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Por Pablo BIFFI, para SudAmericaHoy (SAH)
«Yo nunca estuve en un interrogatorio vestida, me exigían que me desnudara completamente», recuerda la ecuatoriana Susana Cajas, violada repetidas veces durante su detención clandestina por militares en 1985, acusada de pertenecer a la guerrilla urbana Alfaro Vive Carajo (AVC). Cajas, hoy de 48 años, fue detenida junto a sus colegas Luis Vaca y Javier Jarrín, también militantes de AVC. Los tres estuvieron desaparecidos y fueron torturados durante 15 días. Veintiocho años después, la Fiscalía de Ecuador presentó, hace unos días, cargos contra seis generales y cuatro coroneles en retiro por su presunta responsabilidad en el caso de los tres ex guerrilleros, que lograron sobrevivir para asistir al primer juicio por delitos de lesa humanidad que se celebra ante la justicia ecuatoriana. Una jornada histórica, también, porque desde el primer momento se tomaron contundentes medidas cautelares de prisión, arresto domiciliario o prohibición de salir del país para los diez imputados en el caso.
En una audiencia pública, el fiscal Galo Chiriboga había presentado cargos contra 10 oficiales del Ejército y la Policía por su supuesta responsabilidad en la tortura, violencia sexual y desaparición forzada a la que fueron sometidos tres ex guerrilleros en 1985. Dos de las víctimas, Susana Cajas y Luis Vaca, asistieron a la audiencia de juzgamiento, mientras Javier Jarrín permanece fuera del país. Los tres fueron detenidos arbitrariamente y torturados por uniformados, y en el caso de la mujer violada repetidas veces, antes de ser dejados en libertad, según la Fiscalía. «Es la primera vez en la historia ecuatoriana que la Corte Nacional de Justicia aceptó tramitar un juicio de lesa humanidad«, destacó Chiriboga.
Alfaro Vive Carajo, también conocido como Fuerzas Armadas Populares Eloy Alfaro fue un grupo armado ecuatoriano, que se autodenominaba de izquierda revolucionaria y marxista-leninista. El AVC operaó en varias ciudades de Ecuador durante su auge en los años 1980 e inicios de los años 1990, desde su conformación clandestina en la ciudad de Esmeraldas, en 1983. Su nombre proviene del ex presidente y líder de la Revolución liberal, Eloy Alfaro y, al sentirse identificados con él, robaron la espada que pertenecía a dicho personaje como gesto simbólico. Perseguidos y encarcelados durante el gobierno derechista de León Febres Cordero, resistieron en su lucha hasta la llegada del régimen del socialdemócrata Rodrigo Borja, gobierno con el que negociaron la entrega de las armas y el acuerdo de paz, en 1991.
«En el año 85, tenía 21 años, estaba en la ciudad de Esmeraldas (en el norte de Ecuador), con Luis Vaca y Javier Jarrín tomándome un refresco. Llegó un carro de militares y nos pidió documentos, se los entregamos. Inmediatamente después nos llevaron a un cuartel que funcionaba en Esmeraldas, nos sometieron a una serie de preguntas inicialmente de manera no violenta», afirmó la diputada suplente del partido de gobierno. «Después empezaron interrogatorios mucho más fuertes. Querían que confesara mi participación en Alfaro Vive Carajo. Permanecimos aproximadamente dos días en ese cuartel. Luego nos hicieron un largo viaje, amarrados y con el rostro cubierto, hasta lo que luego me enteré era el cuartel de inteligencia en Quito, donde permanecimos 13 días más».
«Me desaparecieron quince días; quince días en que mis familiares me buscaron en todas las cárceles, en ninguna aceptaron la detención.La tortura sicológica consistía en todo tipo de amenazas: te vamos a matar; vamos a matar a tu familia.Yo nunca estuve en un interrogatorio vestida, en todos los interrogatorios me exigían que me desnudara completamente, y ahí había toda la aplicación de electricidad, de agresiones sexuales, cuando ellos consideraban que me había portado mal me llevaban al infiernillo, que era un calabozo muy pequeño, donde no podía estirarme».
«Vivía con la angustia de que en cualquier momento hubiera un nuevo interrogatorio. Llegaba la noche, no había interrogatorio, pero venían los que me cuidaban a acosarme sexualmente; a sacarme al baño, me tenían horas bajo la ducha. Después de esa experiencia, de pensar diariamente que iba a morir, de sufrir diariamente la tortura, me llevaron a la cárcel. Sentí un alivio. En ese momento no me importaba en qué condiciones estaba, si había hacinamiento; realmente todo era secundario, lo importante era que estaba viva».
En el grupo de oficiales que será sometidos a juicio, con edades que van entre los 60 y 80 años, figuran los generales del Ejército Luis Piñeiros y Jorge Asanza, ex ministros de Defensa del ex presidente Febres Cordero, y el ex jefe de la policía Edgar Vaca, también vinculado con el gobierno derechista de la época. Apoyándose en la evidencia recopilada por una Comisión de la Verdad que funcionó entre 2007 y 2010, la Fiscalía pidió enjuiciar a los acusados por el «delito de lesa humanidad instrumentado en la tortura, la desaparición forzada y la violencia sexual». Conformada por iniciativa del mandatario Rafael Correa, la Comisión documentó 136 casos de violaciones de derechos humanos ocurridos en su mayoría durante el gobierno de Febres Cordero, elegido democráticamente y quien murió en 2008 por una enfermedad pulmonar sin haber sido juzgado.
Susana Cajas y Javier Jarrin -cuyos testimonios al igual que el de Luis Vaca fueron recogidos por una Comisión de la Verdad- fueron sacados de la unidad militar y abandonados en las afueras de Quito, con los ojos vendados y las manos amarradas, según la Fiscalía. Poco después llegaron agentes de civil y los detuvieron porque Cajas llevaba documentos falsos. Estuvo recluida por 20 meses. Su compañero Javier Jarrin -quien vive en el exterior y no se hizo presente en la audiencia de formulación de cargos- también recobró la libertad, pero Vaca fue incomunicado en un cuarto por dos años y medio antes de ser liberado. Durante ese tiempo intentó suicidarse dos veces. «La electricidad fue lo que más utilizaron. Eso y el ahogamiento con fundas (bolsas) plásticas. Ahogamiento en agua. Golpes, desnudo toda la noche, y medio me secaba me lanzaban un balde de agua fría. Fue horrible», señaló Vaca. Casi 30 años después, Ecuador empieza a cerrar una herida profunda, pero poco conocida en el continente.