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Ana Mendoza.
Madrid, 26 may (EFE).- El escritor colombiano Jorge Franco, que estos días publica su novela «El mundo de afuera», ganadora del Premio Alfaguara, no necesita salir de su país para inspirarse. Colombia, asegura, «es un semillero de historias que te confrontan, te sacuden cada día y te despiertan todo tipo de sentimientos».
«En Colombia pasa de todo, y lo que es real a veces es tan absurdo que parece inventado», ha afirmado hoy en una entrevista con EFE Jorge Franco, que ha llegado a España para promocionar su nueva novela y recibir, el próximo viernes, el citado premio, dotado con 175.000 dólares (unos 130.000 euros) y considerado uno de los más importantes del ámbito hispánico.
Y un terrible episodio de la realidad colombiana es el que Jorge Franco (Medellín, 1962) recrea en su nueva novela, que publica ahora Alfaguara en todos los países hispanohablantes, aunque en Colombia salió a primeros de mayo para hacerla coincidir con la Feria del Libro de Bogotá.
«El mundo de afuera» está basada en un secuestro que conmocionó a Medellín en 1971 y que supuso el punto de inflexión hacia la violencia que luego invadiría la ciudad, producida por el narcotráfico.
«Me he tomado muchas licencias para crear la historia que narro en la novela. El secuestro fue real y acabó con la muerte del secuestrado, pero a mi imaginación pertenece la relación entre los personajes y la atmósfera que he creado en el libro», decía Franco.
En la vida real, la familia del escritor era vecina de la de Diego Echavarría, que vivía en un castillo de inspiración francesa y que «se trasladaba en limusina, la única que había en la ciudad. Tenía un paje como criado y vivía de forma anacrónica».
Como destacó la presidenta del jurado, la escritora colombiana Laura Restrepo, cuando se falló el premio el pasado 20 de marzo, la novela se mueve «entre la fantasía y la truculencia, entre los hermanos Coen y los hermanos Grimm», dijo Restrepo.
«Arranca como un cuento de hadas y acaba como una película de Tarantino», añadió Sergio Vila-Sanjuán, miembro también del jurado.
Pero Franco ha cambiado el final que la novela tenía cuando la presentó al premio, y «El mundo de afuera» ya no termina «a lo Tarantino». Como mucho, recuerda las películas de los hermanos Coen.
Y es que, como le decía hoy el autor a EFE, decidió modificar el final tras hablar con Restrepo y con la directora de Alfaguara, Pilar Reyes, y ver que convenía «suprimir esa escena en la que el secuestrado moría a pedradas y dejar la novela en el momento previo a la muerte».
«El lector sabe que don Diego (el personaje real se llamaba Diego Echavarría) estaba condenado a muerte desde el momento en que se derrumbaron los planes del Mono, el secuestrador», comentaba el autor de «El mundo de afuera», una excelente novela sobre el amor y la muerte, que significa la primera incursión del escritor en el reino de la fantasía.
Franco presentó ya su novela en un teatro de Medellín y reconoce que «la expectación era enorme», aunque no le dejaron celebrar el acto en el castillo en el que vivía Diego Echavarría, convertido en una escuela de arte tras el secuestro y asesinato del conocido filántropo.
«La junta directiva negó el permiso, porque no le gustó cómo se refleja en la novela el personaje de la mujer de don Diego. Les parecía ‘inmoral’ la visión que se daba de ella», señala Franco, «asombrado» por las razones de esa negativa.
La sórdida violencia del narcotráfico ya la recreó Franco en su famosa novela «Rosario Tijeras», pero la Medellín de «El mundo de afuera» era muy distinta.
«Era una ciudad industrial; había fervor por el trabajo, el ahorro y el dinero». Luego, cuando empezó a actuar el narcotráfico, a partir de 1975, aparecieron «los coches lujosos, los grandes centros comerciales y los funerales con mariachis», señala Franco.
La violencia fue «el gran punto de quiebra. Llevó a una crisis social muy profunda. Tocamos fondo, todo se vino abajo. Surgió la figura de Pablo Escobar como un ser aterrador, que parecía invencible. La corrupción era tan grande que los pocos que se atrevían a desafiarla morían», rememora Franco.
«Pero Escobar fue derribado, y la oportunidad se aprovechó y se empezaron a atender a los sectores donde había problemas», añade.
La ciudad presenta hoy una cara «muy diferente, pero sigue habiendo ese legado muy fuerte del dinero fácil», afirma el novelista, partidario de «legalizar la droga» para acabar con «la guerra de pandillas y con la corrupción del Estado».
Pero de nada serviría legalizar la droga de forma aislada. «Habría llegar a un acuerdo con los países consumidores del primer mundo», asegura.