viernes, 13 de diciembre de 2013
Uruguay, fumar en secreto o al aire libre


Por Stella MONTORO, para SudAméricaHoy (SAH)

Uruguay ha dado un paso de gigante al futuro o un salto al vacío. En una de esas dos opciones se encuentra la ley aprobada esta semana que permite el cultivo, compra y venta de marihuana (en farmacias o clubs). El presidente, José Mujica, no tiene la certeza de que éste sea el modo de acabar con el narcotráfico de este tipo de drogas blandas pero está convencido de que la situación, tal y como está ahora, no debe continuar.

Mujica, tras imponer la mayoría oficialista en el Senado, logró dar luz verde a la ley  que tuvo, de inmediato, repercusión en todo el mundo.

El pequeño país sudamericano no sólo se convirtió en el primero del planeta en permitir los cultivos, el libre consumo y facilitar el acceso al “cannabis”. Uruguay, además, defendió en el texto legal que la calidad de salud de los ciudadanos mejorará con un cigarrillo de “María” en la mano. “Todas las personas tienen derecho al disfrute del más alto nivel posible de salud, al disfrute de los espacios públicos en condiciones seguras y a las mejoras condiciones de convivencia”, reza la ley. Si no fuera porque se refiere al “cannabis”  se podría pensar que el párrafo es una versión revisada de la declaración de los derechos humanos.

Jorge Larrañaga, candidato opositor del Partido Nacional, intervino en el debate –de trece horas- con una crítica: “Legalizar la marihuana porque la guerra contra las drogas fracasó es casi lo mismo que proponer eliminar el delito de rapiña porque no se ha podido con los rapiñeros”.

La comparación es efectiva en términos de retórica pero, hasta Larrañaga, en su fuero interno, debe saber que no es lo mismo legalizar el saqueo que permitir que los ciudadanos mayores de edad puedan tener su jardín de marihuana (seis plantas) y las farmacias dispensar hasta cuarenta gramos de éstas “flores” al mes a un precio que, en principio, rondaría el dólar por gramo.

La experiencia piloto de Uruguay, que deberá reglamentar la ley en los próximos meses, podría acabar con el negocio de los narcos que se surten, fundamentalmente, de los cultivos clandestinos de Paraguay, principal productor de Sudamérica. También podría tener un efecto llamada al turismo de “cannabis” y convertir los parques para “el disfrute” del porro, en campamentos perennes de fumadores. Además, Uruguay se ha colocado en una posición delicada frente a tratados internacionales suscritos de lucha contra la droga que podría tener consecuencias poco gratas. Es el caso de la Convención Única de 1961 sobre Estupefacientes, adoptada por 186, entre ellos Uruguay.

Los riesgos de esta aventura de futuro incierto son muchos. “Totalmente preparados no estamos… pero es como todo. Tú, aprendiste a ser periodistas cuando te dieron la oportunidad. Si no te la hubieran dado, nunca habrías sido periodista”, le espetó Mujica a un reportero. El presidente, anteriormente, había recordado los efectos de la ley seca en Estados Unidos y propuesto: “El que cree que estamos equivocados que nos de mejores ideas pero no podemos seguir haciéndonos los tontos. No estamos para fomentar el vicio pero preferimos que este mercado de las drogas blandas no sirva de puerta de entrada para las llamadas drogas duras. Hay que disputarle el mercado a los narcotraficantes”.

La apuesta del Gobierno uruguayo es grande pero si el “experimento” funciona, el mundo tendría que replantearse el camino a seguir en esta guerra contra el narcotráfico. Si el fracaso es el resultado, Uruguay, como reconoció su presidente, tendrá que dar un paso atrás.  Y eso, aunque pueda parecerlo, tampoco es el abismo.