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Discurso de Gabriel Boric
Por Pablo BIFFI, para SudAméricaHoy (SAH)
Con una economía estable y en crecimiento en los últimos años, el presidente de Colombia Juan Manuel Santos apostó todo su capital político a un acuerdo de paz con la guerrilla de las FARC, para poner fin a una guerra interna que ya lleva más de medio siglo. Pese a los elevados índices de popularidad de que gozó en los primeros dos años de su gobierno, la imagen del sucesor de Alvaro Uribe ha caído en el último año. Y mucho tiene que ver en ese declive la marcha de los diálogos de paz que se desarrollan en La Habana.
El 62% de los colombianos está en desacuerdo con una eventual reelección del presidente Santos y solo un 33% la aprueba, según una encuesta reciente, que también muestra la división en el país sobre el proceso de paz con las FARC. El sondeo conocido como “El pulso del país”, elaborado por la firma Datexco para la W Radio y el diario El Tiempo, señala además que si Santos finalmente se presenta a la reelección el año próximo para el periodo 2014-2018, el 64% no votaría por él, el 30% sí lo haría y el 6% está indeciso. Santos, que el próximo 7 de agosto completará el tercero de sus cuatro años de mandato, ha manifestado su intención en una eventual reelección en los comicios de mayo de 2014.
En cuanto al proceso de paz con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, el 49% de los encuestados está en desacuerdo con la forma como se está conduciendo, el 51% no cree que se llegue a firmar la paz con la guerrilla y un 67% no cree que las FARC tengan intenciones “legítimas” de lograr un acuerdo.
Con todo, la mesa de diálogo en La Habana avanza. Acordado el primer punto de debate –el tema agrario–, gobierno y guerrilla discuten ahora cuestiones políticas. En ese marco, las FARC presentaron días pasados en Cuba sus diez “propuestas mínimas” sobre el tema de la participación política, en las que plantean una profunda reforma del Estado, así como exigen garantías plenas para el ejercicio de la oposición.
Para avanzar hacia “la democratización real” de Colombia, las FARC piden redefinir los poderes públicos, eliminar el carácter presidencialista del gobierno, una descentralización hacia una mayor democracia local, la reconversión de las Fuerzas Armadas y una reforma judicial que “libere a la justicia de su escandalosa politización”. El grupo guerrillero también reclama una reforma electoral que regule la contienda política “en equidad e igualdad de condiciones”, erradique el “clientelismo” y las prácticas “corruptas, criminales y mafiosas” y garantice la participación de las fuerzas políticas opositoras.
Las FARC piden que se establezca en el país un “Estatuto de la Oposición” que contenga las garantías políticas y de seguridad individual para poder ejercer ese derecho y reclaman la supresión de las prácticas paramilitares y la estigmatización a fin de asegurar la participación política de los sectores sociales y populares. En este punto, la guerrilla propone la promulgación de medidas de reparación a la Unión Patriótica (UP), un partido que nació en 1985 fruto de un acuerdo entre el ex presidente Belisario Betancur y las FARC. Esa formación de izquierda fue víctima de una masacre con el asesinato de unos 4.000 de sus militantes en los años 80 a manos de paramilitares en alianza con políticos. Muchos de sus líderes pasaron a la clandestinidad y engrosaron las filas de las FARC.
El actual ciclo de negociación -el décimo desde que los diálogos de paz se instalaron en La Habana en noviembre de 2012- concluirá el próximo sábado 22 de junio.
Antonio Navarro Wolff, uno de los principales jefes del otrora grupo guerrillero M-19 y que negociara un acuerdo de paz a comienzos de los 90, considera que las FARC deben saber que lo más importante del proceso de paz es “su efecto” en la opinión pública. “Lo realmente importante es el efecto que el proceso de paz produzca sobre la opinión pública. Cuando usted participa en política, necesita el apoyo ciudadano. Las FARC debería pensar en eso”, dijo Wolff refiriéndose a la posibilidad de que el grupo guerrillero se convierta en un partido político al concluir las negociaciones con el gobierno.
El ex candidato presidencial, ex senador y ex ministro indicó además en una entrevista que concedió a El Tiempo que aunque “es difícil pensar que las FARC tengan apoyo” se les va a dar la eventual “oportunidad de salir a conseguir votos”. Navarro Wolff consideró que pese a que el grupo ilegal tiene “figuras políticas formadas, debe buscar el ‘chip’ para conseguir más apoyo público, pues cuando ya no tenga las armas dependerá de él”.
Algo de eso ya están haciendo las FARC en La Habana. Y en ese sentido se deben entender las declaraciones públicas de los negociadores insurgentes, que cada vez que pueden, tratan de correr los límites de la negociación, incorporando temas que no estaban en la agenda original.
Para Edulfo Peña, Editor Político de El Tiempo, “desde la llegada de Iván Márquez (fiel exponente del ala dura de la organización) a la mesa de negociación en la fase pública a finales del año pasado, como líder del equipo de las FARC, comenzó a traslucirse su interés en ampliar la agenda. En correr los linderos. Impuso el estilo de hablar más duro en los micrófonos que en las sesiones privadas. O, por lo menos, de aprovechar el escenario mediático cotidiano para tratar de mostrar a unas FARC fuertes, no rendidas.
Todo esto, con el propósito de ganar espacio político que, en últimas, les ayude a obtener una mayor rentabilidad en el proceso de negociación. También desde ese momento muchos sectores entendieron que había cierta obligación de las FARC de tener un discurso más agresivo dirigido a convencer a sus bases y simpatizantes de que no es una organización en vía de extinción”.
Sin dudas, lo intrincado de las negociaciones, los tiempos más bien lentos y la dureza de las FARC “ayudan” a que los colombianos no sean demasiado optimistas con los diálogos, ni pacientes con Santos.
Pero como sostiene Peña, “en la discusión del primer punto de la agenda, el tema agrario, las Farc ya habían jugado a ir más allá de lo previsto inicialmente con el Gobierno. También de manera pública propusieron aspectos como la autonomía para las zonas de reserva campesina, lo que llevó al entonces ministro de Agricultura, Juan Camilo Restrepo, a advertir, también en los micrófonos, que no se aceptarían republiquetas independientes. Esa discusión motivó duros enfrentamientos entre defensores y detractores del proceso de paz, pero al final, ninguno de esos temas llevó a poner en peligro el proceso.
Por el contrario, en los asuntos que no hubo coincidencias se hicieron salvedades y hay aún aspectos por acordar sobre el tema. Como explicó el jefe del equipo negociador del Gobierno, Humberto de la Calle, desde el comienzo del proceso, las FARC estarán siempre prontas a utilizar el espacio mediático para tratar de ganar réditos políticos. Y para intentar ganar espacio en la negociación”. En definitiva, de eso se trata toda negociación. Los colombianos, en tanto, deberán tener paciencia, si en verdad quieren ver el fin de un enfrentamiento de más de 50 años.