lunes, 6 de octubre de 2014
El mensaje de las urnas brasileñas

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sudamericahoy-columnistas-veronica-goyzueta-bioPor Verónica GOYZUETA, para SudAméricaHoy (SAH)

La velocidad con la que se abren las urnas electrónicas en Brasil es apenas comparable a la rapidez con la que puede cambiar el humor de los brasileños en una elección como la que vimos este domingo.

Hace apenas dos semanas, el ahora desafiante de la presidenta Dilma Rousseff, Aecio Neves, convocaba a la prensa para desmentir los rumores de que renunciaría tras ver sus bajos índices en las encuestas, como representante de un grupo que siempre llegó a la segunda vuelta, el Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB) y que por primera vez parecía fuera.

Hace menos de una semana, la ambientalista Marina Silva lideraba las encuestas con Neves viéndola relativamente lejos. El empate técnico entre ambos y la ventaja de Neves sobre Silva, se impuso a apenas 24 horas de la votación, principalmente en el estado de São Paulo, donde los socialdemócratas ganaron el gobierno del estado, y donde el oficialista Partido de los Trabajadores (PT) perdió todos los cargos importantes, entre ellos el senado, que era suyo hace 20 años.

Pero lo que se vio en las últimas 24 horas no fue un simple cambio de humor. Tanto el voto de Silva como el de Neves, representaron un agotamiento del proyecto petista en buena parte del país. A pesar de liderar con ventaja en el norte, nordeste y en las áreas más pobres de Brasil, Rousseff vio a Silva y a Neves en su espejo retrovisor en
prácticamente todos los estados, lo que quiere decir que ya no es más una
unanimidad, incluso entre los más pobres.

El voto anti-PT que surgió fuerte en esta elección como muestran la reducción de gobiernos de estados y de sillas en el Congreso, iría tanto para Silva o para Neves, el que estuviera al frente en los sondeos. El debilitamiento de Silva, agobiada por los ataques de todos los lados, sin recursos para la campaña, ni estructura partidaria, resucitaron al socialdemócrata, que no se rendía, y que se consagró en el último debate televisado, y el de más audiencia, donde se lució frente a sus contrincantes.

La seguridad de Neves contrastó con el notorio cansancio de Silva, que afónica y con dolores de espalda, confirmaba la imagen que le habían pegado en su desconstrucción, la de una mujer frágil e insegura, a pesar de no serlo. Era lo que faltaba para que Neves despegase del suelo hasta casi alcanzar la simbólica estrella del PT.

Por otro lado, el impresionante número de abstenciones, blancos y nulos, bordeó los 40 millones, mucho más que los 34 millones conquistados por Neves y que los 43 millones de Rousseff. Ese fue el mensaje de los descontentos con la tradicional política brasileña, tal vez el que más recuerde que las manifestaciones de junio del año pasado aún no fueron atendidas, como Rousseff había prometido al ver su popularidad irse cuesta abajo, el año pasado, y ahora en la campaña, cuando vio la ascensión momentánea de Silva.

En total es posible ver a un 60% de brasileños que no parecen satisfechos con el Gobierno de Rousseff, unos completamente desalentados, otros haciendo un voto útil y un 40% aparentemente convictos. En doce años de gestión el PT se ha desgastado con escándalos de corrupción que no cesan, con una política económica intervencionista, que parece no estar funcionando más; bajo crecimiento; buenos índices de empleo, pero de bajos salarios, y con un discurso a la izquierda que no siempre se refleja en la práctica, cuando se ve, por ejemplo, el estímulo que le da al agro-negocio sobre las tierras de pequeños agricultores e indios.

Claramente no se puede desechar el voto de un 40% de los brasileños que votaron por la continuidad de un proyecto político, en que más de 35 millones salieron de la miseria, que incluyó otras decenas de millones de personas en el mercado de consumo, desarrolló regiones abandonadas del norte, y le abrió las puertas a los negros en las universidades públicas.

El mensaje que dejan estas elecciones es que sea quien gane, Rousseff o Neves, tendrá que darle una respuesta a los brasileños que salieron a las calles en 2013 pidiendo cambios, menos corrupción y mejores servicios públicos. Son ellos los que fueron a las urnas el último domingo.