miércoles, 3 de febrero de 2021
«Ser o no ser, mujer en España», por Carmen DE CARLOS

Por Carmen DE CARLOS, para SudAméricaHoy

España se quiere quedar sin sexo. Irene Montero, mujer del vicepresidente, Pablo Iglesias y después ministra del Gobierno de Pedro Sánchez, está empecinada en hacer desparecer, oficialmente, los genitales de las personas. Su idea, propuesta de ley, es despejar cualquier género (de dudas) sobre lo que la biología decide desde que el mundo es mundo. Así, propone que, con 16 años, cualquiera pueda poner en el DNI el sexo que le salga de la entrepierna (haya lo que haya ahí mismo). De este modo, el deseo se hace ley y hasta se podría competir, con un par de lolas (tetas, busto etc), en la liga de los mega machos de fútbol o con dos pelotas y un tronquito, en la femenina. Carmen Muñoz (Podemos) pidió vetar la Eurocopa en Bilbao porque, “es un evento masculinizado que discrimina a las mujeres y su testosterona creará incidentes” (sic)

Las chicas de Irene/Iglesias/Sánchez andan desatadas con este tema. Las feministas de toda la vida se suben por las paredes en defensa de la existencia de la mujer de siempre, la de toda la vida. Esa, bien plantada, que conquistó el derecho a votar, a trabajar cobrando (gratis lo hizo siempre) y logró desterrar de las viejas normas del régimen franquista, su definición de idiotas e incapaces, al servicio de sus maridos. Eran otros tiempos, más sufridos, con menos frivolidad y mucho más esfuerzo, desde la juventud, para abrirse paso en una vida austera.

La generación de Montero y compañía, disfrutaron de un estado de bienestar formidable y se les va la vida en estos planteamientos (negacionistas) absurdos. Nadie discute que la naturaleza, a veces, comete errores y las personas tienen derecho, gracias a la ciencia, a adaptar su cuerpo a su modo de verse y sentirse. Tampoco el derecho a tener, todos, los mismos derechos. Lo que resulta ofensivo, es intentar convencer al mundo de que lo negro es blanco o el amarillo es rosa, porque te sale de donde salva sea la parte. Ser queer y toda la gama que se les ocurra a esos chavales en evolución permanente, puede ser un modo o una moda de moverse por la vida pero eso, no les da derecho a negar la existencia de la mujer. Intentarlo, es algo mas que un gesto machista o misógino, es de un desconocimiento y ceguera impresionante. Y, lo peor, es que el proyecto salga de una de las nuestras. Al menos, según la biología.