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Discurso de Gabriel Boric
Por Luli DELGADO, para SudAméricahoy
La famosa Casa Christie’s llevó a cabo una subasta en la que incluyeron algunas joyas que en su momento pertenecieron a las casas reales europeas. Una corona de brillantes y zafiros, una tiara, zarcillos, pulseras y un anillo que pertenecieron a la hija adoptiva de Napoleón, y por ahí sigue la lista.
La corona de diamantes y zafiros, tal vez la pieza más importante, tiene un precio inicial de casi medio millón de dólares, pero seguro que terminará vendiéndose por mucho más cuando suene el martillo definitivo.
La noticia de la corona me remitió a la de Miss Universo, que tantas venezolanas han conquistado. No había terminado el enlace de joyas reales y los concursos de belleza, cuando la palabra “anacronismo” se coló en mi asociación.
A las joyas reales los chinos las aprendieron a imitar desde hace mucho rato, y hoy cualquier mujer puede lucir sin más unos espectaculares zarcillos de “vidriantes”, o de cualquier otra cosa, como la réplica del anillo de bodas de Kate Middleton, que en su momento los buhoneros brasileños se cansaron de vender.
Si en cambio resulta que la joya es de verdad, ¿dónde la van lucir las nuevas propietarias? Ustedes dirán que la Duquesa de Cambridge acaba de usar un collar maravilloso en los funerales de su abuelo político, pero ella está constantemente cuidada por la guardia real, así que no cuenta.
No me imagino a nadie que conozco usando una tiara de diamantes para ir a una fiesta, fiesta que de paso en estos días se ha restringido al máximo a consecuencia de la pandemia.
Entonces, sigo con el concurso que reúne chicas que compiten a ver quién es la más bella del universo. ¡Pero si el universo es infinito y chicas bellas hay en todas partes! A mí lo que me parece es que después de más de un año viviendo en ascuas, con la muerte más que nunca atrás de nuestras orejas, con tanto alcohol y tanta máscara, eso de las joyas y las reinas de belleza son cosas que siento lejanas, ajenas, parte de una época que, estemos o no se acuerdo, se fue de nuestros cotidianos.
Si no, pregúntenle a los buhoneros, brasileños o de cualquier otra parte, si venden la misma cantidad de “vidriantes” desde que se inició la pandemia. Bueno, eso si los encuentran.