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Discurso de Gabriel Boric
“El enemigo más grande del conocimiento no es la ignorancia, sino la ilusión de conocimiento”
Daniel J. Boorstin(1914-2004).
Por cecilia PONCE RIVERA
Dentro del desarrollo de la cultura contemporánea, la aparición de la tecnología se convierte en el habilitador perfecto para hacer de la simulación el medio por excelencia para trascender. Sin embargo, a diferencia del pasado respecto a figuras místicas o legendarias como Alejandro Magno o Federico II, el Grande, creadas a partir de hechos históricos plagados de hazañas y actos de verdadero coraje y valentía, la transición ocurre mediante la “producción” de un personaje basado en modelos y metas artificiales, meramente aspiracionales, convirtiendo la “fabricación” de la persona en la fuerza dominante de la sociedad moderna.
En este contexto, aparece, apenas 10 años antes, un soldado raso, indigente y sin estudios, Adolf Hitler, fotografiado por Hoffman y filmado por Riefenstahl, aquél septiembre de 1934 en la plaza de Núremberg, haciendo gala ante miles de seguidores de la única destreza de la que era capaz: el discurso incendiario.
Apoyado por la maquinaria publicitaria concebida y meticulosamente engrasada por Goebbels, Ministro para la Ilustración Pública y Propaganda durante el Tercer Reich, Hitler, de apariencia insignificante, es puesto en escena en dimensiones jamás antes vistas. Mediante la repetición tenaz del discurso, la teatralización y la instrumentalización de propaganda, colores, símbolos y estandartes minuciosamente seleccionados, así como la utilización de la aeronave para el desplazamiento del candidato, Goebbels, logra consolidar de manera directa el vínculo entre la metáfora ilusoria y el personaje creado. A partir de la manipulación, con la ayuda de la tecnología y el más vil de los oportunismos, convierte de manera magistral y en tiempo record (poco más de una década) una verdad alternativa, en instrumento idóneo para acceder al poder. El grado de sofisticación que logra la estrategia es tal, que sobrepasa al electorado alemán y al austriaco, alcanzando a personajes, “fuera del radar”, como al primer ministro británico Arthur Neville Chamberlain, que de buena fe decide no pronunciarse contra la ruptura de los Tratados de Versalles y a Joseph Stalin, dictador ruso que confía en la farsa detrás de la imagen, ignorando las advertencias hechas por los británicos acerca de la inminente invasión alemana.
Acerca del poder de la palabra de la publicidad y de la imagen, Daniel J. Boorstin, historiador y reconocido intelectual estadounidense, hace una magnifica observación, al afirmar que a partir del siglo XX, dicha fuerza disminuye el poder de influencia del resto de la literatura. La obra de Boorstin, alerta sobre la vulgarización de la cultura de elite a través de una sociedad de masas y expone la amenaza que representa la irrealidad fantasiosa- que no debe confundirse con la fantasía, la cual parte de la imaginación y es fuente irrefutable de creatividad-, pues alega, infiltra a la sociedad moderna, reemplazando lo auténtico con lo artificioso. En la era de la digitalización, esta situación se agrava, no solo porque el valor de la literatura continua depreciándose, sino por la capacidad de respuesta inmediata a todo tipo de interrogante, accesible a través de oráculos modernos como Wikipedia y Google, a la par de las redes sociales.
Mucha información y poco criterio. El votante de la era contemporánea es el charlatán perfecto, atrapado en la adolescencia intelectual del que participa a través de la espontaneidad de un clic o un comentario, que más que comentario, en la mayoría de los casos, es la repetición de la repetición de lo que el sujeto ha escuchado y que colabora a dispersar como eco de pura frivolidad. Se trata del curso demagógico y en picada del intelectualismo, porque carece de razonamiento, aquél que se construye a través de la reflexión en el tiempo y se alimenta por la lectura y el aprendizaje de la experiencia. El crítico de hoy, todos lo somos, es obstinado y testarudo con respecto a sus opiniones. El animal cívico, social de Aristóteles es malcriado y exquisitamente narcisista. Es decir, para el público, nada es constatable a menos que suceda en la televisión o se propague por el youtube.
La ignorancia engendra con frecuencia más confianza que el conocimiento: “son aquellos que saben poco, no los que saben mucho, los que afirman tan positivamente que este o aquel problema nunca será resuelto por la ciencia” decía Charles Darwin. Fenómeno psicológico que actualmente se identifica como efecto Dunning-Kruger, en honor a sus investigadores y según el cual, las personas carentes de conocimiento sobre un tema específico, por lo regular sobreestiman su conocimiento sobre el mismo. Es decir, cuanto más ignorantes somos, más listos nos creemos. El resultado es una obstinación tediosa y peligrosa.
Dado que la inteligencia humana tiene preferencia por conceptos de fácil comprensión de la misma manera que prefiere sonidos claros e imágenes precisas, las campañas electorales tienden en gran parte a basarse en la imagen del candidato y en un discurso dependiente de la repetición sistemática de argumentos, mediante los cuales se logra formar una opinión en el electorado. La repetición constante de consignas simples como la creación de empleos, la eliminación de la corrupción, el fin de la inseguridad, etc.. familiariza a los votantes al grado que terminan por convencerlos, sin necesidad de explicar cómo es que se lograrían dichos resultados. Lo anterior preferentemente aunado a “personalidades del mundo del espectáculo” (Salience Bias) logra un engranaje que da como resultado la construcción casi instantánea del “personaje” a partir de ideales prefabricados. Frente al electorado las consignas se convierten en verdades alternativas, fusionando así al entrenamiento y a la política en una misma cosa.
Un guión, una imagen, una ilusión y su difusión masiva a través de la plataforma adecuada: el cine, la televisión o el más potente de ellos, el internet; sumado a un personaje proyectado como el de una telenovela latinoamericana, con el peinado y los zapatos brillantes, con todo y su primera actriz. La fórmula resulta efectiva: la renovación de un partido, ofrece, atractivamente frente a las cámaras. ¡Luces, cámara, acción! Un hombre bajo el setting perfecto, ataviado con un abrigo masivo, caminando en dominio absoluto de sí mismo y ¿por qué no? de los otros también. Un helicóptero todavía en movimiento y de fondo la palabra “money, money, money” hecha melodía. La iluminación es impecable, la escena atrapa la atención del espectador abruptamente. The Apprentice, huele a éxito y cautiva de tal forma que la contradicción de su género “reality show” (espectáculo que busca construir una realidad), transita por los ojos del televidente inadvertidamente. El rating es glorioso; la mentira, monumental.
Dicen que la realidad supera la ficción porque cuando se presenta es avasallante. Para muestra, un botón: La falta de empleos en los EE.UU y la violencia en México sobrepasa las fotografías en familia y las apariencias bien cuidadas de Washington y los Pinos. Peor aún, la brutalidad con la que se desvanece la vida de cada una las víctimas del tráfico de drogas y de armas en las gráficas de alguna estadística, tiene a los dos países sumidos al borde de la desesperación. Por ello, la población afectada a uno y otro lado de la frontera se aferra a lo que puede, acaso al candidato mesiánico sin proyecto, o bien a un presidente al filo de la destitución.
A diferencia de las verdades alternativas- como la construcción de un muro o la defensa de una dignidad que en la desesperación resulta platónica y que ahogan el debate constructivo con argumentos politizados e inservibles- el narcotráfico, es uno de muchos otros problemas reales, compartidos entre los dos países vecinos, sobre los cuales, urgen soluciones contundentes de empatía y cooperación mutua.
Los EE.UU sufre la peor epidemia de sobredosis en su historia. Debido a su bajo costo y a la ola de adicción a los analgésicos que contienen opioide, la heroína se ha consolidado como la principal causa de muerte, por encima de aquellas por armas de fuego o accidentes viales (BBC 15.05.2017). Una máquina de terror, capaz de arrebatar 12,989 vidas en lo que va del año (Tagesspiel 16.05.2017). Por su parte México, con 23.000 muertes acaecidas durante el 2016 a causa de la guerra contra las drogas- que en diciembre del 2016, después de 10 años de iniciada, se calcula ha cobrado alrededor de 150.000 muertes y contabiliza cerca de 30.000 desaparecidos- se ha convertido, según un estudio del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos de Londres, en el segundo país más sangriento y violento del planeta, ubicándose solo después de Siria, país donde desde hace 6 años, se libra una guerra civil encarnizada que registró en el año pasado 50.000 defunciones.
La tragedia de la simulación radica en que el “atajo” que ofrece por vía de la evasión, tarde o temprano se agota. Fuera del escenario, la realidad termina por someter a la verdad alternativa. Ahí, el show no es más show, las imágenes no permiten su edición y tras el grito de ¡corte!, la escena siempre queda.
Apostilla: La esperanza es lo último que muere, el pasado 19 de mayo se reunieron por parte de los EE.UU, el Secretario de Estado Rex Tillerson y el de Seguridad Nacional John F. Kelly, con sus homólogos mexicanos, el Secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong y el Canciller Videgaray, para expresar el deseo de ambos gobiernos para elaborar un plan de reducción de demanda de estupefacientes en los EE.UU.