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Discurso de Gabriel Boric
Puerto Baquerizo Moreno (Ecuador). Jesús SANCHÍS MOSCARDÓ/Efe
El turismo y, en gran medida, la economía de las ecuatorianas Islas Galápagos dependen de la supervivencia de las tortugas gigantes, once especies que son el símbolo del archipiélago y cuya población, con los años, se ha reducido de 250.000 a solo 20.000 ejemplares.
Franklin Chicaiza, cuidador del centro de crianza Jacinto Gordillo, en la isla de San Cristóbal, lo sabe bien y dedica todos sus desvelos al cuidado de estos animales, a los que alimenta, observa y hasta cuenta cada día para asegurarse de que no falta ninguno.
Con su lento caminar, dos enormes tortugas se aproximan a él en cuanto escuchan el crujir de las grandes, frescas y jugosas hojas de otoy, que comienzan a masticar con toda la calma del mundo.
Son tortugas de la especie Geochelone Chatamensis, endémica de la isla, llevadas a este centro, en un paraje llamado Cerro Colorado, como parte del programa de reproducción y crianza pensado para su recuperación.
«El objetivo de este centro es preservar la población de tortugas y también que la comunidad isleña conozca y aprecie lo que tiene», un patrimonio que «hay que ayudar a proteger para la presente y las futuras generaciones», comentó a Efe Chicaiza.
Y es que los habitantes de esta isla volcánica han tomado conciencia del valor de las tortugas, uno de los principales atractivos del archipiélago junto con los lobos marinos, las iguanas y decenas de especies de aves, entre otros animales.
Pero sin el apoyo de los habitantes del archipiélago no sería posible aumentar la población de tortugas. «Antes, los pescadores y otras gentes se comían las tortugas. Unos treinta años atrás se comía fritada de tortuga, se hacía aceite de tortuga, pero hoy la gente es consciente de que hay que proteger la flora y la fauna, porque de ello depende el turismo», comenta.
El archipiélago es uno de los núcleos turísticos más importantes de Ecuador, cuyo Gobierno quiere dar un nuevo impulso al sector con cuantiosas inversiones para multiplicar el número de visitantes que llegan al país, estimado en cerca de un millón entre enero y septiembre de este año, según cifras oficiales.
El número de especies de tortuga en la islas ha descendido, con el paso del tiempo, de catorce a once, según datos del Parque Nacional Galápagos, que supervisa los programas de crianza y reproducción de Cerro Colorado y de otras «galapagueras» situadas en la isla de Santa Cruz, en la isla Isabela, en Isla Floreana y en otras instalaciones de la institución.
La captura y la depredación por parte del hombre, las erupciones volcánicas y la depredación por perros, cerdos y ratas han ido mermando poco a poco la población de los quelonios.
Por eso, además de los trabajos de conservación y cría de tortugas, se han puesto en marcha programas de reproducción en cautiverio, como el que se lleva a cabo en San Cristóbal, donde en 2005 nació «Génesis», la primera de las 65 tortugas llegadas al centro gracias a este método, de las que han sobrevivido 59.
Para ello, se dispone de dos incubadoras donadas por la Agencia Española de Cooperación Internacional al Desarrollo (AECID), aunque hoy solo funciona una de ellas, explicó Chicaiza, quien indicó que el programa no ha conseguido «el éxito que debería haber tenido» y que será necesario hacer algunos arreglos en la cámara donde están instalados estos equipos para mejorar sus resultados.
En la actualidad, en Cerro Colorado hay cerca de un centenar de tortugas que son medidas, marcadas y observadas durante su crecimiento, hasta que alcanzan un tamaño idóneo para ser repatriadas a sus zonas de origen.
Todas menos «Génesis», que permanecerá toda su vida en este lugar para poder determinar la edad que puede alcanzar una tortuga en cautividad y también como símbolo de la «galapaguera». Su corral es de visita obligada por los turistas, a quienes agrada su singularidad. «Ya se esta haciendo famosa», comenta sonriente el cuidador.