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Discurso de Gabriel Boric
Montevideo. María SANZ/ Efe/SAH
Entre semillas, esquejes, tiestos y sustratos, aficionados al cannabis (marihuana en lenguaje doméstico) en Uruguay han comenzado a recibir sus primeras clases sobre el cultivo de esta planta en los huertos uruguayos, una iniciativa particular derivada del plan oficial que regula la producción y venta de esta droga.
Conceptos antes poco familiares como el del «fotoperíodo», técnicas agrícolas como la de los plaguicidas biológicos o enfermedades como la botritis se instalaron entre las nuevas preocupaciones de los alumnos que quieren aprender a producir su propia marihuana.
Desde la germinación hasta el cortado y secado de las flores para su posterior consumo, pasando por la definición del sexo de la planta, la fertilización, o las posibles plagas que puedan amenazarla, los cursos recorren todos los momentos vitales del cannabis, indicó Antonella, responsable de uno de los talleres. «Quien cultiva se está conectando también con la naturaleza, aunque lo haga dentro de un ropero», recalcó la plantadora, optó por no dar su apellido.
El curso, organizado por la Federación Nacional de Cannabicultores de Uruguay, proporciona además una formación en la reducción de daños para el consumidor de marihuana. «Se trata de aprender a cuidar de la planta, pero también del propio usuario», afirmó Antonella, que cultiva cannabis desde hace tres años.
La ley uruguaya sobre compraventa y cultivo de marihuana, aprobada el pasado 10 de diciembre y que se encuentra en fase de reglamentación, permitirá el cultivo con fines personales de hasta seis plantas de marihuana, con una cosecha anual de 480 gramos, o la creación de clubes de entre 15 y 49 socios que podrán criar hasta 99 plantas.
Desde su aprobación, entre cuarenta y cincuenta personas de edades diversas participaron en las últimas semanas en estos talleres en Montevideo y el departamento de Florida, a unos 100 kilómetros al norte de la capital uruguaya, la mayor parte de ellas sin experiencia previa en el cultivo de cannabis. «La principal ventaja del autocultivo es que el consumidor sabe exactamente qué está fumando, es consciente del proceso y sabe qué productos le ha echado a la planta», argumentó Antonella.
Por el contrario, el prensado de marihuana que se vende ilegalmente «contiene muchos agroquímicos y toda la carga negativa de las víctimas del narcotráfico», señaló la cultivadora. «Fumar prensado legitima el sistema del narco», añadió. Antonella, docente en un centro educativo que también prefirió mantener en reserva, no sólo enseña a cultivar la planta para fumar la flor de la marihuana, donde reside el principio psicotrópico del cannabis, sino que se muestra «afín al aprovechamiento integral» de la planta de cáñamo. «Muchas de las personas que asisten a los cursos, sobre todo la gente más mayor, nos pregunta cómo elaborar tinturas de cáñamo con fines medicinales, por ejemplo para tratar la psoriasis o irritaciones cutáneas», relató.
La planta también puede ayudar a personas con dificultades para conciliar el sueño o con problemas de falta de apetito, según detalló Julio Rey, presidente de la FNCU, creada a finales de diciembre. A diferencia de los clubes de cannabis que funcionarán con la entrada en vigor de la ley sobre el cannabis, la Federación tendrá «mayor capacidad de inversión y un volumen de producción extensiva», lo que generará excedentes que pueden «volcarse en causas sociales», como apuntó Rey. «El cáñamo puede emplearse para fabricar ladrillos, que son resistentes y más económicos que los convencionales.
Planeamos que el excedente de cáñamo sea empleado para proyectos de construcción en asentamientos o áreas de población vulnerable, de forma que el cultivo de cannabis contribuya también al desarrollo social», reveló. Además, la Federación busca integrarse como parte activa en el futuro Instituto de Regulación y Control del Cannabis, el ente regulador que emitirá licencias de producción y distribución de marihuana.