domingo, 26 de enero de 2014
El Hotel del Lago, «Belle Epoque» y nazismos en el corazón de Paraguay

Hotel del Lago Paraguay

San Bernardino. Por Chema OROZCO/Efe
El hotel más antiguo de Paraguay sigue irradiando su espíritu «Belle Epoque» sobre el lago Ypacaraí, testigo del paso de huéspedes tan dispares como Charles De Gaulle, Antoine de Saint Exupéry o trágicos precursores del nazismo como Bernhard Forster, cuñado de Friedrich Nietzsche.
Abierto en 1884 por el alemán Guillermo Weyler en San Bernardino, el Hotel del Lago fue edificado al estilo de los balnearios de lujo que hacían furor en la Costa Azul francesa.
Conserva su atmósfera de ese tiempo, presente en sus sillas vienesas, sus camas de Austria y los viejos daguerrotipos de la «jet set» rioplatense, que podía pagarse el capricho de veranear en el que era el único hotel de postín con vistas al lago Ytapacaraí.
«Era otro concepto de turismo. Solo para llegar a Asunción desde Buenos Aires el barco por el río Paraguay tardaba quince días», recuerda Osvaldo Codas, director del hotel y guardián de su memoria.
Y desde la capital paraguaya aun les faltaba un largo y fatigoso viaje en tren hasta San Bernardino, a unos 50 kilómetros, y luego un traslado en lancha al hotel.
Esas incomodidades no amilanaban a la «créme» de viajeros que acudía al hotel, que tuvo su esplendor en las primeras tres décadas del siglo pasado, cuando se convirtió en lugar de recreo de millonarios, políticos, intelectuales y artistas.
En su libro de registros figura el presidente de Paraguay Bernardino Caballero, en cuyo honor se rebautizó la ciudad cabecera del lago Ypacaraí; el virtuoso paraguayo de la guitarra Agustín Barrios «Mangoré» o Rafael Barrett, el escritor español afincado en la nación guaraní.
En los años veinte lo visitó otro escritor, el francés Antoine de Saint Exupéry, entonces piloto postal en Buenos Aires, y ya parte de la mitología del hotel.
Según Codas, Saint Exupéry estuvo en dos ocasiones, ambas a invitación de «la tigresa», como era apodada Hilda Ingenhol, una aviadora de origen alemán que había nacido en Sudáfrica, donde se había aficionado a la caza mayor.
«Se habían conocido en Francia. Ella pasaba largas temporadas en el hotel. Él llega a Buenos Aires para cubrir la ruta de correo aéreo a Asunción. Y en la habitación de la tigresa vivieron un tórrido romance», asegura Codas.
El discurrir del siglo XX no quitó al hotel un ápice de su glamour.
Dio cobijo a la argentina Isabel Sarli, mito erótico del cine suramericano, que rodó en los escenarios naturales del lago «La Burrerita de Ypacaraí», así como al actor y cantante Charles Aznavour y a su compatriota, el general Charles de Gaulle, que llegó a Paraguay en 1964 de gira por la región.
Pero como todo hotel de leyenda, el del Lago tiene también su lado sombrío.
Su fantasma más ilustre es Bernhard Forster, esposo de Elisabeth Nietzsche, hermana del famoso filósofo alemán y, al igual que su marido, una inspiradora del nacionalsocialismo.
La pareja había llegado a Paraguay en 1887 para establecer una colonia agraria compuesta exclusivamente por alemanes «puros». Su defensa de lo ario «über alles» les ganaría la animadversión del hermano filósofo y la posterior admiración de Hitler.
Nueva Germanía, el nombre de la colonia racial, fue levantada en un área mitad selvática mitad desértica, una región donde vivían pueblos indígenas que tenían bien poco de rubios.
«Sufrieron enfermedades, septicemia, fiebre amarilla y además surgieron divisiones provocadas porque algunos de los colonos más jóvenes habían comenzado a relacionarse con mujeres indígenas», explica Codas.
Moralmente vencido, en 1889 Forster llegó al Hotel de Lago y a los díez días se suicidó con una mezcla de morfina y estricnina.
Su esposa llegó algunos días después e intentó hacerlo pasar por una muerte natural, según Codas. «Escondió el frasco del veneno, pero fue un hecho que (Forster) se suicidó», añadió.
Con Hitler en el poder, se cuenta que un representante del Führer se presentó en el cementerio de San Bernardino, donde está enterrado Forster, para hacerle un homenaje póstumo.
«Hubo vecinos que vieron como se puso una placa nazi sobre la lápida, pero hoy ha desaparecido», aclara Codas.
El establecimiento se resiente hoy en día, no por las posibles apariciones de Forster, sino de la contaminación que inhabilita el baño y las actividades náuticas en el lago, y que amenaza el turismo de elite por el que siempre ha apostado el hotel con más historia de Paraguay.