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Asunción, 14 oct (EFE).- El artista paraguayo Marcos Benítez participa en la Bienal de Asunción con una muestra inspirada en la cestería del pueblo mbyá guaraní, a través de la cual, según expresó hoy a Efe, denuncia la amenaza que para el arte indígena representa la creciente pérdida de sus territorios ancestrales.
«Cuando los pueblos son expulsados de sus territorios, no pueden acceder a las materias primas que utilizan para elaborar sus productos, y se pone en riesgo también ese tipo de arte, así como sus mitos y rituales «, afirmó el artista.
Agregó que esta presión sobre los territorios indígenas se produce por la expansión de producciones agrícolas a gran escala, como el cultivo de soja, que van «acorralando a los nativos y parcelando sus tierras».
Benítez plasmó esta fragmentación del territorio a través de su obra, titulada «Piré» («piel», en guaraní) e inaugurada esta semana en el Museo Etnográfico Andrés Barbero de Asunción, en el marco de la Bienal Internacional de Arte que acoge este mes la capital paraguaya.
Para ello instaló en la mesa de la sala de reuniones del museo un tablero de azulejos blancos cuadrados, que representan las parcelas, y algunos de los cuales están impregnados de la tierra roja de la región oriental de Paraguay, donde habita el pueblo mbyá guaraní.
La tierra remite también a un concepto extendido en la cosmogonía guaraní: la «tierra sin mal» (yvy marae’y, en guaraní), el paraíso buscado por los indígenas en sus constantes marchas migratorias.
Según Benítez, los nativos mbyá guaraní representaban esta «tierra sin mal» a través de la búsqueda de la perfección en sus objetos artísticos, donde predominaban la simetría y el equilibrio.
«Los mbyá guaraní introducían en sus producciones artísticas un diseño en forma de damero de cuadrados en color claro y color oscuro, que simbolizan la dualidad del bien y el mal. Este patrón se llama mboy jegua, que significa ‘el adorno de la víbora'», explicó.
Este motivo se repite en los productos elaborados por los nativos, entre los que destaca su cestería, para la que trenzan fibras de dos plantas autóctonas: la tacuara (un tipo de bambú) para el color claro, y la raíz del güembé, para el oscuro.
Benítez ubicó fotos de estas plantas, algunas de ellas trabajadas para simbolizar texturas, como las de las escamas de las serpientes, junto a los objetos elaborados por los indígenas, entre los que destaca un cesto «ayaká», utilizado para transportar mandioca y otras cosechas, y perteneciente a la colección del botánico suizo Moisés Bertoni (1857-1929).
El artista reivindicó estos objetos como piezas de arte con «el mismo valor comunicativo que un cuadro de nenúfares de Claude Monet», y rechazó catalogarlos como «artesanía».
«Existe una corriente que pretende llamar «artesanía» al arte popular e indígena, y «arte» a lo erudito. Yo llamo arte también a los objetos de los nativos, porque tenían una utilidad, y buscaban además la belleza», resaltó.
En Paraguay casi un 2 por ciento de la población se reconoce como indígena de algunas de las 20 etnias que existen en el territorio, divididas en cinco familias lingüísticas diferentes.
La venta de artesanía es una de sus actividades económicas, dado que el 76 % de nativos de Paraguay vive en situación de pobreza extrema, según datos del Instituto Nacional del Indígena, en su mayoría debido a la falta de tierras donde establecer su agricultura y desarrollar sus prácticas culturales.