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Discurso de Gabriel Boric
Por Carmen DE CARLOS, para SudAméricaHoy
La historia se repite y eso, probablemente, será bueno para Chile. La presidenta Michel Bachellet volverá a entregarle el testigo de la Presidencia a Sebastián Pïñera, el candidato de la derecha moderada, de liberales, de jóvenes, de amigos del viejo régimen y de conservadores de hoy y de ayer. Es decir, el candidato de muchos chilenos o para ser rigurosos, de la mayoría.
La memoria es corta pero los chilenos, finalmente, son pragmáticos. La aventura de Alejandro Guillier se quedó en un amago. El periodista y senador no logró coronar con éxito su salto a la política y la intervención de Bachellet y del resto del Gobierno en la campaña, resultó insuficiente para hacer sombra a un Piñera que ofrecía y ofrece garantías de que en su segunda Administración no habrá ningún movimiento sísmico que no sea provocado por la naturaleza.
Piñera se mostró sorprendido por los resultados ajustados de la primera vuelta y por su amplia victoria de ésta segunda. Quizás se subestimó a sí mismo o no supo leer que su recuerdo, en el bolsillo de los chilenos, fue rentable. En 2014 entregó Chile después de lograr que el país creciera un 5,3 por ciento. Bajo sus mandato se creó un millón de puestos de trabajo (entonces había 17 millones de habitantes y un paro del 6 por ciento). Tras el brutal terremoto que le dio la bienvenida al poder, en 2010, se levantaron tres millones de viviendas nuevas y para sorpresa de los suyos, el hombre más rico de Chile subió los impuestos a las grandes empresas, extendió la baja por maternidad de tres a seis meses, dispuso las primarias obligatorias e instauró el voto voluntario en las elecciones. Es decir, fue un buen presidente y ejerció su mandato con sensibilidad social.
Ahora, se propone construir un Chile unido y próspero para todos. «Chile necesita acuerdos más que enfrentamientos… Conversar con tranquilidad… Los caminos del futuro nos unen… El futuro siempre es más importante que el pasado». Algunas de estas frases las pronunció junto a Alejandro Guillier y sus respectivas esposas. La imagen de cordialidad, la declaración de respeto y afecto mutuo fueron un ejemplo para cualquier democracia. Lo mismo puede decirse, aunque se pueda prestar a chacota, de la tradicional conversación telefónica con la presidenta en ejercicio y de la cita para desayunar al día siguiente juntos. Estos gestos son importantes y sino, que se lo pregunten a Mauricio Macri que todavía está esperando que su antecesora se digne a entregarle el bastón de mando y la banda presidencial.
El primer discurso de Sebastián Piñera, de 68 años, fue el de un hombre con capacidad de escuchar, libre de soberbia y disposición a abordar temas que les resultan ajenos pero que no desprecia. «Podemos pensar diferente. !Viva la diferencia!», proclamó antes de añadir, «pero nunca esas diferencias deben convertirnos en enemigos». Lo que podría parecer una obviedad no lo es en tiempos de turbulencias y de sectores crecientes a disgusto con el sistema.«Unidos recuperamos nuestra democracia, unidos reconstruimos nuestro país, unidos rescatamos, contra todo pronóstico, a nuestros 33 mineros «, recordó en un modo diferente de decir: Sí, se puede.
Los objetivos proclamado para los próximos cuatro años del segundo mandato de Piñera, se podrían resumir en: «Una vida con dignidad para todos nuestros hijos. Un Chile sin abusos ni discriminaciones. Priorizar con justicia y gestionar con eficacia». Fueron sus palabra y en ellas no surgió ninguna promesa de terminar con reformas de Bachellet como la tributaria, el matrimonio igualitario o la despenalización del aborto.
Soplan nuevos vientos en la región y al reelecto Sebastián Piñera le acompañan en su nuevo camino. Ya no tendrá que bregar con vecinos como Hugo Chávez, Rafael Correa o la viuda de Néstor Kirchner. Tampoco le resultará una sorpresa descubrir lo que hay encima y debajo de las alfombras del Palacio de la Moneda. Ambos escenarios le son favorables y para volver a empezar en el poder, no es poca cosa.