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Discurso de Gabriel Boric
Por Clara RIVEROS , para SudAméricaHoy
Argentina acapara las portadas de los principales diarios del mundo. En días pasados, se produjo la muerte en extrañas circunstancias del fiscal Alberto Nisman, quien adelantaba la investigación sobre el atentado terrorista a la sede de la AMIA ocurrido en 1994 y que dejó un saldo de 85 muertos. Simpatizantes en el exterior han permanecido casi en el mutismo. Fronteras adentro, las órdenes se acatan, se repitió el primer libreto de la presidente y luego, el segundo, en consonancia con el designio de la mandataria.
Alberto Nisman fue nombrado por Néstor Kirchner en 2004 para investigar esa causa, Kirchner puso a su lado al jefe operativo de la SIDE, Jaime Stiusso. Lo que se ha sostenido sobre el atentado es que Irán tuvo responsabilidad. A comienzos de 2013, la presidente Cristina Kirchner y el canciller Héctor Timerman firmaron un “memorándum de entendimiento” con Irán que finalmente no llevó a nada. A mediados de enero de este año, el fiscal presentó una acusación en contra de Kirchner, de Timerman, del diputado oficialista Andrés Larroque, del líder piquetero Luis D’Elia, de Fernando Esteche, de Quebracho, también estaría implicado un argentino de ascendencia iraní, Alejandro ‘Yusuf’ Khalil. Lo que sostuvo el fiscal es que trató de pactarse la impunidad a cambio de petróleo iraní, justicia por relaciones comerciales, debía borrarse la responsabilidad de Irán en la causa AMIA, explicó Nisman días antes de su muerte. Lo anterior, estaría en correspondencia con la línea de la política exterior asumida por Fernández de Kirchner y su relación amistosa con gobiernos autoritarios. El domingo 18 de enero, un día antes de presentarse en el Congreso, Nisman fue encontrado muerto en su departamento.
La noticia comenzó a circular a través de Twitter, la alerta la dio el periodista del Buenos Aires Herald, Damián Pachter, quien tuvo que abandonar el país porque su vida corría peligro. Fue a Uruguay y de allí se trasladó a Israel. Según el periodista, servicios de inteligencia lo seguían en Buenos Aires. La agencia estatal de noticias TELAM y la cuenta oficial de la Casa Rosada en Twitter, difundieron los datos del vuelo de Pachter, a partir de la información suministrada por la estatizada Aerolíneas Argentinas. Este lunes, el gobierno argentino justificó la divulgación de esa información.
Ese incidente se sumó a la estrategia de persecución e intimidación del gobierno hacia medios y periodistas, son numerosas las agresiones durante la gestión de Cristina Fernández. La presidente en su delirio conspirativo elaboró una nueva trama para vincular a Clarín en los hechos acaecidos con el fiscal. La presidente no ha tenido reparo durante estos años en usar y abusar de las cadenas nacionales, muchas veces para cuestiones nimias, pero esta vez eligió Facebook para pronunciarse y referirse, primero, al suicidio de Nisman y días después, ante el rechazo de la ciudadanía y las encuestas, la presidente cambió el libreto, instaló un nuevo relato: el fiscal fue asesinado para arrojar su cadáver al gobierno, esto como parte de una estrategia de desestabilización. Ella es la justicia, ella es el Estado y esa es su verdad. «Hoy no tengo pruebas, pero tampoco tengo dudas».
Opositores cuestionaron el proceder de la mandataria como lo hizo Francisco de Narváez: “Señora presidenta: usted no tiene el derecho de intervenir con la independencia de la justicia. De esta tragedia, usted por haber hecho o dejado de hacer es responsable. Le pido que deje de actuar como una adolescente que usa el Facebook para condicionar a quienes están investigando”.
Es de destacar el extenso despliegue informativo de medios locales e internacionales. The New York Times, se refirió a la “sospechosa muerte” de Nisman y a la premura con que la presidente habló de suicidio, “una mujer agresiva contra la prensa y contra sus adversarios”. La presidente no tuvo en cuenta la dignidad de su cargo para presentar condolencias a la familia del fiscal como correspondía. Ese diario y analistas en diferentes países han expresado la incertidumbre por llegar a la verdad de los hechos y la necesidad de una «investigación internacional» que dilucide tanto el atentado de la AMIA, como la muerte de Nisman. Por su parte, el diario iraní Tehran Times, cuya línea editorial responde al oficialismo político de ese país, presentó la muerte del fiscal Alberto Nisman como un «suicidio», calificó como «falsas» las acusaciones que hizo la Justicia argentina respecto a ciudadanos iraníes presuntamente involucrados en el atentado de la AMIA, en sintonía con la versión del oficialismo en Argentina.
Respecto al papel de la televisión pública argentina, en un país que ha asumido un discurso en favor de la democratización de la información y la pluralidad de voces, con fuertes pronunciamientos en contra de las corporaciones mediáticas, denominadas por el gobierno como poderes fácticos y donde los periodistas han sido calificados como sicarios mediáticos, hay que decir, la televisión pública continuó con su programación habitual, pasó de las tortas fritas para un día lluvioso, en la mañana, al chamamé, en la noche. Este caso lleva a pensar en la desviación de lo público-estatal, convertido simplemente en un aparato gubernamental que funciona como maquinaria de propaganda y que faranduliza la información, que subinforma, desinforma o directamente oculta. Los medios privados hicieron un importante trabajo, TN realizó una transmisión en vivo durante toda la madrugada, a partir del momento en que se alertó sobre la muerte del fiscal. Al igual que los portales Infobae.com, Diario Clarín, La Nación y otros.
También en las redes sociales hubo altísima actividad, ciudadanos indignados con lo ocurrido promovieron movilizaciones en diferentes ciudades del país. Los militantes del kirchnerismo, tan afectos de la movilización, de la democracia participativa y del poder popular vieron en ese llamado un intento de desestabilizar al gobierno, se pronunciaron señalando que el fiscal se había suicidado porque no tenía como fundamentar su denuncia, que haría el ridículo y se sometería a una presión insoportable. Incluso, funcionarios del gobierno hicieron alarde de su completa falta de decoro, como Alex Freyre con su polémico Tweet: “Si la tocan a Cristina…#telodijimos”, luego buscó corregir con otros mensajes y días después, intentó explicar y justificarse. Lo escrito, escrito está y escrito queda.
Pasaron ocho días de la muerte de Alberto Nisman para que la mandataria se pronunciara en cadena nacional, con su estilo, anunció la disolución de la Secretaria de Inteligencia y la creación de la Agencia Federal de Inteligencia, dijo que le tocó hacerlo a ella, como tantas otras cosas que tuvo que reformar desde su llegada al poder, que era una deuda de la democracia recuperada en 1983, lo cierto es que el kirchnerismo suma 12 años en el poder. Kirchner descalificó la denuncia del fiscal y dijo que era absurda y no parecía escrita por un abogado, todavía menos por un fiscal, es decir, ¿Nisman no habría escrito la denuncia que presentó? (sugiere sin mencionarlo que lo hizo Stiusso)
Sobre sus dos cartas de Facebook y la versión inicial de suicidio y luego de asesinato, la presidente observó que siempre hubo coherencia en sus escritos pero que los medios del monopolio distorsionaron sus palabras y, nuevamente, por diferentes caminos, apuntó a Clarín en los confusos hechos ocurridos con Nisman. La presidente pidió que no se ofenda la inteligencia de los argentinos y asumió una posición de víctima, casi que de perseguida, pero fue enfática al señalar que no se va a dejar extorsionar.
Un hecho de gravedad semejante debe ocupar el debate público en Argentina y también, fuera de ella. La ilegalidad, el autoritarismo y el poder mafioso no conocen fronteras, por lo que convocar la solidaridad de los ciudadanos tampoco debería tener una nacionalidad específica. Lo ocurrido en Argentina es demoledor, es un duro golpe a la Justicia, a la institucionalidad del país que viene siendo desmantelada por el kirchnerismo, pero también es el intento de un gobierno por estigmatizar y desprestigiar al periodismo y a los medios que hacen su trabajo, que informan y que denuncian. La libertad de prensa, la libertad de expresión, la Justicia independiente son indispensables para que exista la democracia. Tiene razón el historiador argentino Luis Alberto Romero, de cara a los comicios de octubre: “Lo que se está jugando no es simplemente una sucesión presidencial, sino la posibilidad de que la Argentina pueda volver a ser una República”.