miércoles, 14 de octubre de 2015
Periodista Claudia Palacios muestra a colombianos camino de paz y el perdón

Jaime Ortega Carrascal
Bogotá, 14 oct (EFE).- Con la consigna de que la construcción de la paz es una tarea de todos, la periodista colombiana Claudia Palacios presenta hoy «Perdonar lo imperdonable», un libro de crónicas que tiene como protagonistas a gente de todas la condiciones que ha vivido y sufrido el conflicto armado del país.
A lo largo de 126 entrevistas a las que dedicó año y medio, Palacios, que durante casi una década fue presentadora y reportera del canal CNN en Español, busca «entender las posturas de cada uno» de los sectores que se han visto involucrados en el conflicto colombiano y extraer las enseñanzas que sus historias de vida dejan para el resto del país.
«Si una mujer a la que le acaban de asesinar a su hijo fue capaz de curarle las heridas al asesino, si un exsecuestrado fue capaz de darle trabajo a sus exsecuestradores, eso hay que contárselo a la gente para que sirva como inspiración», dijo Palacios en una entrevista con Efe en Bogotá.
En «Perdonar lo imperdonable», editado por Planeta, la autora muestra «que muchos pudieron hacer cosas increíbles» en aras de la paz y la reconciliación y el resto del país debe conocer esas experiencias «para que la sociedad no se mueva solo entre el blanco extremo y el negro extremo».
«En un país que lleva cinco o seis décadas en conflicto, no es lógico que la noticia de la paz no sea noticia», dice al explicar la motivación que la llevó a entrevistar a víctimas, victimarios de todos los bandos, políticos, empresarios, militares, expresidentes y exnegociadores de paz que analizan los procesos de paz intentados desde los años 80.
En este trabajo, Palacios encontró «una cantidad de procesos de paz individuales y comunitarios exitosos que no han necesitado de la firma de un acuerdo de paz y lo han hecho como protagonistas de la guerra».
Esas personas que han sufrido en carne propia esta tragedia «son más pragmáticas en encontrar soluciones que quienes no hemos sido víctimas directas del conflicto», añade.
Con ello no intenta restar importancia a las negociaciones de paz que el Gobierno y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) celebran en Cuba desde hace casi tres años, sino justamente lo contrario, contribuir a la formación de una conciencia nacional sobre la importancia del momento histórico que vive el país.
«Quienes están en condición más vulnerable porque pueden volver a ser victimizados encuentran a través de la fe, del amor, del deporte, del arte, de la cultura, herramientas para convertir historias de tragedia en historias de inspiración. No es el común denominador, pero a la sociedad hay que darle ese insumo para que considere su rol en la construcción de la paz», explica.
En este punto aclara que «‘Perdonar lo imperdonable’ no es un libro para apoyar o no apoyar el proceso de paz» que tanta polarización causa en el país, sino para invitar a la reflexión.
«Lo que quería era tener un espectro amplio entre todas las formas de violencia (tipificadas del conflicto armado colombiano), que son 21, entre ellas secuestro, torturas, asesinatos selectivos (…) y entre todos los tipos de víctimas, de las anónimas a las reconocidas, de las pobres a las ricas» para de esta forma hacer un relato imparcial de lo que ha dejado medio siglo de conflicto armado.
Al recordar alguna de las historias más impactantes recogidas en el libro, Palacios cuenta la de una mujer de San Carlos, en el departamento de Antioquia (noroeste), cuyo hijo fue secuestrado y asesinado por paramilitares, a uno de los cuales encuentra por esos días herido en una calle del pueblo y abandonado por sus compañeros.
La mujer lo recoge, lo lleva a su casa y, con la ayuda de una vecina enfermera, le trata las heridas en la cama de su hijo asesinado. Es ahí cuando descubre que el joven es uno de los victimarios pero, lejos de condenarlo, una vez recuperado, le da dinero para que se comunique con su madre y la saque de la angustia que le debe estar causando el no saber de su paradero.
«Hay que tener grandeza de espíritu, de alma, para tragarse ese deseo legítimo de venganza», concluye la periodista, quien reconoce que «ninguna de esas historias nos cabe en la cabeza».