EL VIDEO
Discurso de Gabriel Boric
Mientras América Latina se pregunta hasta cuando se extenderá la crisis en Venezuela, otros países de la región se esfuerzan en darle forma a uno de los flagelos más grave y más antiguos –ahora que está por superarse la última lucha insurgente de la región-, el narcotráfico.
En ese afán por no ser menos que nadie y tal vez por la necesidad de insertarse en el mundo de alguna manera, Argentina se apura en tener sus propios carteles del narcotráfico. Para ello ya ha aprobado varias asignaturas. Tiene sus banditas en el interior del país, como “la banda de la Yaqui” en Mendoza, manejada por una copia de mala calidad de la “reina del Pacífico”, Yaquelina Vargas (“La Yaqui”), amenazas a periodistas, un par de muertitos a manos de un sicariato en plena formación, policías corrompidos por el dinero ilegal y hasta advertencia de Estados Unidos a un gobernador, el de la provincia de Santa Fe, Antonio Bonfatti, quien recibió hace poco más de un mes una ráfaga de metralla en el frente de su casa, se presume que por orden de las bandas de narcotraficantes que asolan la ciudad de Rosario. La misma que en los años 30, ganó su fama de “la Chicago Argentina”, gracias a la organización que conducía Juan Galiffi, popularmente conocido como “Cicco Grande”.
¿Si el país ya fue capaz de reconstruir una copia en miniatura de lo que fue la Mafia de Al Caponne, por qué no puede tener su propio Pablo Escobar? Esa es la pregunta que anida en el inconsciente social argentino por estas horas. Sólo así se entiende la ausencia de reacciones ante la detención de Joaquín “El Chapo” Guzmán, en México. “Y es que el personal está en clases…”
Es muy frecuente por estos días, observar cómo el Gobierno y hasta los medios de comunicación reproducen todo lo que negativo que pueda almacenar el flagelo del narcotráfico. El Gobierno, ante los primeros atisbos de cartelización, sale con declaraciones confusas, órdenes cruzadas de su Ministro de Defensa y del Secretario de Seguridad, sobre si la Policía o el Ejército, sobre si el país es productor -o puerto de paso- de drogas. Los medios, más precisamente una cadena televisiva de corta paraoficialista, transmite desde hace varias semanas, “Pablo escobar, el Patrón del mal”, la serie sobre la vida del extinto jefe del “Cartel de Medellín”, el hombre que reformateó culturalmente a Colombia y cuya vida delictiva fue, a la postre, la época más violenta de la historia de ese país, ya de por sí, intempestivo.
Lo que esa serie está logrando entre los argentinos, no lo había alcanzado ni “El cartel de los Sapos” ni “Sin tetas no hay paraíso”: Que no pocos miembros de la sociedad vean a Escobar como un héroe popular, antes que como un asesino. Incluso, sobran los casos, de niños que juegan a Pablo Escobar como si se tratara de Diego De La Vega, “El Zorro”. Entonces, los medios están reproduciendo pautas culturales. De ahí, a que la estética narco se transforme en una cultura, sólo será una cuestión de tiempo.
De tiempo, precisamente, es de lo que se habla cuando se pregunta cuánto demorará una solución en Venezuela. Pero no se puede hablar de tiempo cuando la situación actual de Venezuela se viene gestando, no desde la llegada de Nicolás Maduro al poder, hace 10 meses, o de Hugo Chávez, en 1988, sino desde los estertores de la IV República.
Las protestas, las muertes y los desatinos del Gobierno y la oposición son la viva expresión del agotamiento de una sociedad, que acaba de perder un gran hacedor de su memoria cultural, el folclorista Simón Díaz. Fue él, “el tío Simón” en su popularísimo “Caballo de Gran Sabana”, quien había advertido sobre lo que podía pasar con sus compatriota sometidos a la situación de los últimos años. “Caballo de gran Sabana/ porque esta viejo y cansado/ pero no se dan de cuenta/ que un corazón amarrado/ cuando le sueltan las riendas/ es caballo desbocado…”
Un aviso no sólo para Venezuela sino para cualquier país de la región. Aún para aquellos que, sumidos en graves problemas estructurales como la Argentina, se esfuerzan ahora por importar otro, mucho más complejo y letal, como el del narcotráfico.
Capítulo 1 de «Pablo Escobar, el patrón del mal»