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Discurso de Gabriel Boric
Hace unos días, buscando por la red información sobre educación física y el síndrome de Asperger, encontré un artículo que me llamó la atención. Dicho artículo es de la Confederación Asperger España y se llama «Educación Física y Síndrome de Asperger: algunas recomendaciones prácticas». Me pareció interesante encontrar información escrita sobre la temática aunque rápidamente me terminé desilusionando.
En el articulo se describe, claramente, todas las problemáticas que se le presentan a los niños para realizar la clase de educación física pero no se da ninguna solución para poder mejorar la participación en la clase sino todo lo contrario. Hacia el final dice textual: «Hay autores que recomiendan incluso que a los niños con síndrome de Asperger se les dispense de hacer gimnasia mediante un certificado médico, esto es algo que queda a la elección de los padres y de los profesionales. En muchos casos se recomienda que no den una de las clases de E. F. para dedicarse a ir al aula de apoyo a trabajar aspectos en los que tengan dificultades o simplemente para que trabajen solos en su clase sobre deberes escritos (ya que son muy lentos escribiendo), haciendo tareas atrasadas o en el mejor de los casos a llevar a cabo en ese tiempo algún programa de habilidades sociales dirigido por el gabinete de orientación del centro».
Cuando leí este párrafo en lo primero que pensé fue en los padres y profesionales que por falta de conocimiento hicieron, hacen y harán caso a esta recomendación. Esto me preocupó y me obligó a tener que escribir este artículo.
Está comprobado científicamente que solo aprendemos el 10% de lo que leemos y el 20% de lo que escuchamos. Sin embargo, aprendemos el 90% de las cosas que practicamos y hacemos con nuestro cuerpo. Todo lo contrario a lo que la sociedad en su mayoría piensa, el cuerpo en el aprendizaje tiene un papel altamente preponderante. Y esto no es casualidad, la naturaleza nos proveyó del sistema nervioso con un solo fin, la supervivencia. Nuestro cuerpo y la posibilidad de aprender de nuestras experiencias nos hicieron sobrevivir y evolucionar hasta lo que somos hoy en día. Entonces ¿Por qué creer que NO realizar la clase de educación física es beneficioso para un niño?
A título personal la educación física es una disciplina que a través del uso del propio cuerpo ayuda a la formación integral del ser humano. Cuando hablamos de integral no sólo nos referimos exclusivamente a actividades deportivas sino también a otras actividades relacionadas con áreas tales como las ciencias naturales, sociales, las matemáticas o la lengua (castellano en nuestro caso). En definitiva, es una disciplina transversal a todas las otras asignaturas que se dictan en la escuela. A través del juego motor podemos aprender, acompañados de otros niños, de forma creativa y divertida. Por ejemplo, los colores, los números, las letras, el cuidado del medio ambiente, entre otras cosas.
Entonces, ¿Por qué sería conveniente ir al aula de apoyo o hacer un programa de habilidades sociales antes que realizar educación física? ¿Qué mejor programa de habilidades sociales que jugar con mis compañeros de aula?
Uno suele leer o escuchar muchas veces comentarios tales como: «A los niños con síndrome de Asperger no les gusta jugar»; «los niños con Asperger odian la actividad física»; «a los niños con Asperger no les interesa hacer amigos». Nada más alejado de la realidad.
Siempre suelo decir que a todos nos gusta jugar y si a un niño no le gusta es porque algo está pasando que no le permite disfrutar con otros de esta actividad lúdica.
Y esto es lo que realmente pasa con los niños con síndrome de Asperger. El juego motor no es una actividad menor en el desarrollo del ser humano sino todo lo contrario. En él ponemos en juego todas nuestras habilidades motoras y cognitivas. Por ejemplo en las escondidas se ponen en juego nuestras destrezas motoras, la conciencia que tenemos de nuestro propio cuerpo, la habilidad para ponernos en el lugar del otro, la atención, la inhibición para no hacer ruido. Un montón de habilidades que son aprendidas de forma espontánea en el desarrollo y que en los niños con síndrome de Asperger deben ser enseñadas y estimuladas de forma específica en las distintas terapias de los niños.
Con lo cual, me pregunto:
¿No será que no les brindamos espacios lúdicos donde generalizar todas estas habilidades aprendidas en distintas terapias? ¿Qué rol le damos al juego motor y a la educación física en las distintas terapias de los niños con Síndrome de Asperger? ¿Cómo de beneficioso puede ser aprender a jugar?
El juego motor se inicia en los primeros meses de vida y se desarrolla durante toda la infancia, siendo éste un medio importantísimo para el aprendizaje de nuevas e indispensables habilidades. En los primeros doce meses desde el nacimiento las habilidades motoras que aprendemos se reducen a un único objetivo: caminar. Este es un hito importantísimo en el desarrollo. El infante empieza a conocer el medio que lo rodea de una manera mucho más activa ya que, ahora, puede alcanzar por si solo nuevos entornos y llegar a espacios que antes no podía. En los siguientes meses y alcanzando este gran hito del desarrollo vendrán nuevas destrezas tales como correr, saltar o trepar. Y así nuevos desplazamientos con los que podrá relacionarse de una manera más activa con el medio que lo rodea. En toda esta etapa el juego que va predominar es el juego “sensoriomotor” que consiste en repetir una y otra vez una acción por el puro placer del movimiento y conocimiento del propio cuerpo.
A partir de los tres años, en paralelo con el comienzo de la escolaridad, aparece el juego simbólico en combinación con las nuevas destrezas aprendidas antes mencionadas.
Como consecuencia en la clase de educación física van a aparecer juegos que tengan que ver con «saltar charcos de agua», «imitación de desplazamientos de distintos animales como el perro, la rana, el mono, el canguro». De una manera divertida y motivadora, se brindan estímulos necesarios al cuerpo del niño para, por ejemplo, aumentar su tono muscular, dando como resultado una mejor postura, mayor resistencia al estar sentados, obteniendo así una mayor atención hacia la maestra o el pizarrón.
Es en esta etapa donde empiezan los problemas para jugar de los niños y niñas con síndrome de Asperger.
Pedrito es un niño muy charlatan y amoroso. Cuenta su maestra de preescolar que, a la edad de cinco años ya puede contar hasta cincuenta, escribir su nombre sin problemas, conoce las letras y lee palabras. A nivel académico está adelantado a la mayoría de sus compañeros de aula. Tiene una forma de expresarse muy peculiar y todo el tiempo habla solo de lo que a él le interesa (los dinosaurios). El problema está en los momentos de juego, tanto cuando los niños van al parque como en la clase de educación física. La maestra comenta que cuando van al parque Pedro se aísla y prefiere no jugar. Solo se queda mirando y leyendo el manual de instrucciones que tiene cada juego. El profesor de educación física relata que el niño demuestra desinterés en la clase, como si no entendiera lo que le propone. Lo único que hace a la hora de jugar es correr atrás de sus compañeros sin sentido alguno y a los cinco minutos de la clase, se suele escapar atrás de una columna o algunas veces sale corriendo al baño.
Por estos motivos recibí el llamado de la psicopedagoga del jardín, nos conocíamos casualmente de haber trabajado con otros niños con problemas en el desarrollo. Sabiendo que me dedico a enseñarles a jugar a niños con estas características, me pidió si la podía ayudar con Pedro. Decidí ir a observar el momento de juego del parque y la clase de educación física. En el momento del parque me atreví a hablar con él, previamente me aprendí algunos dinosaurios.
– ¡Hola, Pedro! Me comentaron que te gustan los dinosaurios. (Abrió los ojos y me miró). Tengo uno en mi celular.¿ Querés verlo?
(Sonríe)
-Siiiiii, me responde.
(Se lo muestro)
– ¡Un tiranosaurio rex corriendo! Exclama
Ese fue nuestro primer acercamiento. Le hice saber que lo iba a tener en cuenta y que lo que le gustaba era interesante para mí tambien.
Le pregunté al profesor qué juegos realizaba en la clase. Me expresó que el favorito de los niños era robarle el tesoro al “moustro dormilón”. Entonces, quedamos en modificarlo un poco con algunas indicaciones que le iba a dar. En primer lugar, le dije que el juego tenía que tener un condimento que era fundamental: los niños, sin ninguna explicación, debían saber qué hacer, cuánto hacer, cuándo hacer y cómo hacer para jugar solo mirando los materiales. En resumen, las ayudas (visuales, auditivas, de material, etc.) debían dar información sobre estas cuatro preguntas. La segunda indicación fue que, en principio, en el juego tengamos en cuenta su tema de interés: «Los Dinosaurios». La tercera sugerencia consistía en que, si llegaba a participar, la experiencia debía ser altamente positiva. Esto consistía en que sea efectivo en el juego y no provocáramos frustración en él. La cuarta y última estrategia sería que durante el juego los chicos se tomarían dos recreos y en cada corte le preguntaríamos a Pedro cómo se siente (divertido, aburrido o cansado) para evitar que Pedro se escape sin poder poner en palabras lo que estaba sintiendo. En resumen:
– Ayudas para una mejor comprensión del juego.
– Usar una temática que motive al niño.
– Que la experiencia sea altamente positiva.
– Y recreos para que el niño pueda expresar lo que siente y no llegue a cansarse ni saturarse de los estímulos del ambiente.
Así que el juego modificado se pasó a llamar: «Rescatando a los dinosaurios de las garras del moustro». Marcamos dos círculos y les pusimos conos arriba de cada color. Uno rojo, que iba a ser la casa del “moustro” y el segundo verde que iba a ser la casa de los dinosaurios. Imprimimos 30 dinosaurios y los esparcimos en la casa del “moustro”. Los niños, iban a tener que rescatar a sus amigos los dinosaurios corriendo de una casa a otra mientras el “moustro” durmiese. Pusimos un cronómetro (timer) que nos avisaría cuando empezaría y terminaría el juego. Así que ya estábamos listos para jugar.
Cuando el profesor contó de qué se iba a tratar el juego Pedro abrió los ojos. No lo podía creer. Empezó a saltar y correr en círculos. Agarró las imágenes de los dinosaurios y empezó a decir los nombre de cada uno de ellos, se los sabía todos. Ayudó al profesor a poner los dinosaurios en la casa del “moustro” y se implicó en el juego como nunca. Por primera vez habían tenido en cuenta su tema de interés. No era cualquier cosa, eran sus dinosaurios. Su mundo y el del juego se unían por primera vez para disfrutarlo junto a sus compañeros. Se volvió un momento mágico.
La educación física y el juego motor pueden mejorar notablemente la autoestima, reducir el estrés, la ansiedad y aumentar las ganas de estar con otros niños. Además pueden servir de puente para generalizar lo aprendido en las distintas terapias que se realizan de forma individual. En el juego no sólo se ponen en cuestión las destrezas motoras sino también las habilidades para integrar los distintos estímulos del ambiente, las habilidades cognitivas, y también las sociales.
Podríamos concluir que si el proceso de enseñanza en la clase de educación física:
– Está bien organizado.
– Va de lo más simple a lo más complejo.
– Tiene una coherencia con lo ya aprendido.
Ayudaremos a que el aprendizaje del niño sea más efectivo. Y si la clase del día a día:
– Tiene las ayudas necesarias que le permitan jugar de forma independiente.
– Se le da importancia a la motivación del niño.
– Se le brindan experiencias positivas.
– Y se le facilitan distintas formas de comunicación.
La participación de los niños con síndrome de Asperger seguramente será mayor y así, en un espacio exclusivamente lúdico en la institución escolar, como la clase de educación física, se podrá respetar uno de los derechos más importantes de la infancia: el derecho a jugar.