EL VIDEO
Discurso de Gabriel Boric
Río de Janeiro. Por Manuel PÉREZ BELLA/Efe/SAH
La escritora y académica brasileña Nélida Piñon asegura que Brasil se perdió el «boom» latinoamericano de la década de 1970 y que por ello, entre otras razones, pagó el precio de ser un país «periférico» en las letras mundiales.
«La creación brasileña es de primera pero el reconocimiento nos vuelve un país periférico», afirma Piñón, con motivo de la publicación de su nuevo libro, «A camisa do marido».
Piñon cuenta que se siente «lisonjeada» por los académicos que la incluyen en la lista de escritores que situaron a América Latina en el mapa literario mundial, pero es tajante al recalcar que ni ella «ni ningún brasileño formó parte del ‘boom'».
La novelista brasileña, hija de emigrantes gallegos, explica que el idioma español logró un lugar preeminente en el mundo en parte por el exilio de los intelectuales tras la Guerra Civil española.
Y, además, por el «exilio voluntario» de muchos latinoamericanos que se mudaron a Europa, según ella, en busca de reconocimiento para sus obras y de ampliar sus horizontes intelectuales.
«El reconocimiento habría sido muy difícil en sus países. Mario Vargas Llosa no podía quedarse en su país. No podía quedarse en Perú, le habría dificultado el ascenso. En esos lugares (del exilio) las obras no solo fueron reconocidas sino que él creció como ser pensante», comenta.
En el caso de los escritores brasileños, afirma que ninguno se quedó en Europa y «todos volvieron corriendo» con la amnistía política decretada en 1979, seis años antes del fin de la dictadura, lo que dificultó la difusión de sus obras más allá de su país.
«Es muy interesante la fascinación por nuestra patria, pero eso tiene un precio. Es lo que quisimos, lo elegimos y ahora no hay reconocimiento».
Piñon también lamenta la falta de apoyo financiero por parte de las autoridades brasileñas, lo que redunda en que los escritores «tienen que vivir en la carretera» para financiarse, con lo que también disponen de menos tiempo para crear.
«Si quieres formarte intelectualmente tienes que pagarlo con tu dinerito y abrir brechas en tu tiempo para escribir de madrugada. Ahora mejoró un poco, pero en mi inicio fue dificilísimo. Puedes decir tranquilamente que no debes nada al Estado brasileño y que al contrario, el Estado brasileño te debe todo a ti».
La autora de 77 años defiende que el escritor lega su obra a su país «como un patrimonio» y recalca que «un país sin literatura es un país mediocre».
«Pienso que siempre tuve que trabajar demasiado en cosas que no son de creación. El escritor brasileño se empeña demasiado en las cosas que después no van a perdurar y tiene menos tiempo para su obra. Es una pena», afirma.
La ganadora del Premio Príncipe de Asturias en 2005 también habló de su nuevo libro, «A camisa do marido», su primera obra de cuentos desde 2001, compuesta por nueve relatos, que en su mayoría giran alrededor de dramas familiares que abordan cuestiones como la envidia, la pasión, la venganza, la soledad y la tragedia.
«La familia es un microcosmos, todo está dentro: los dramas, los desesperos», comenta la autora, que revela que le gustan los personajes imperfectos, los que «desafían» su visión cosmopolita del mundo.
«No quiero un personaje que tome un tenedor con perfección como si estuviera en un salón. Puedo usar ese aspecto, pero me gustan los personajes que se afinan con la grosería humana, con la escatología humana, como si fuese un ser de las ferias medievales», asevera.
Tres de los nueve cuentos de su nuevo libro son homenajes novelados: uno está dedicado al emperador español Carlos V, otro muestra al escritor portugués Luis de Camões pasando miserias en su vejez y el tercero es una reescritura de un episodio de Don Quijote.
Piñon cuenta que deseaba volver a escribir cuentos «porque te disciplina mucho» y obliga a condensar los sentimientos y «ponerlos de cierto modo en una cápsula» debido a la extensión limitada del relato corto.
En ese sentido, defiende que «el gran narrador» debe tratar «cualquier página suya como un toque de orfebre» ya sea en un cuento o en un relato corto.
«Mucha gente piensa que la novela puede ser pretexto para extender una narrativa que en verdad ya acabó y que podría ser enjuta. Yo no, creo que cada frase que escribes tiene que tener una razón de ser. No soporto la banalidad de las frases inútiles, los llamados tiempos muertos», concluye.