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Discurso de Gabriel Boric
Montevideo. María SANZ/Efe/SAH
Ya es ley. Uruguay se convirtió en el primer país del mundo en legalizar el cultivo, consumo y comercialización de la marihuana. La polémica medida pretende, entre otras cosas, terminar con el narcotráfico pero, según el texto aprobado, apunta también a permitir que «todas las personas» puedan acceder «al disfrute del más alto nivel posible de salud, al disfrute de los espacios públicos en condiciones seguras y a las mejores condiciones de convivencia» gracias al «cannabis».
Dicho esto, se espera un crecimiento «exponencial» de la plantación doméstica en Uruguay. En el país donde el consumo es legal desde hace cuarenta años, muchos consumidores ya han apostado por las plantaciones domésticas de marihuana para su uso personal, para los que la nueva ley, tras muchas vicisitudes, crea, desde el primer instante, un terreno más fértil.
«Con la nueva ley se triplicará el número de cultivadores«, dijo Juan «Guano», fundador del primer «growshop» de Uruguay, un establecimiento que vende todo tipo de productos destinados al cultivo de cannabis, excepto las semillas de la planta -aún ilegales.
La creencia entre los aficionados a la «cannabicultura» es que con la ley florecerán «los cultivos propios o en clubes que permiten producir marihuana barata y de buena calidad», indicó «Guano».
Uno de los primeros efectos inmediatos que tendrá la nueva norma es que los cultivos de marihuana que ya existen contarán con un respaldo legal, así como sus propietarios.
«Dejaremos de temer las denuncias, los arrestos y los registros», declaró Álvaro Calistro, custodio de una plantación colectiva de marihuana en un barrio periférico de Montevideo.
Según contó, hace poco más de un año, un narcotraficante de la zona denunció la existencia de la plantación, porque veía en ella «un peligro» para sus intereses, lo que implicó un registro policial, la incautación de las plantas y la detención del activista, que fue liberado tras prestar declaración. «Les expliqué que en mi casa tengo una plantación de yuyos (hierbas) medicinales, entre ellos la marihuana, y que los consumo con un grupo de amigos que funciona como una cooperativa agrícola», relató.
Buena parte del patio trasero de su vivienda está ocupada por grandes plantas de marihuana, que también cría en un cultivo de interior junto al taller en el que fabrica joyas artesanales. Además de ocuparse del cultivo ecológico, Calistro es también un criador o «breeder», como se conoce a las personas que experimentan para crear cruces genéticos entre diversas variedades de cannabis.
«A esta variedad la llamo ‘charrúa’, como los indígenas del Uruguay, porque se adapta muy bien a la tierra y al clima. Es una planta que tiene un ‘pegue’ (efecto) más suave, que te permite trabajar. En cambio, hay otras que son más fuertes, y que podrían usarse con fines medicinales, por ejemplo como analgésico para los dolores crónicos», explicó.
Calistro espera la regulación del cultivo de la marihuana para fundar una Federación de Cultivadores de Cannabis del Uruguay, y defiende un consumo responsable de sustancias.
«Trabajo y tengo hijos. No voy a fumarme algo que me deje tirado durante horas. Cuando trabajo, fumar algo suave me ayuda a ser creativo, a relajarme y centrarme en una sola cosa, en lugar de tener la mente llena de otras ideas», contó.
Mientras regaba a sus «niñas», como él se refiere a sus plantas, aclaró que, de forma similar a lo que ocurre con los embriones humanos, el cannabis pasa por un período de germinación durante el que se determina su sexo.
Si la hierba es macho, polinizará a la planta hembra, que será la que luego producirá las flores, conocidas como «cogollos».
Las flores son la única parte de la planta que contiene la sustancia psicoactiva, aunque Calistro añadió que la planta aún puede emplearse en la industria para fabricar fibras textiles o tinturas vegetales.
La normativa uruguaya permitirá el cultivo con fines personales de hasta seis plantas de marihuana, con una cosecha anual de 480 gramos, o la creación de clubes de entre 15 y 49 socios que podrán criar hasta 99 plantas. Para aquellos que no cultiven, el Estado permitirá la compra de hasta 40 gramos mensuales en locales especialmente habilitados para ello.