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Discurso de Gabriel Boric
Barcelona. Por Júlia TALARAN/Efe/SAH
En Venezuela, un país gobernado por el religioso culto al cuerpo y la virilidad masculina, «la homosexualidad es un tabú», ha señalado el cineasta venezolano Miguel Ferrari, autor de la película «Azul y no tan rosa», que se estrenará en España el próximo 25 abril.
Tras conseguir el Goya a la mejor película iberoamericana, «Azul y no tan rosa» ha entrado a la historia del cine venezolano poniendo el dedo en la llaga de la intolerancia con un filme que reflexiona sobre el respeto hacia la diferencia y la homosexualidad, una palabra que, como explica Ferrari en una entrevista, «no se pronunciaba ni en los telediarios».
Su película, coproducción hispano-venezolana, relata el reencuentro entre un hijo, interpretado por Ignacio Montes, de Madrid, y su padre homosexual, encarnado por Guillermo García, que vive en Venezuela y con el que no le resultará fácil restablecer una relación afectiva. «Mi objetivo era hablar sobre el amor en una familia moderna», señala Ferrari, que aclara que el tema principal del filme no es la homosexualidad sino «la necesidad de que los niños crezcan con amor», lo que, según el cineasta, es algo que se debe convertir en «natural», independientemente de la orientación sexual de sus progenitores. «Si te fijas -subraya-, el niño llega con una maleta llena de reproches que nada tienen que ver con la orientación sexual de su padre sino más bien con el distanciamiento de su relación».
En Venezuela, que, según Ferrari, está «muy lejos» de aprobar «leyes matrimoniales igualitarias», esta película, que se estrenó a finales del año pasado, sacudió a unos espectadores que se identificaron con los cercanos y atractivos personajes y plasmaron en la redes debates sobre la necesidad de respetar al otro en su diferencia. Ferrari, que estudió Arte Dramático en Madrid y ahora vive a caballo entre Madrid y Caracas, confiesa ser un gran admirador de la «desfachatez» del cine de Almodóvar, que le influyó a la hora de crear el personaje de Delirio, una transformista amiga de su padre que hace actuaciones en un club nocturno.
Con un pin en la solapa de su americana, Ferrari exhibe con orgullo ser el primer venezolano galardonado con el premio otorgado por Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España, un reconocimiento que va más allá del ámbito cinematográfico, pues también es una manera de «dar a conocer cosas bonitas que los venezolanos sabemos hacer», resalta Ferrari. Este primer Goya a un venezolano se suma a la Concha de Oro del Festival de San Sebastián, que recibió la también venezolana Mariana Rodón con «Pelo Malo», lo que demuestra que desde este país latinoamericano llega con fuerza el trabajo de una nueva generación de cineastas «muy preparados, que tienen algo que decir».
Una etapa cinematográficamente dorada que contrasta con la difícil situación por la que está atravesando Venezuela. Con esta película, Ferrari ha querido poner su «granito de arena» estimulando a los espectadores a ponerse «en los pies del otro» y «sacar lo mejor de uno mismo», algo que, sumado, Ferrari espera que permita que el país «logre salir adelante».