miércoles, 2 de diciembre de 2015
«El agronegocio impone una guerra en el campo», afirma activista brasileño

Asunción, 2 dic (EFE).- El agronegocio, el sistema de producción agrícola con cultivos a gran escala destinados a la exportación, «impone condiciones de guerra permanente en el campo», dijo hoy a Efe el activista del Movimiento de Trabajadores Rurales sin Tierra (MST) de Brasil José María Tardin.
Tardin, que participó en Asunción de la primera jornada sobre agroecología organizada por la sede paraguaya del Instituto Agroecológico Latinoamericano (IALA), afirmó que los campesinos brasileños viven en «guerra permanente» debido a la persecución que padecen y al cerco que los grandes productores ejercen sobre sus tierras.
«Desde que comenzó la dictadura brasileña (1964-1985), el ataque de los militares dejó más de 2.000 líderes campesinos e indígenas asesinados. Las organizaciones quedaron destrozadas, y los líderes fueron ejecutados, encarcelados o pasaron a la clandestinidad. Los guaraníes son el pueblo indígena más castigado por esta represión», aseguró Tardin.
Contó además que en Brasil son los grandes terratenientes los que idean los asesinatos de líderes indígenas y campesinos, y los paramilitares los que los ejecutan, «pero llegar a juzgarles es rarísimo».
Añadió que las grandes corporaciones también agreden a los campesinos a través de las «fumigaciones con agrotóxicos», necesarios para los cultivos transgénicos pero que contaminan «la tierra, el agua y el aire» de las chacras (fincas) campesinas.
Según el activista, ello envenena tanto a la población rural que entra en contacto con los químicos como a la urbana, que consume «alimentos contaminados».
La otra gran amenaza que se cierne sobre el campo es, según Tardin, el latifundio, el control de grandes extensiones de tierra y el cercamiento de miles de hectáreas para la producción agrícola a gran escala, que deja fuera de sus tierras a campesinos, indígenas y comunidades negras brasileñas.
En estos latifundios «se aplica la biotecnología, las semillas transgénicas, los agrotóxicos y la maquinaria para un patrón de agricultura tecno-industrial», que según el activista está respaldado desde «el pensamiento único de las universidades».
Además, cuando los campesinos quieren adaptarse a este patrón tecnológico, necesitan contraer un crédito bancario, por lo que comienza su endeudamiento, que muy pronto se vuelve impagable, expuso.
Tardin argumentó que existen pocas posibilidades de que Brasil escape al modelo agroexportador que impera en la región, dado que «alrededor de un tercio de los diputados brasileños está vinculado a los latifundistas y recibe plata de estas corporaciones».
Frente a este modelo, el MST y otras organizaciones campesinas y sindicales promueven la agroecología, una forma de cultivo que no emplea agroquímicos, respeta las semillas nativas y mejora los cultivos respetando sus ciclos naturales.
«Para poder resistir en el campo, necesitamos estructurar la cooperación, conocer los procesos ecológicos y luchar a través de la toma de tierras. Necesitamos contar también con una política nacional de agroecología que cuente con presupuesto por parte del Estado», recalcó.
Actualmente, los productos agroecológicos en Brasil se comercializan a través de ferias, tiendas y entregas de canastas a domicilio, pero también mediante planes en los que el Estado compra a los productores ecológicos los alimentos que después servirán para la merienda escolar o las instituciones que prestan servicios sociales, unas medidas que Tardin considera «pequeñas victorias» de la lucha campesina.
Brasil es uno de los grandes productores agrícolas y ganaderos del mundo, el mayor productor de carne bovina y el principal exportador de soja, naranja, café, azúcar y carne de aves.