viernes, 30 de octubre de 2015
Excombatientes presos se capacitan en D. Humanos por las víctimas de Colombia

Jeimmy Sierra
Medellín (Colombia), 30 oct (EFE).- Pablo Antonio Peinado pasó de soldado a jefe paramilitar para vengar el asesinato de un hermano a manos de las FARC y hoy, tras las rejas, es guía espiritual para excombatientes, entre ellos guerrilleros, y trabaja por las víctimas del conflicto armado en Colombia.
Peinado, recluido en el Centro Penitenciario La Paz del municipio de Itagüí, cercano a Medellín, es uno de los 300 excombatientes de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) y de las guerrillas de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), del Ejército de Liberación Nacional (ELN) y del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) que este jueves se graduaron del Programa Especial de Resocialización.
Esta iniciativa es liderada por el Ministerio de Justicia de Colombia y respaldada por la Fundación Panamericana para el Desarrollo (Fupad) y el Centro Internacional de Toledo para la Paz (CITpax).
«Les dimos herramientas en el contexto de la resocialización y de reconocer los derechos de las víctimas. Hay un compromiso de no repetición, que es lo que espera la sociedad para volver a creer en ellos», afirma el viceministro para la Política Criminal y la Justicia Restaurativa, Carlos Medina Ramírez.
Los excombatientes, que se encuentran en proceso de alcanzar su libertad, fueron instruidos en derechos humanos, justicia restaurativa y emprendimiento empresarial, además de recibir atención psicosocial para evitar su reincidencia en la criminalidad.
Peinado, antiguo jefe del Frente Central Contrainsurgencia Wayúu de las AUC, dijo a Efe que fue una persona «reacia» a contar su vida, pues «no quería que nadie supiera mi pasado», pero en este proceso con psicólogos «me abrí y sané heridas».
Para el exparamilitar, que lleva 11 años tras las rejas y que utilizó en sus tiempos de guerra el alias de «Repollo», hacer parte de este programa gubernamental de resocialización que se lleva a cabo en cinco cárceles del país con la participación de 930 desmovilizados le sirvió para entender que «no solo existe la vida con las armas».
Ahora hace parte de una comunidad cristiana y ha tenido la «oportunidad de evangelizar a guerrilleros», sus enemigos en el pasado y con los que ahora habla de perdón, reparación de víctimas y resocialización.
«Compartí celda con personas a las que les causé daño. Vieron mi transformación y que valía la pena perdonar», agrega el recluso, que se unió a los paramilitares antes de los 20 años.
El exparamilitar comparó su vida con la de los deportistas Juan Guillermo Cuadrado y Caterine Ibargüen quienes al igual que él nacieron en la región de Urabá, en el departamento de Antioquia, y buscaron opciones distintas.
«Así como ellos, yo también soy de Urabá, pero yo por cobardía opté por lo más fácil, las armas», explica a Efe.
Otro recluso, el exguerrillero de las FARC Pedro Luis Pino, señala que en el proceso que están atravesando, en el marco de la Ley de Justicia y Paz, el fin es «pedirle perdón a la sociedad y a las víctimas» para dar un paso definitivo en la resocialización pues sienten de corazón «que nos equivocamos».
Pinto afirma a que diario se encuentra con personas que le causaron «daño» antes de tomar las armas y con los que combatió, pero hoy conviven en paz antiguos guerrilleros y paramilitares.
«Me desaparecieron y desplazaron a familiares, y los perdoné porque estaban cegados por la ignorancia. Acá nos prepararon para la reconciliación», manifiesta el exguerrillero.
La graduación incluyó la entrega de diplomas a los excombatientes, quienes participaron en un acto simbólico en el que las víctimas del conflicto colombiano les entregaron una manta como muestra de perdón.
«En esa colcha de retazos (manta) cada una puso un pedazo de su historia para despojarse del rencor y el dolor, y crear un tejido para la paz», puntualizó la coordinadora del programa psicosocial de la asociación de víctimas Conexión Mujeres, Yaneth Álvarez.