viernes, 1 de marzo de 2013
Pawkar Raimy, el carnaval de los Andes

Quito. Fernando ARROYO LEÓN. 

La Fiesta del Florecimiento o Pawkar Raimy, en idioma quechua, ha vuelto a resurgir en los Andes ecuatorianos y a celebrarse a la par del carnaval cristiano traído por España hace más de cinco siglos. El rescate de este rito precolombino, sobre la fecundidad de la tierra, ha sido una misión de las comunidades indígenas de la provincia de Chimborazo y de otras regiones andinas ecuatorianas, que intentan recuperar tradiciones que existían antes de la conquista y que parecían ya olvidadas.

“Queremos rescatar esta celebración que formó parte de la cultura indígena en la antigüedad”, aseguró Hermel Tayupanta, alcalde de la localidad andina de Colta, cerca de la ciudad de Riobamba, la capital de Chimborazo, en el corazón de los Andes ecuatorianos.

Tayupanta, justamente, encabezó uno de los últimos festejos de  Cajabamba, una de las 226 comunidades indígenas que habitan en esa región y que en el tiempo del carnaval se alzan con sus propios ritmos, (cánticos y vestimentas) para celebrar el florecimiento de la Pachamama (Madre tierra).
La celebración del Pawkar Raimy se retomó hace apenas cuatro años, pero se trata de un celebración precolombina que desapareció conforme se arraigaba el carnaval cristiano, añadió.

Es una fiesta para “agradecer a la Pachamama” por haber entregado al hombre “granos frescos y fruta tierna”, agregó Tayupanta mientras en las calles cientos de indígenas, ataviados con sus mejores trajes, desfilaban en danza al ritmo de melodías antiguas.
Los sonidos de tambores, pingullos (una especie de flautas), charangos, guitarras y trompetas inundaron este año el ambiente de Colta y la vecina Cajabamba, donde los sombreros redondos y largos de los hombres y los coloridos anacos (faldas) y bayetas de las mujeres bamboleaban también al ritmo del sol y el viento.
La masiva celebración se convierte en un arco iris en movimiento, con anacos azules, blancos y bayetas rojas, verdes y moradas de las mujeres, y pantalones blancos y ponchos rojos de los hombres.
Los danzantes tienen una misión: Pedir la bendición (camari) a la autoridad principal, en este caso el alcalde de Colta, quien recibió en respuesta ofrendas como gallinas, cuyes (conejillos de indias), huevos y otros obsequios.
Muchas mujeres, en sus espaldas, cargaron, además, grandes ollas con comida, sobre todo patatas y mote (una especie de maíz), así como chicha, que es una bebida sagrada elaborada con la fermentación del maíz y que es utilizada en las celebraciones indígenas.
Hay quienes arrojan harina, agua o espuma y otros que recogen barro negro para untarlo en los rostros de los actores y curiosos.
Varios historiadores ven en el uso del agua un significado de purificación. Ese tipo de festejo es más común en las zonas rurales y en algunas ciudades como Guaranda, pero en otras, como en Ambato y la turística de Baños de Agua Santa, se recoge la celebración al estilo brasileño, con majestuosos desfiles de danzantes y carros alegóricos.
El Pawkar Raimy también se festeja en otras zonas andinas como Otavalo y Peguche, en la provincia de Imbabura, en el norte, y que este año contó con la participación de varios grupos artísticos de indígenas colombianos.
El festejo en Colta empezó el 8 de febrero y se extendió hasta el  21, como en casi todas las comunidades indígenas de los Andes, aunque en Guamote, también cerca de Riobamba, adquiere otra dimensión.
Allí, ocho días después de iniciados los festejos los indígenas “entierran al carnaval” como si se tratase de una persona, ya que lo personifican en un ataúd donde colocan las sobras del licor y la comida compartida.
En un cortejo fúnebre muy alegre, los indígenas pasean el ataúd del carnaval por las calles de Guamote y lo entierran, para luego dar paso a la cuaresma cristiana.
Ello demuestra el alto nivel de sincretismo de la cultura andina, pero también el interés por recuperar antiguas tradiciones que estuvieron escondidas por siglos.

Ellas… también se mojan

 

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Cuando cante el último gallo…