma ya sabe lo que es dormir en un calabozo. Mientras él padece su confinamiento, Cristina Fernández de Kirchner (con la casa revuelta y el banquillo cerca) se divierte con la resaca de su 62 cumpleaños («En el horóscopo chino soy serpiente…» Tuitea mientras evita el espejo). Rafael Correa vitorea en la misma red social a su equipo de fútbol: «Glorioso Emeleeec!!!”, Santos se da autobombo “Inauguramos Centro de Diseño Tecnológico Industrial de Aguablanca”, escribe mientras Dilma sigue dormida y la historia sigue su curso.
La detención del alcalde de Caracas coincide con un año de encierro de Leopoldo López, un dirigente que sufre maltrato y violencia incluso en su celda, donde su vida parece valer poco más -o quizás menos- que la de los otros presos. Parece olvidarse o no haber demasiado interés en recordar el aniversario de las movilizaciones del gentío que se echó a la calle y que terminó con cerca de medio centenar de muertos que pesan -o deberían pesar- sobre las espaldas de Maduro.
Estos presidentes se hacen los distraídos una vez más pero los senadores colombianos reaccionan y con los alcaldes de la Unión de Capitales Iberoamericanos, -en su mayoría de otro signo político- les ponen en evidencia: Veloces, pidieron que se respeten los derechos humanos de Ledezma.