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Discurso de Gabriel Boric
Pedro Pablo Kuczynski, el presidente más viejo del continente, arranca un Gobierno nuevo. PPK (insistir con su nombre completo es un despropósito) promete, “cumplir los sueños de los fundadores de nuestra República” y garantizar el “sí a la paz, sí a la unión” y el “no al enfrentamiento, no a la división”. Al presidente de Perú no se le escapa que la misión que recién comienza difícilmente podrá cumplirla sin el apoyo puntual de otros. En concreto, con el respaldo o la no oposición de, al menos, un sector del fujimorismo, la fuerza dominante en el Congreso.
En su discurso de investidura “el gringo”, como también se le conoce en su tierra por su aspecto y su larga vida en Estados Unidos, reconoció: “Se que puedo hacerlo pero se que no lo puedo hacer solo”. Acto seguido, añadió, “necesito tu ayuda y la del Congreso”. El mensaje a la ciudadanía y a los herederos de Alberto Fujimori, pareció entenderse de inmediato. Otra cosa es que lo compartan.
Los 73 escaños de 130 que ocupa el fujimorismo harán valer su peso en oro. Si el presidente (con apenas 18 escaños) pensaba que iba a encontrar colaboración, sensibilidad o tolerancia inicial en la oposición, los abucheos durante su discurso de investidura fueron lo suficientemente explícitos para advertirle que no, que no le van a poner las cosas fáciles.
“Quiero vivir en un país que valore y respete a las mujeres, que las empodere económicamente y las proteja de toda clase de violencia”. “Quiero una revolución social para mi país… Me comprometo a que nadie que salga de la pobreza vuelva a ella… Quiero que el Perú sea un faro de civilización en el Pacífico y en Sudamérica al que todos miren con admiración”. Algunas de sus frases más destacadas es imposible no compartirlas. Keiko Fujimori que todavía, con motivo, debe estar lamiéndose la herida de la derrota, también comparte esa visión.
La primogénita del clan sufre su segundo fracaso electoral consecutivo pero también sabe que la Presidencia no es suya de milagro, el que logró PPK con ayuda de sus patinazos en la recta final y el puñado de votos (41.057) que inclinaron la balanza en su contra. Keiko Sofía posiblemente tenga que parar las ansias de poder de su hermano Kenji que reclama su turno en Fuerza Popular para intentar recuperar el poder para los suyos, dentro de cinco años. Quizás, para ella, en los tiempos que se avecinan, sea más importante mantener a raya al favorito de su padre que declararle la guerra a PPK, el hombre que por imperativo constitucional (tampoco podría dada su edad) no puede intentar una reelección y que, por cierto, tiene en su mano vetar o firmar una ley que le permita a su padre cumplir su condena en casa.
PPK quiere pasar a la historia como el gran transformador. Y hacerlo de forma transparente. “No permitiré, especialmente a mis funcionarios, caer en la indignidad de la corrupción”, proclamo en el acto de investidura. El presidente que se reconoce viejo pero observa que le «funciona el coco», está dispuesto a tocar de nuevo la flauta (nunca dejó de hacerlo) y entonar la melodía que sea necesaria con tal de que hasta los ratones del Congreso le sigan en su aventura de fabricar un queso de justicia social para todos. En ese grupo estarán, más tarde o más temprano, varias decenas de diputados de Fuerza Popular. Y si no, al tiempo.