sábado, 3 de abril de 2021
«Primos», por Luli DELGADO

Por Luli DELGADO, para SudAméricaHoy

No sé si la fuerza de tener o ser primo se extiende a otras tierras, pero para los venezolanos es algo sagrado. Siempre decimos que venezolano que se precie tiene más de cincuenta primos y la verdad es que termina siendo así.

Los que se criaron con nosotros, son poco menos que hermanos. Con los más lejanos, basta un pequeño contacto y listo, el click es inmediato, y los que llegan a la familia por matrimonio, también entran en la tómbola, en ocasiones hasta con sus propios parientes.

Creo que a medida que nos hacemos más adultos, los primos adquieren más importancia, los padres ya no están, y al integrar esa especie de cofradía de huérfanos a destiempo, ellos son las referencias que nos aferran a nuestros extintos mayores.

Recuerdo que una vez en un velorio, un muchacho más joven que yo le hablaba bajito a dos de mis primos. Pensando que era por respeto a la finada, y sin saber que era una conversación privada, me acerqué a ellos, y con la misma él cortó de un tajo lo que venía contando.

Entendí la situación y traté de alejarme, pero mi prima le dijo:

-”puedes hablar tranquilo, que ella es prima también”.

-“Ah bueno, como les decía, mi divorcio se ha convertido…..” y siguió su relato hasta el fin.

Una sola gota de sangre en común es suficiente, y a partir de que te enteras del parentesco, ya el “primo” es otra cosa. Yo de chiquita sufría mucho cuando los primos Salcedo me llamaban “Petra Corneta”, como una niña de la televisión que no terminaba nunca de aprender a leer y escribir. Lloraba como una Magdalena, hasta que el tiempo nos acabó por nivelar, y los mocosos a los que veíamos con desdén, o los mocosos que éramos, terminamos mano a mano y ahora nos reímos de todas esas cosas.

Siempre hay un primo que baila como nadie, y otro que pareciera que tiene dos pies izquierdos, la prima que cocina delicioso, el simpático y el de cara amarrada, la que tuvo mil hijos y la que se quedó soltera, el que entiende de mecánica, el que le ha ido muy bien y el que le fue fatal, el que es médico y le consultamos de resfriado en adelante. No nos importa lo que sean o hayan dejado de ser. Igual sustituimos sus nombres de pila por el genérico de “primo/a”. 

-Primo, ¿Cómo te va en tu nuevo país?

-Prima, ¿Me mandas la receta de la torta de la tía Irene? Y por ahí sigue la gran fiesta de familia.

Nos prestamos cosas, cuidamos y dejamos a cuidar a nuestros niños, nos sentamos juntos en los matrimonios y siempre contamos con ellos, para celebrar o para consolarnos. Y, nuevamente, que lo digamos los venezolanos: a pesar del trago amargo de la diáspora, y ahora con la pandemia, a través de Internet no solo mantenemos el contacto, sino que en este tiempo impresiona la cantidad de primos que ha aparecido y que por chat ahora “frecuentamos”.

Ojalá sea así en todas partes, porque eso de tener tantos primos vale oro: !Son la red de seguridad de mucha cuerda floja¡