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Javier Otazu
Rabat, 11 ene (EFE).- Marruecos libra en América Latina un nuevo capítulo de su batalla diplomática por la soberanía del Sáhara Occidental, mientras que permanece en segundo plano en el conflicto que enfrenta a Irán con los países árabes del Golfo Pérsico.
Así, el ministro de Exteriores, Salahedín Mezuar, viajó este fin de semana a Panamá para presidir la apertura de una nueva embajada marroquí, mientras envió a El Cairo a su viceministra Mbarka Buaida para la crucial cumbre de ministros de la Liga Árabe contemplada como un «cierre de filas» árabe ante Irán.
Con esta división de tareas, según los observadores, Marruecos deja muy claro dónde tiene sus prioridades: el Sáhara Occidental sigue siendo la «causa nacional» y el norte de su diplomacia, muy por delante de las turbulencias que sacuden la región de Oriente Medio, donde hace tiempo que Rabat no juega un papel protagonista.
En su particular batalla contra el Frente Polisario para inclinar la balanza de su lado, Rabat mira ahora a dos regiones del mundo: América Latina y el África subsahariana, los lugares donde el Polisario cuenta con más apoyos y «embajadas» abiertas.
En el continente africano las cosas no pintan bien: los dos pesos pesados continentales, Nigeria y Sudáfrica, tienen claras simpatías independentistas y arrastran tras ellos a países del antiguo eje comunista o izquierdista, como Angola, Mozambique, Zimbabue o Tanzania.
Marruecos, por su parte, cuenta con el bloque de países francófonos, donde no deja de cultivar unas relaciones cada vez más densas (políticas, económicas y religiosas), pero sin conseguir variar el equilibrio de fuerzas.
América Latina, sin embargo, es diferente: al Frente Polisario le quedan como aliados incondicionales los países del «eje bolivariano» (Cuba, Venezuela, Bolivia, Ecuador y Nicaragua, principalmente) y México, único país del continente que aloja a las dos embajadas: la de Marruecos y la de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD).
Dos países, Panamá y Paraguay, acaban de volver la espalda al Polisario, y en consecuencia Marruecos ha anunciado la apertura de embajadas en Ciudad de Panamá y Asunción.
El ministro Mezuar viajó ayer a la capital panameña para presidir por todo lo alto la inauguración de la Embajada marroquí, en una plaza particularmente simbólica, ya que fue la primera capital latinoamericana donde los saharauis abrieron una embajada, exactamente en 1980.
En noviembre de 2013, el Gobierno panameño «congeló» sus relaciones con el movimiento saharaui y en abril del año siguiente Panamá inauguró en Rabat su embajada número 49 en el mundo.
Sin embargo, Rabat tardó todavía casi dos años en dar el paso recíproco y anunció para el 12 de enero de 2016 la apertura de la legación diplomática en Ciudad de Panamá, en una ceremonia por todo lo alto presidida por el mismo Salahedín Mezuar.
Mezuar aseguró wn noviembre pasado que Panamá y Paraguay han comprendido «la complejidad del conflicto» del Sáhara Occidental, razón por la que ambos países habían suspendido sus relaciones con los independentistas saharauis.
En contrapartida, Marruecos iba a abrir sedes diplomáticas en ambas capitales, y tras ellas vendrían «otros países» de la región latinoamericana, aunque no precisó cuáles.
Los observadores consideran que puede tratarse de Venezuela, si se concreta el cambio de línea gubernamental, o de México, en este último caso para acabar con lo que Rabat considera una «anomalía diplomática».
La retirada de reconocimientos a las «embajadas» saharauis son, por último, el único ámbito en el que el conflicto por el Sáhara se mueve, ya que en el meollo del mismo, es decir, la búsqueda de una solución mutuamente aceptable para las partes (como propugna la ONU y el grueso de la comunidad internacional) está estancado desde hace años.
El último desaire marroquí a la ONU se produjo el pasado noviembre, cuando el ministro Mezuar dijo en una entrevista con Efe que su gobierno prohibía al Representante Especial para el Sáhara de la ONU, Christopher Ross, la visita al territorio saharaui que Rabat controla, y que incluyen las principales ciudades saharauis y las zonas económicamente útiles.
El secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, se limitó entonces a lamentar «la confusión creada» por las declaraciones de Mezuar, sin ir más lejos.