Por Carmen DE CARLOS, para SudAmericaHoy (SAH) Sudamérica se ha revuelto esta semana en las raíces de su historia y la hojarasca del presente europeo. El detonante fue
la bomba en la que se convirtió
el caso Snowden para Evo Morales. Los
responsables materiales de la crisis abierta, a un lado y otro del viejo y del nuevo mundo, son los países que, directamente,
prohibieron sobrevolar sobre su espacio aéreo al avión que trasladaba al presidente boliviano:
Italia, Francia y Portugal.
En cascada, se podría pedir explicaciones a
España por su intento, -enmascarado con la solicitud de compartir “
un café”-, de echarle un vistazo al dichoso avión para comprobar que
el ex técnico contratado por la CIA no estaba de polizonte. Aunque, al parecer, fue Bolivia la que
pidió la intervención dl Gobierno español.En este escenario insólito, que mantuvo
catorce horas varado a Evo Morales en el aeropuerto de Viena, Estados Unidos se lavó las manos y aseguró que
nunca le pidió a sus aliados que adoptaran semejante tipo de medidas contra un Jefe de Estado, aunque éste hubiera expresado su disposición a
recibir con los brazos abiertos al que hoy parece
el enemigo número uno de EE UU.No parecería tener mucho sentido dudar, en este caso, de la palabra del Gobierno de Obama. Si Washington no exigió esa fidelidad infinita no es descabellado pensar que lo que se impuso en ese lado de Europa fue un desmedido interés en agradar al amigo americano (al de los dólares) aunque fuera a costa de humillar al otro (al indígena y teórico revolucionario).
La torpeza o la insistencia en ser más papistas que el Papa en el viejo continente es lo que ha generado una crisis que, en términos políticos, finalmente, solo beneficia a la “víctima” del agravio y a sus vecinos sudamericanos. En especial, a aquellos que apuestan por el discursos nacionalista, anti imperialistas, colonial y de recurrente referencia al expolio de la conquista como si ésta hubiera sido ayer.
Los presidentes de Argentina,
Cristina Fernández de Kirchner, Ecuador,
Rafael Correa, Uruguay,
José Mujica, Venezuela,
Nicolás Maduro, Bolivia y Surinam,
Desiré Bouterse, se reunieron en la ciudad boliviana de Cochabamba con la intención de celebrar una
Cumbre de Unasur (Unión de Naciones Suramericanas)
que no fue. Rafael
Correa denunció el boicot de otros países del bloque que redujeron el encuentro a
una reunión que pretendía ser de alto nivel. Ni siquiera
Ollanta Humala, presidente pro tempore de Unasur , acudió. Tampoco lo hizo
Dilma Rousseff en representación de
Brasil, corazón y locomotora de Sudamérica. Chile, Paraguay y Colombia, como los anteriores, enviaron a representantes de segunda y tercera fila. Todos, con diferentes excusas, evitaron sumarse a un escenario con vocación de profundizar en la herida abierta para dar un escarmiento público a los que
ofendieron no sólo a Bolivia sino a todo el continente, según sus expresiones. En este punto, cabría preguntarse
si las ausencias hubieran sido las mismas en vida de Hugo Chávez.No hubo un solo país de Sudamérica y de América Latina que no condenase el vergonzoso episodio vivido por Evo Morales el martes. La región tiene claro el agravio pero también que no está dispuesta a dejarse usar por sus vecinos y agrandar un problema de por sí, lo suficientemente grave.
Dicho esto, puede parecer
hasta cómico que los mismos países que
le negaron sus cielos a Evo Morales sean los que
invoquen el infierno tras confirmar, gracias a Edward Snowden, que a sus Gobiernos, instituciones y ciudadanos,
también les espía el amigo americano.