miércoles, 22 de septiembre de 2021
«Todo sea por la silla presidencial», por Soledad MORILLO

Por Soledad MORILLO, para SudAméricaHoy

Desde Páez hasta estos extraños tiempos que vivimos, muchos han hecho que sus vidas y ambiciones giren en torno a lograr asentar sus posaderas en la silla presidencial. Por lograrlo ha habido disputas, trifulcas, fraudes, trajines, asaltos, mamaderas de gallo, querellas legales, discursos grandilocuentes, frases cursis, votaciones decentes y no tan decentes y demás especies aromáticas. 

En el salón Pantano de Vargas en el Palacio de Miraflores están (o estaban) algunas de las que han sido sillas de mandatarios. Si recuerdo bien, están las de Páez, Guzmán Blanco, Crespo y Gómez. Varios mayordomos aseguraron  haber sido testigos de cómo varios visitantes, creyendo que nadie los veía, se sentaron en ellas. 

Ha habido dos palacios de gobierno, la Casa Amarilla y el Palacio de Miraflores. 

El 27 de abril de 1884 el General Crespo toma posesión como Presidente. Meses después compra el terreno de La Trilla, en Caracas, para construir una nueva residencia, para vivir con su esposa -misia Jacinta Parejo de Crespo- y sus hijos. De allí que originalmente se llamara La Trilla. En 1887 comienza la segunda etapa de la obra. Durante buena parte de esa etapa, Crespo estuvo fuera de Venezuela, por lo cual el proyecto sufrió retrasos. En España conoció al constructor Juan Bautista Sales. Vio modelos y planos y contrato expertos en carpintería, herrería y decoración. Se cree que durante ese tiempo en España, Crespo conoció una Cartuja en la ciudad de Burgos de nombre Miraflores. Pero también se atribuye el nombre a una hacienda denominada Miraflores en la que Crespo se hospedó en Perú. En 1889, Crespo regresa del exilio y le presta atención al asunto. Hay testimonios gráficos de la estructura externa en 1892, totalmente terminada, aún con el nombre de La Trilla. En 1893, Crespo vuelve a ser elegido Presidente, luego de la victoria de la Revolución Legalista. Emprende la culminación de la parte interna del palacio. A comienzos de 1898, antes de marcharse al interior, Crespo visita por última vez el palacio. Poco tiempo después muere en La Mata Carmelera. Su fallecimiento genera una situación difícil por el montón de deudas personales y de Estado. Su viuda hubo de enfrentar querellas por morosidad por asuntos vinculados al palacio. 

EL SISMO
Al General Cipriano Castro, presidente de la república, el sismo del 29 de octubre de 1900 lo agarró en la Casa Amarilla. Dicen que se encaramó en la silla presidencial y se abalanzó a la calle. Decide entonces alquilar Miraflores (con construcción antisísmica), muda su residencia y el Despacho del Presidente así como el Despacho del Ministerio de Hacienda y Crédito Público («el control del dinero hay que tenerlo cerquita»). El 1 de enero de 1901 ocurrió en Miraflores la primera recepción oficial. Dos meses más tarde, la Asamblea Nacional Constituyente aprobó un proyecto autorizando al Poder Ejecutivo Federal para comprar la propiedad y convertirlo en Mansión Presidencial. La compra se firmó el 19 de junio de 1911. 

El general Juan Vicente Gómez fue el primer mandatario en ocupar el palacio ya con carácter de «Residencia Oficial de los Presidentes de la República». El Benemérito ofreció el 5 de julio de 1911 una importante recepción para conmemorar el Centenario de la Declaración de Independencia.

DESPUÉS DE GÓMEZ
A la muerte de Gómez, el General López Contreras se instaló en Miraflores y le quitó al palacio el sello personalista de Castro y Gómez. Lo convirtió en Palacio Nacional de Gobierno y residencia oficial de los presidentes de Venezuela. 

En 1941, el presidente Medina Angarita ordenó la reparación del Despacho Presidencial y refaccionó los alrededores. 

En 1945, Rómulo Betancourt es el primer mandatario que ordena que los decretos presidenciales deben ser refrendados en Miraflores y no en el Palacio Federal, como se hacía. 

En 1948, llegó a Miraflores el primer presidente elegido por voto popular: don Rómulo Gallegos. 

Durante el tiempo de la Junta Militar y luego en la dictadura de Pérez Jiménez, Miraflores sufrió un atroz abandono. Pérez Jiménez lo detestaba. Propuso que fuere demolido y se construyera otro edificio para el Gobierno. Ello por fortuna no prosperó. 

A la caída de la dictadura, Betancourt despachó desde Miraflores y amplió salones y ambientes.  Durante la primera presidencia de Caldera se inició la construcción del Edificio Administrativo. 

Ya durante la presidencia de Leoni se había adquirido La Casona como Residencia Presidencial, por lo cual Miraflores dejó de ser vivienda de la familia presidencial. 

MONUMENTO HISTÓRICO
En febrero de 1979 Miraflores fue declarado Monumento Histórico Nacional. Durante el gobierno de Herrera Campins se terminó el Edificio Administrativo y la Plaza Bicentenaria. 

En el gobierno de Lusinchi se amplió el área del Consejo de Ministros. Se dice, no sin razón, que tanto Lusinchi como Pérez la mayor parte de las noches cuando se encontraban en el país dormían en la suite presidencial de palacio, no en La Casona. 

En febrero de 1992 cuando el golpe del teniente coronel Hugo Chávez, el palacio fue atacado con vileza. Hay fotos y tomas de una tanqueta del ejército subiendo por las escalinatas y embistiendo. Durante meses se podían ver las heridas de bala en sus exteriores e interiores. 

En 1994 se emprendió la recuperación de la dignidad de Miraflores como sede oficial del Gobierno Nacional. Se abrieron sus puertas al público. Había visitas guiadas por expertos que explicaban cada sala, pasillo y rincón, además de relatar la historia y brindar detalles sobre el estupendo mobiliario, las magníficas y valiosísimas obras de arte y los cambios ocurridos. Se puso empeño en hacer de este palacio un espacio de confluencia democrática. 

Yo estuve tres veces en mi vida en Miraflores. Cuando hubo en Caracas una reunión de la OPEP y se ofreció un pequeño agasajo al cual fui invitada; la segunda oportunidad fue por un brindis por un premio de ciencia y tecnología. La tercera, porque decidí anotarme en las visitas guiadas, porque de veras quería ver las maravillas que hay allí. Y doy fe que había y espero siga habiendo maravillas en arte y documentos, y un mobiliario realmente hermoso. 

UNA FORTALEZA
Con excepción de algunos actos frente al «balcón del pueblo», Miraflores es hoy una fortaleza. Los venezolanos de a pie no podemos visitarlo. Por una norma necia que responde más a paranoias que a seguridad de Estado, a los ciudadanos nos han esquilmado el derecho a ver nuestro palacio y disfrutar de sus instalaciones y exquisitas piezas de arte. No conocemos su estado y el inventario de sus valiosos y costosísimos activos. Eso debería ser de acceso público, pues Miraflores es bien de la nación, es decir, patrimonio de los venezolanos. No le pertenece al presidente de turno. Es nuestro. Sus administradores están obligados a rendir cuentas al país sobre su uso, estado y gastos. 

En Miraflores está la silla presidencial, uno de los símbolos de republicanismo y democracia. Algunos han creído que la silla no es el aposento de un jefe de Estado republicano y democrático sino una suerte de rimbombante trono de una Venezuela monárquica tropical que sólo existe en mentes acaloradas y enfermas. Hay quien cree que la jefatura de Estado tiene derecho a ostentarla uno que se cree rey y que heredó el cargo de otro que se creía rey. Hay quien está dispuesto a vender su alma al diablo por la silla.