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Discurso de Gabriel Boric
Por Cecilia PONCE, para SudAméricaHoy
“La luz brilla en la oscuridad, y la oscuridad jamás podrá apagarla”, se lee en el Evangelio de Juan (1.5). También el científico Albert Einstein, aseguraba que la oscuridad como tal no existe, sino que más bien lo que experimentamos es la ausencia de luz. La luz pues, al propagarse mediante partículas llamadas fotones es la que ilumina las cosas y las hace visibles al ojo humano.
Hasta ahora, todo lo que los seres humanos hemos contemplado con los ojos existe en el 4,9 por ciento del universo que interactúa con la luz. El resto está oculto a la vista. La mayor parte, creen los físicos ( aproximadamente el 68,3 por ciento) es energía oscura, una fuerza enigmática que impulsa la expansión acelerada del cosmos. El resto, el 26,8 por ciento, consiste en materia oscura, una sustancia fantasmal, una especie de “pegamento” que, se cree, mantiene unido el cosmos.
Lidiar con la imagen de la nada es difícil, incluso aterrador. Más si se visualiza el universo tal y como lo describió el famoso y controversial astrónomo, Carl Sagal “…excepto por pequeños pedacitos aquí y allá, a menudo asociados con la luz, este receptáculo infinito está vacío”. Sin embargo, científicos osados como Tracy Slayter, profesora de astrofísica en la Universidad de MIT, se atreven a enfrentarla.
Después de que, en 2010 a través de Fermi, un telescopio espacial para observar los rayos gamma propiedad de la NASA, se avistara la presencia de dos estructuras misteriosas color magenta, se comenzaron a buscar respuestas concretas sobre al enigma de la materia oscura y su interacción con el universo.
Las llamadas Burbujas Fermi, emergen por encima y por debajo del centro de nuestra galaxia y se expanden en un área de 50,000 años luz. Slayter, reconocida por sus contribuciones en la investigación de partículas cósmicas y por ello bautizada como la “cazadora de materia oscura”, descubrió que dentro de ésta existen pulsaciones ocultas. Dichas estrellas, afirma, están formadas de neutrones que giran con extrema rapidez y son las responsables de generar los llamados rayos gama (partículas de alta energía que se producen por la interacción de gas y polvo cósmicos. A su vez los físicos Eric Adelberger, Jens H. Gundlach y Blayne Heckel del Departamento de Física de la Universidad de Washington, EE. UU., lograron la creación de instrumentos extremadamente precisos para la búsqueda de interacciones de campos más débiles que el de la gravedad. Es gracias a científicos como ellos, que en un futuro no tan lejano, se podrá poner a prueba la existencia de la Teoría de la Relatividad de Einstein y quizás después viajar a través del tiempo y pilotear entre galaxias.
De igual manera que se extienden las Burbujas Femi en la Vía Láctea, en nuestros cuerpos se extiende también material galáctico “el nitrógeno presente en nuestro ADN, el calcio de nuestros dientes, el hierro de nuestra sangre… Todo fue creado en el interior de estrellas que chocaron entre si. Estamos hechos de estrellas” afirmaba en vida Carl Sagan emocionado.
Hoy en el 2021, armados con nuevos conocimientos y nuevas tecnologías, campos como la genética, la biología molecular, la oncología y la neurología se han logrado inimaginables avances respecto a los misterioso de otro universo: el cuerpo humano.
No solo se ha descubierto cómo funcionan las células y los órganos, sino también cómo se combaten algunas de las enfermedades mortales y su propagación y/o su patología.
En el transcurso de su investigación para comprobar posibles trastornos genéticos en el feto, el profesor de química patológica de la Universidad de China en Hong Kong, Yuk Ming Dennis Lo, descubrió que a partir de la sangre fetal pueden desarrollarse pruebas prenatales no invasivas de genomas y metilomas tumorales. Al ser la metilación una modificación que altera ligeramente la secuencia de ADN que conforma un gen y hace que éste se inactive y pierdan su capacidad de protección contra el cáncer, los estudios de Yuk Ming Dennis Lo, incrementaron la posibilidad de convertirse en una prueba universal para múltiples tipos de cáncer
En este orden de ideas el bioquímico David Baker, director del Instituto de Diseño de Proteína del Instituto Médico de Investigación Howard Hughes, EE. UU., profesor de la cátedra Henrietta y Aubrey Davis Endowed y además profesor adjunto de ciencias de genoma, ingeniería química, ciencias de la computación y ciencias físicas de la Universidad de Washington, desarrolló junto con su grupo de científicos la tecnología que permite diseñar proteínas jamás antes vistas en la naturaleza.
Dichos diseños macromoleculares son precisamente las proteínas que hoy estamos viendo traducidas en las vacunas capaces de neutralizar el Covid-19 y que se piensa puedan seguir desarrollándose para encontrar la cura contra el cáncer. La tecnología “plug and play” (enchufar y usar) vectores, nos ha llevado a la Vacunología moderna. Los vectores son virus no dañinos y, en general, no replicantes, que mediante técnicas de ingeniería genética transportan la información deseada. Con ello, el trasluz a la medicina moderna se cruzó a gran escala.
Vacunas como, la de Biotech/Pfizer BNT162b2 y la de Moderna están basadas en la tecnología llamada mRNA o en español ARN- Mensajero (Messanger-RNA). Su adhesión a la superficie de la célula es posible por medio de la proteína llamada Spike. Lo nuevo es que en estas las instrucciones sintetizadas del patógeno se insertan para inducir a la respuesta de inmunidad. La inmunidad obtenida por este tipo de vacunas es mucho más efectiva al ser captado por el 95% de las células que se enfrentan al ARN y al eliminar el riesgo de la inmunidad preexistente (que limita la efectividad de las vacunas DNA).
Además, el uso de los mismos métodos de producción y de purificación, así como las fábricas de producción, pueden utilizarse para elaborar vacunas frente a enfermedades distintas. Igualmente, durante aproximadamente los diez años que se ha venido desarrollando está tecnología, se aprendió también a eliminar los contaminantes y cómo proteger la degradación rápida en el citoplasma mediante la encapsulación de las moléculas lipídicas transportadoras.
Polvo cósmico, rayos gama, vectores ARN y ¿extraterrestres? Sí, según Abraham Loeb, astrofísico del Departamento de Astronomía de Harvard, lo que otros catalogan como un asteroide exótico, para Loeb, quien inició su carrera en el mismo edificio en Princeton que Albert Einstein, es una sonda antiquísima e inerte que navega por la vía láctea. Oumuamua, o explorador en hawaiano, es prueba tangible de que en nuestra tarea de la observación no estamos solos y que la interrogante de la vida no es asunto exclusivo del hombre.
Cincuenta años han transcurrido entre la llegada del hombre a la luna, la muerte de Albert Einstein, el descubrimiento de la doble hélice y la decodificación del genoma humano. Al atravesar el milenio hemos experimentado una revolución existencial. Navegamos en un péndulo, entre la luz y la oscuridad, entre el asombro y la desconfianza. “La luz brilla en las tinieblas” se lee en el Evangelio de Juan (1.5) y el científico afirma: “El trabajo no termina aquí. Buscaremos el límite entre el sistema solar y el medio interestelar, y luego viajaremos para siempre en la oscuridad entre las estrellas” (Carl Sagan).