martes, 19 de noviembre de 2013
Adiós al buen salvaje, por Stella MONTORO

Buenos Aires. Por Stella MONTORO, para SudAmericaHoy (SAH)

Se fue. La bestia negra del Gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, renunció. Leal entre los leales, «El buen salvaje», como le define el título de su biografía, dejó la Secretaria de Comercio Interior. Guillermo Moreno, por los servicios y los favores prestados, será recompensado con un destino en Italia: La Agregaduría Económica.

Los empresarios argentinos y los extranjeros respiran hondo. La salida de Moreno del Gobierno, venga quien venga, supone una bocanada, sino de aire fresco, sí de mejores modales.»El nariz» o «Willy», como le llaman sus amigos al hasta horas fiel escudero de la presidenta, ya no podrá colocar un revolver sobre la mesa ni repartir alfajores envueltos en papeles con la leyenda «Clarín miente». La fachada de la Secretaria volverá a recuperar su tono gris y los carteles por dentro y fuera del edificio, contra el mayor emporio de comunicación -pese a la Ley de Medios- de Argentina desaparecerán.

Los modos de Moreno cruzaron fronteras. Las imágenes del servidor público repartiendo guantes de boxeo a los gritos y amenazando a los consejeros de Papel Prensa -una fábrica mixta del Estado con Clarín y La Nación- batieron récord en Youtube. Sus expresiones y desafíos a los CEO y a los ejecutivos que desfilaban por su despacho a partir de hoy serán un recuerdo de alguien que fue lo que Cristina Fernández quiso que fuera. Ni más ni menos.

Moreno fue una herencia del Gobierno de Néstor Kirchner que su esposa recibió, hace siete largos años, con los brazos abiertos. Hacía el trabajo sucio y hasta parecía disfrutar con ello. Destrozó el INDEC (Instituto Nacional de Estadísticas y Censos) que era un ejemplo del buen hacer y de independencia. Persiguió a las consultoras y se ensañó, sin piedad, con Graciela Bevacqua, la técnica expulsada del Indec por negarse a difundir estadísticas falsas.

Moreno bloqueaba las importaciones, llamaba a las casas de cambio para que bajaran el precio del dólar, se tiraba a la calle con guardaespaldas para dispersar a los caceroleros, ordenaba, mandaba y amenazaba con «cogerse parado» a las esposas de los empresarios y a ellos mismos si se ponían rebeldes. Lo decía y lo hacía -no todo-  porque la presidenta de Argentina quería que así fuera. Ahora, las cosas son diferentes. Ella ha cambiado y su favorito es Axel Kicillof, el flamante ministro de Economía y, posiblemente, el responsable de que le hayan enseñado la puerta de salida. Dos gallos en el mismo corral terminan matándose.

El regreso de Cristina Fernández, tras seis semanas apartada de la Casa Rosada por razones de salud, ha supuesto una reforma de su Gabinete y en ésta, el último en caer en desgracia ha sido su fiel Moreno. A partir del 2 de diciembre hará sus valijas y partirá al país donde, pocos lo saben, vive su ídolo: Silvio Berlusconi. «Willy» -cuentan los que le conocen bien- podía estar un largo rato hablando del «Cavalieri», ensalzaba su figura de «estadista» y un modo de vida de lujo, faldas y esplendor.

La debilidad de Moreno por el italiano sorprende en un hombre en apariencia austero pero no hay que olvidar que en el viaje oficial a Angola incluyó en la comitiva al propietario de «Black»el «puticlub» más fino de Buenos Aires, ese que está frente al Hotel Alvear.

Los que defendían a Moreno solían poner sobre la mesa su perfil de incorruptible. El mito caló durante un tiempo pero la prensa no tardó en husmear su patrimonio. Hoy mismo salía que, en el último año, lo había duplicado.