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Discurso de Gabriel Boric
Por Manuel M. CASCANTE, para SudAmericaHoy (SAH)
Hugo Chávez podía jugar con fuego, porque (casi siempre) sabía controlar las llamas. Pero, con menos votos y mucho menos apoyo popular que su antecesor, al actual presidente de Venezuela se le puede ir el incendio de las manos. Nicolás Maduro tiene pájaros en la cabeza y poca idea de cómo manejar las finanzas de un país que lleva tres lustros viviendo al día gracias a la pingüe renta de la riqueza petrolera. Tampoco la tuvo el “comandante”, cuyos intentos de promover la economía en manos del Ejército o del cooperativismo se saldaron con fracasos a causa de la corrupción y de la incompetencia. Así, con un control cambiario que penaliza la producción y una inflación del 54 por ciento en los últimos doce meses, la responsabilidad, hoy como ayer, es de la “burguesía parasitaria”.
Poco importa que del cíclico desabastecimiento de productos de primera necesidad no se libren ni los “mercales”, los supermercados populares donde se surte a bajos precios esa gran masa de “parias” que alimenta la base de la Revolución Bolivariana (la cúpula, la “boliburguesía”, no tiene problemas para acceder a los artículos de lujo importados). La culpa, según Maduro, es de la oposición y de su “guerra económica” contra el Gobierno. Incapaz de encontrar soluciones, el mandatario ha llevado el populismo de su política hasta el extremo de “ocupar” comercios que, dice, venden sus productos con un sobreprecio de hasta un 1.200 por ciento. La respuesta popular ha sido la del saqueo: quien roba a un ladrón… Y, para acabar con el doble cambio (6,30 bolívares por dólar, ocho veces más en el mercado negro), a cuyo cambalache se ofrecen hasta los mismos funcionarios de migración en el aeropuerto de Maiquetía, ha decretado el cierre de páginas web que exhibían las cotizaciones al margen de las tasas oficiales.
El próximo 8 de diciembre las elecciones municipales en el país darán la medida de hasta dónde llega el hastío de la población, de uno y otro signo, y de la capacidad de movilización tanto del socialismo oficialista (que ya no cierra filas con el líder igual que hiciera antaño con Chávez) como de la oposición, socavada por “talibanes” que acusan de “flojo” a su candidato presidencial, Henrique Capriles. De momento, las encuestas vaticinan unos resultados tan estrechos como los que le dieron la presidencia a Maduro, en abril pasado, por poco más de 200.000 votos.