EL VIDEO
Discurso de Gabriel Boric
La historia de Alejandro Toledo bien merecería un documental o una película como la que se hizo sobre la vida de Lula o de Evo Morales. El pasado de pobreza y miseria en el altiplano del niño indígena que llegó a Stanford y a presidente de Perú es una hazaña digna de rescatar y contar. En el camino, Toledo pasó de ser un don nadie al símbolo de recuperación de una democracia con garantías, tras la etapa negra de Alberto Fujimori y Vladimiro Montesinos. La sociedad estaba entusiasmada con la llegada de un hombre que prometía pasar la esponja a años de latrocinio y crímenes cometidos desde el Estado con absoluta impunidad.
La ilusión dejó pasó al desencanto en poco tiempo y el ex presidente dejó el poder con unos índices de popularidad lamentables. Es cierto que durante su Gobierno la sombra de la corrupción planeaba como un cóndor en constante vuelo rasante. También que picoteó en su familia sin errar en la pieza y verdadero es, en simultáneo, que sin la gestión de Toledo, Perú no habría podido salir de sus crisis y crecer como lo hizo los últimos años.
Ahora, el nombre de Alejandro Toledo, un hombre valioso que fue capaz de huir de populismos y “sembrar para que otros recogieran”, como le gusta decir cuando habla de recuperación económica, se ha sumado a la larga lista de salpicados en la operación de limpieza de chapa y pintura de la corrupción conocida como Lava Jato (lava coches) que salpica a medio continente. Toledo desmiente que recibiera veinte millones de dólares para favorecer una licitación de Odebrech. “Lo niego rotundamente…No tengo nada… Por favor! Busquen mis cuentas… No tentiendo un carajo”.
La justicia y el tiempo dirán si Toledo, con facilidad para aprender idiomas, entiende o no entiende de lo que se está hablando.