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Discurso de Gabriel Boric
El “servicio de justicia” es una fórmula un tanto reciente y bastante socorrida que -pese a la manía de los juristas por los nombres y precisiones- carece de una verdadera definición. De hecho, muchos jueces creen que equipararla a cualquier otro servicio estatal implica reducir o disminuir su majestad de Poder.
En general, al margen de definiciones inexistentes y tácitas asunciones, los seres humanos nos creemos merecedores a que los Estados a los que nos sometemos nos garanticen la indemnidad o eventual reparación de nuestros derechos, desde los máximos y fundamentales, a los menos relevantes (para el resto de la comunidad, porque para ninguno de nosotros nuestro derecho es menor).
Esta creencia se ha disipado, y está justificado que así sea. Un juez notorio a principios de este siglo decía que “En la Argentina, los únicos que confían en la Justicia son los corruptos” y recurrir a la Justicia “hasta las últimas consecuencias” era una popular broma del menemismo transgresor. En el país en que los Jueces eran “palenque adonde rascarse”[i], el Juez amigo pasó a ser un elemento infaltable del neceser aspiracional argentino.
Desde el inicio definitivo de la catástrofe institucional en la década del setenta (cuando la indiferencia judicial naturalizó cualquier clase de abuso sobre los individuos, por atroces que fueran), la Justicia Argentina jamás hizo examen de conciencia, ni mucho menos acto de contrición. Fidelizada a sus propias miserias, tras la recuperación democrática en 1983 la inercia judicial se resistió a revisar su propia pasividad, con muy pocas excepciones que fueron cubiertas por el juicio a las Juntas [ii], con sus propias vicisitudes. Según el Fiscal Strassera “Traté de obtener colaboraciones, pero salvo Moreno Ocampo, todos los funcionarios a los que acudí se negaron a colaborar en el juicio: pusieron todo tipo de excusas”.
En las décadas posteriores, la “evolución” de la Justicia en todos los ámbitos fue coherente con sus antecedentes, permaneciendo auxiliar a todas las asimetrías de poder –tanto político como económico- consolidándose como una Justicia de Servicio, una justicia de amigos, una justicia del poder.
Si el gobierno de Alfonsín debió negociar la integración judicial (El reemplazo de los jueces designados por el Poder Ejecutivo sin acuerdo del Senado) con el Senador Vicente Leónides Saadi, el Menemismo la dejó definitivamente en manos de la Secretaría de Inteligencia del Estado, que consagró como Jueces a algunos especímenes inclasificables.
La causa por el atentado a la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA), que se intenta revivir por decreto presidencial y creación de un organismo específico, exhibe la más irrefutable evidencia de cómo nuestra Justicia pasó a ser una “Justicia de Servicios”, administrada por esos mismos Servicios de Inteligencia.
Esta causa debe ser diferenciada del aparente furor judicial desatado tras la derrota del gobierno kirchnerista, percibiendo nuestros jueces y aparentando perseguir conductas que no habían podido o querido ver durante quince años[iii]. Puesta nuevamente sobre el tapete, es inexcusable y vergonzosa la actuación judicial en la primera década de la investigación, que culminó con la nulidad de buena parte de lo actuado, contaminada por desviaciones intencionadas, pruebas falsas e interpretaciones amañadas. Y todavía más extraña fue la deriva de la investigación en la segunda década, confiada a uno de los mismos fiscales que había colaborado en la primera etapa, orientado y auxiliado por los mismos agentes que la habían inundado con información falsa y contrainteligencia, y dotado de enormes recursos que parecen haberle resultado en contra. De la consecuencia en los errores ha resultado una masa descomunal de información aparente, contradictoria e inconsistente, y seguramente existe otra masa igual de información desconocida u oculta.
“Tzedek, tzedek tirdof. Justicia, justicia perseguirás” imploran en cada acto las víctimas del atentado, remitiendo al Deuteronomio («Jueces y oficiales pondrás en todas tus entradas, que Dios te ha dado, a través de tus tribus; y ellos juzgarán a las personas mediante juicio justo. No pervertirán el juicio; no respetarán personas, ni tomarán sobornos; pues el soborno ciega los ojos del sabio, y pervierte las palabras de los justos. Justicia, justicia perseguirás, para que vivas, y heredes la tierra que Dios te ha dado» 16:18-20).
Volver sobre los pasos extraviados en la investigación de la AMIA requiere seguir el consejo bíblico: No pervertir el juicio; no respetar personas; no tomar sobornos. Aclarar los ojos del sabio, y rescatar las palabras de los justos.
La verdad todavía está allí, bajo un montón de escombros judiciales que deben ser removidos, para lo que se necesitan mentes y herramientas diferentes a las utilizadas hasta ahora. De otra manera, patearemos por enésima vez la misma piedra, siguiendo la receta atribuida a Einstein «Locura es hacer lo mismo una vez tras otra y esperar resultados diferentes». O a lo mejor, porque alguna vez defendió el sionismo, tampoco haremos mérito intelectivo de Einstein.